EDUARDO MILÁN. LUGAR, EXILIO

 






1. El poema, el exilio -antes del cruce

Hablar de exilio es ya hablar de una disolución conceptual. Aquel exilio por el cual salí de Uruguay ya no existe. ¿“Ese exilio ya no existe” significaría tal vez decir que hay un estado de escritura, un estado de ser, que actuarían en otro tiempo, el tiempo de una memoria de lo que fue todavía cercano en la historia (personal, de Uruguay, de América Latina)? Es posible. Declarar incluso que el exilio es condición permanente de la escritura parece algo que pertenece a otra época, “la época del exilio de la escritura” o, más precisamente, “la época de la escritura en exilio”. Ya fue un triunfo (que lo diga Antonio Méndez Rubio) precisar la diferencia entre una lengua del exilio (riesgo o deseo de concretar que siempre corre un exiliado) y el exilio de la lengua (deseo de salirse y deseo de atacar, desde afuera, la lengua y, también, riesgo de omisión que se corre por no ser consciente de un gesto y de una consciencia necesarias frente a la escritura que proviene de la modernidad poética). Para la modernidad poética la escritura poética es una forma de exilio de la escritura. Lo que siento ahora es que esas definiciones localizadoras de un tipo de escritura están perimidas. Fueron absorbidas por problemáticas mayores, como la de la pertinencia -o no- de seguir llamando poema a una experiencia de lenguaje que tal vez ya no se llama así. O a una insistencia de lenguaje, de un cierto tipo de lenguaje, que pertenece a eso: a una insistencia localizadora dentro de una práctica mayor, la época de la comunicación de lo que no es posible actuar, que desborda todo marco. Esto no implica para mí proponer ningún tipo de remplazo lexical. En lugar de poema decir “emancipación” o, mejor, “cultivo de una nostalgia”, por ejemplo. Pero me da la impresión de que ya se habla de otra cosa cuando se habla de poema y de crítica. Ocurre, sin embargo, que voy a hacer uso de esos conceptos por o como homenaje a mi propia formación, la formación en la modernidad que me toca, la modernidad latinoamericana de cuna conosureña, allí donde conviven, en ese marco formativo de 1960-1975, aproximadamente, Nicanor Parra, la Poesía Concreta, Oliverio Girondo, César Vallejo y antes Simón Rodríguez y otros desafiantes. Claro que siempre es posible un cierto lampedusismo poético. Se trataría aquí de ir actualizando el término a la luz de cambios que no pueden alterarlo radicalmente – o sí, como en el caso de los cambios de soporte. O las realidades en las cuales se precipita el antiguo poema como condicionante de su todavía-ser-aquello. Ante un empecinamiento de tal grado, especie de inmutabilidad a prueba de materialidad, no tengo nada que decir. Me refiero a pertinencias menores: a “seguir llamando” de un modo tal algo que no sé si sobrevive en su registro lexical bajo las presiones a las que se somete al titular de su acción lingüística, el sujeto sub-capitalista actual. “Sometido, seguía escribiendo poemas”. Soy de los que cree que los cambios que estamos viviendo lo cambian todo. Y que, entre esos cambios, la capacidad de articular o desarticular esos otrora objetos de un lenguaje particular llamados poemas, desde su recepción-inserción social hasta su cultivo en solitario, también cambia. El poema moderno trabajaba –en algunos sectores de su creación particular- con nociones de anticipación muy claras. Desde esa noción y preguntando por algo como “qué se seguirá llamando -qué parte, qué atmósfera, qué gesto, qué suelo- poema del poema” pienso que se puede hablar. El poema como elemento exiliar no es lo sustantivo hoy en día. Lo sustantivo es que el poema como elemento exiliar no pase al dominio del olvido como pasó, por ejemplo, la ausencia.



Leo Masliah no salió exiliado de Uruguay. Ni Mario Levrero. Ni Roberto Appratto. Sin embargo, son tan exiliados de la lengua como yo –o más que yo. Salir del Uruguay no es necesariamente salirse de la lengua –o salirse de lengua. Es más: el exilio no supone un exilio de la lengua. Pero suponen ambos, salirse y exilio, un desprendimiento. Manejé la noción de desprendimiento varias veces, en poesía y en ensayo (1), cuando traté el tema del fragmento. Quiero aquí desbordar el ámbito personal y abarcar todo lo posible bajo la mirada del desprendimiento.



2. La crítica al suceso, el cruce



El desprendimiento original de la poesía latinoamericana es un desprendimiento de la poesía de la lengua española. Eso, entre otras cosas, fue lo que entiendo por vanguardia de la poesía hispanoamericana: lenguaje de un desprendimiento. Pero desprenderse es algo más que ganar autonomía. Desprenderse entabla un diálogo con el grueso de donde viene, la masa, el continente, el hielo. Entabla un diálogo con la ausencia. Entender desprendimiento como pura salud de una velocidad de liberación es más que una paráfrasis de Paul Virilio: es de algún modo un huir cortado. Para tener salida de desprendimiento hay que levantar. Un exilio que se vuelve construcción. Pero no construcción de futuras ruinas. Constitución del propio movimiento. Rehabilitarse en movimiento. Un exilio que se vuelve rehacerse. No es lengua faltada o no sólo: es crítica activa del establecimiento que quedó allá. Sub-levantamiento. Eso se ve desde la ventanilla del avión.

Poema como exilio es eso: desprenderse, rehacerse, conciencia del propio movimiento. Y es también crítica del marco estable del poema, del poema como eternismo solvente. El poema exiliar adquiere sólo así la potencia de su propia inmanencia. La crítica del marco puede ser formulada de este modo: ¿¡Desde cuando la gramática es condición sine qua non de la escritura aceptable!? En ese desprendimiento de la lengua española no hubo propuesta de reinvención gramatical. Por eso hablaba de un diálogo con el grueso del que se huye. Hay todavía un gesto gramatical de dar vuelta la cabeza. La propuesta de una nueva escritura conosureña se dio sólo a partir de dos dolorosas conciencias: la primera, la conciencia del fracaso de la poesía llamada “comprometida”. La segunda, la conciencia de la insuficiencia de capacidad para resistir a la dictadura desde el punto de vista de una corrección, que era la corrección gramatical de la propia dictadura militar. Se empieza a “escribir mal” durante la dictadura. Pero se sigue escribiendo mal después de la dictadura. Me parece que ese escribir actúa como algo más que como la certificación de una memoria constituida en la resistencia a una gramática del estado de excepción. Actúa un saldar cuentas con una falta instaurada en la época del desprendimiento. La poesía latinoamericana se debía ese saldo, ese saldo le pertenece. El reencuentro con sus hilachas como con seres queridos dejados atrás por una urgencia de soberanía: ahí está el chajá, ahí está el ñandú y está también aquel caballo abandonado por la fascinación de un Ford T incipiente.

El fracaso de la poesía comprometida es un anti-exilio redondo. Nunca entenderé lo que es un lenguaje poético que escribe desde un lugar de esperanza -la poesía “comprometida” escribe desde un lugar de esperanza- concibiéndose como lenguaje de esperanza sin ser lenguaje de anticipación. No hay anticipación en la esfera de la retórica del significado. Sólo la sintaxis tolera el tiempo anterior dado como tiempo después. Por eso dudo del afectivismo solidario que plagó a gran parte de la poesía actual en América Latina, las “políticas del abrazo”, como si el abrazo como certificación de una hermandad -en el padecimiento, en la soledad social, en la retaguardia del mundo que significó “lo moderno”-, el abrazo o las corrientes afectivas en general, hubieran quedado relegadas o hubieran sido proscritas por la frialdad de un poema como el moderno. El retorno del amor -un amor a todas luces prometido pero incumplido socialmente y más políticamente- parece el retorno de lo reprimido, de lo escamoteado, de lo no ofrecido ni recibido. Pero para ese retorno hay que haberse quedado. Quien sale al exilio no recibe ese abrazo “volvedor”, ese “bienvenido paisano a tu abrazo”. El exilio, como yo lo veo, no es el territorio del encuentro con alguna promesa. El exilio es la anti-promesa. El abrazo retorna a los no salidos. A ese lugar al que el abrazo retorna le corresponde un poema, un tipo de poema, no precisamente un poema “quedado”-en el sentido de antiguo, de otra época, sin movimiento-: el poema no salido, el poema no exiliado. Y para los teóricos del abrazo quisiera recordar que sólo se tocan el amor y la política en el comunismo (Alain Badiou).

Aquel poema exiliar, poema en su propio movimiento, tiene en el neobarroso conosureño un punto de referencia -no el único-: un poema en fuga que muy poco lector soporta. Ese poema escapa de cualquier definición de poema como condensación, duplica el aspecto transitorio que cierta filosofía post-moderna quería para sí como los momentos “entre” -tan caros a Deleuze- que contravienen lógicas tanto originales como finalistas. El poema neobarroso se integraría al concepto de poema exiliar con la misma característica: sería no un ente sino un entre en fuga, un estar ahí que no está ya ahí. Es duro de aceptar porque reduce las posibilidades del objeto de convertirse en metáfora. Y la metáfora -para la poesía latinoamericana que se desprendió de la lengua española y su tradición “jonda”- era todo en esta vida, hasta donde yo sé.

Entre medio

Tal vez haya un movimiento subterráneo que organice desde su invisibilidad lo que sucede. Algo así como una armonía oculta. Eso gusta porque remite a una dimensión latente. Pero lo latente no está de moda. Se escribe bajo el signo de la evidencia. Parecería -estuve a punto- que basta con sustituir “vive” por “escribe” y todo calza. El deshacer en partículas mínimas un poema para rehacer un poema diferente que tendría que ser nuevo. Pero hay un rechazo a lo nuevo como si lo nuevo nos hubiera engañado, hubiera sido un truco publicitario de sí mismo: lo nuevo como campaña para ofrecer una marca -“The raven” por Brad Pitt, por ejemplo. Qué se mueve como un murmullo paralelo -ya no debajo, insisto: la consigna “los de abajo”, “desde abajo”, que se repite en los comentarios que desean esperanza de los actuales observadores políticos latinoamericanos se ponen en una posición incómoda y devastadora: desde Gregorio Samsa no hemos podido escapar al imaginario de lo aplastante -padre o poder- que por obra de un mortero casi de otro planeta, casi de Marte, ve expandirse ese líquido que emana hacia el costado del insecto muerto- que amenaza en convertirse en un bajo continuo obsesivo de una sola nota que atraviesa de lado a lado. El exilio en el poema cumple -en el sentido de que lo lleva como a cabo pero no hasta ahí- esa cuestión lumínica que en ciertas brasas a medio apagar se ven como fosforescencia, fosforescencia blanca sobre rojo. Quiero decir, contagia a la mirada de un hormigueo que no tiene. Una especie de lava. O de magma. Pero siempre en suspensión, flotando. Es un estado de no-poder cuya única posibilidad es oponerse al deseo del poder todo o, simplemente, poder poSIble: un poder-no que va tomando forma. Cómo ese no parece que no afecta al poema es algo que no puedo entender. Cómo no lo marca, no lo define, no lo deshace en partículas elementales para rehacerse no me explico. Hay quien pasa por el exilio como por un tobogán marmóreo y se contagia del espíritu de la lisura que es lo contrario exacto de lo áspero, de las aristas de un cardo, de lo agreste. Salir entero del exilio es una figura que no existe: del exilio no se puede salir aunque se vuelva al punto de destierro. ¿Uno sale volando de Uruguay para llegar a México a escribir un poema como Octavio Paz, Lope de Vega o Petrarca? En todo caso, sobre la madera de los pocos que en el mundo han sido, renunciando a lo Luis de León. Quiero decir: si la experiencia no juega en el rehacimiento -no Renacimiento que ya es volver canónico- entonces hay que dejarlo. La experiencia del exilio debe hacerse valer en el poema. No te expulsan de tu casa para que vayas al templo a adorar dioses ausentes. El exilio es una fecha, las tres de la madrugada de un día ¿qué día queda? de agosto en el aeropuerto de Montevideo. Con ese frío que tienen las culturas de migrantes que parecen formuladas para que se cumpla un deseo de lugar mítico, de lugar eterno, de hielo hierático, un deseo de Netzahualcóyotl. Entonces uno entiende en carne propia qué se quiso decir con “Vine a Comala porque me dijeron…”. Por parafrasear a William Blake: en el exilio hay una tentación de eternidad. Es una trampa en la que el poema cae. Y en México el poema tiene una vocación ornamental que hace par con la pirámide. Y otra cosa: en el exilio está el poema ya hecho. Como se diría, ahí hay un poema esperando. El poema está ahí como un modelo frente a la captura de la cámara. Hay un poema, el anti-wanted, el poema contrafugitivo que constituye un pacto legendario, agrícola, versal de mil versura. Lo que viene desmedido, desatado, lleno de sed, se tienta ante el palenque, sedentario. Hay un deseo de no tiempo en el exilio que lucha contra la necesidad personal de aliarse con el tiempo para hacer valer cada milímetro de la expulsión. En el poema hay algo de cobro imposible del mismo modo en que la orfandad es un desfondarse del capital.

3. El cruce de un posible con un reciente imposible

El problema para mí no es un mundo de lo posible (salvo que sea un mundo como el que ahora se vive, un mundo donde todo es posible): el peligro para mí es un arte de lo posible, una poesía de lo posible, una poesía al borde no de legitimarlo todo como poesía sino, más precisamente, de fomentar un toda poesía cabe en un concepto de poesía. Sería como proponer una vanguardia sin anticipación. ¿Para qué entonces la distancia? Pero el de la poesía, físicamente, es un ámbito que parecería haber renunciado a la secuencia salvo cuando la usa como regresión y se entra de lleno en la lógica de la versión hecha cover y del reciclaje hecho estrategia. Se diría una dependencia todavía intacta de la versura. La tendencia a la vuelta -y al mito de las vueltas- como resguardo exterior -lo cual no es una paradoja en la poesía lírica- cobra especial significación en dos momentos: uno, en la etapa de emancipación frustrada que en América Latina se desarrolla entre las décadas de los sesenta y de los setenta del siglo pasado, una tirada cuyo fracaso fue político, no poético. Poéticamente la demanda de una poesía “comunicante” -el concepto no es de Benedetti pero Benedetti, al igual que su poesía, populariza en un libro clave, Los poetas comunicantes, que habría que conocer para darse cuenta de la magnitud  de lo que se venía- no ha dejado de ser satisfecha en el mercadeo poético. Recientemente, una nueva entrada de esta tendencia, ahora bajo la forma de una casi proclama, fue prólogo de una antología y circuló autónomamente por las redes sociales (2). El clamor es por una poesía humana, comunicante y solidaria. No me preocupa la solidaridad – ¿existe una solidaridad poética?- ni la humanidad -Vallejo es una especie de Rimbaud: se hizo lo que se quiso con ambos, todos, en algún lugar, somos rimbaudianos y vallejianos aunque Rimbaud no se dio tiempo para el arrepentimiento: antes de volverse “humano” colgó los guantes y no cambió de bando, asumió lo que odiaba como ataque directo a la disfuncionalidad poética a la que veía venir en el horizonte que es este, el nuestro-. Me preocupa lo comunicante. En 1981, un año clave para la confusión poética, Benedetti reedita ese libro (3). No voy a entrar en detalles sobre el libro de Benedetti, donde navegan con la misma intensidad marinera Nicanor Parra, Jorge Enrique Adoum, Roberto Fernández Retamar y Ernesto Cardenal, entre otros, mediante el s.o.s rescatista de lo comunicante. Para Benedetti siempre fue un naufragio -y tenía razón: esto se tira desde el fondo de un naufragio o no se cumple la tirada- esa poesía a la que él veía cerrada, elitista, meteca y europeizante, en una palabra: titánica, empezando por Rubén Darío. El mismo año Haroldo de Campos traduce al portugués Blanco de Octavio Paz con el nombre de Transblanco , publicado en forma de libro ensayístico-antológico en 1986 (4). Haroldo de Campos homenajea así a quien, en apariencia, en ese poema homenajea a Mallarmé, a la vanguardia, a una poética ex nihilo. Tardé muchos años en darme cuenta que Blanco no es nada de eso. Es un monumento a sí mismo, un poema que usa ciertas tácticas de la vanguardia para construir un edificio ornamental. Es, literalmente, un poema “edificante”. Una “enseñanza”, una clase. Desde la nota al poema donde Paz se ve muy interesado en que el lector lea correctamente al poema, le señala sus posibles vías de acceso, lo guía. Creo que una vanguardia edificante, didáctica, es lo contrario de una vanguardia. Pero tampoco es una parodia en el sentido de un “canto paralelo”. En todo caso, es un canto paralelo a sí mismo, o sea un canto desdoblado. La retórica más insistente y dominante de la poesía de Paz es, precisamente, la del desdoblamiento: “escribo y mientras escribo”, “otro escribe lo que escribo”, etc. Hay coincidencia en el tiempo de la traducción de Blanco al portugués con las preocupaciones del momento de Haroldo de Campos. Esa traducción del poema es especial porque se da en el ámbito de intereses que corresponde al período haroldiano que él llamó post-utópico, el del “poema post-utópico”. Blanco es, sin duda, una variable posible de la post-utopía poética que puede tolerar una cierta reificación formal de las herramientas de la vanguardia. El verso proyectivo , escalonado pero nunca con la profundidad de Charles Olson  -digo bien: escalonado hacia el centro ceremonial, “piramidal, funesta…”: no es lo mismo profundidad que escalonamiento- puede ser re-sintactizado en una lógica aristotélico-cartesiana correcta. No me sorprende ninguna reflexión sobre cualquier poema en un enmarque de post-utopía, cosa que podemos estar haciendo aquí ahora. Me interesa la concepción de un poema post-utópico de parte de un poeta originalmente vinculado a una idea de vanguardia, una idea especial de vanguardia, como la Poesía Concreta misma. Haroldo de Campos trata el problema en un texto que tradujo Néstor Perlongher para la revista Vuelta en febrero de 1985: “Poesía y modernidad. De la muerte del arte a la constelación: el poema post-utópico” En ese texto Haroldo de Campos declara su apuesta por una “poesía de lo posible”. No tendría sentido la mención de esa nueva etapa haroldiana si no enfrentara implícitamente alguna etapa anterior de su poesía, digamos, la que integra la fase ortodoxa concreta, la de los poemas de guerra como “nascemorre” o “fome de forma”, pertenecientes a la década 50-60. Pero lo interesante del texto de Haroldo de Campos es lo que abre y no lo que cierra: el concepto de constelación, tomado de Walter Benjamin, es una ampliación del terreno secuencial, destinal, utópico, de la vanguardia, una ampliación de magnitud tal que clausura la idea misma de vanguardia y produce una especie de redistribución de la riqueza poética. En una variable inteligente sustituye el concepto de una poesía anticipatoria por un concepto omniabarcador: en vez de vanguardia, toda la poesía disponible. Claro, con el peaje pago del make it new poundiano. El problema que hay aquí, también en Haroldo de Campos, es la coincidencia con la demanda que hacía Benedetti. La vanguardia cansa. Y hay algo hipócrita, o pervertido, o manoseado en demasía al hablar de vanguardia como sinónimo de liberación en un orden de mundo como el que se vive hoy. El arte ya es sistémico. La poesía es tolerada. Los lugares desde donde emitir son lugares de comunicación. La intolerancia a lo incomunicable coincide con la tolerancia a lo imposible. Como dice el agudo pero mediático Zizek, “hoy lo imposible ocurre” (5).Y aunque Haroldo de Campos haya ampliado el espectro de los modos de acercamiento al fenómeno poético con su postura del poema post-utópico, la implícita renuncia a la utopía es una implícita renuncia al espíritu de la vanguardia que es el acercamiento a lo incomunicable. El espectro crece como espectro. La poesía concreta era dura de comunicar. “Bizcoito fino” -la llamaban los poetas de Sao Paulo- pero, bizcocho al fin, era comestible. La vanguardia, en vez de disolverse en la praxis social, como era, según Burger (6), su designio, se disolvió en la aceptación. Y hay veces que la aceptación es un modo de claudicar. Así se sigue en la prisión de la versura.

Notas

(1) Cf. Eduardo Milán: Desprendimiento; León, Leteo, 2011;

      ————————No hay, de veras, veredas. Ensayos aproximados; Madrid, Libros de la resistencia, 2012.

(2) Prólogo a la edición del libro Poesía ante la incertidumbre. Antología (Nuevos poetas en español); Madrid, Visor, 2011.

(3) Montevideo, Marcha, 1981; 1ª edición, Montevideo, Marcha, 1972.

(4) Octavio Paz-Haroldo de Campos: Transblanco; Sao Paulo, Editora Siciliano, 1986.

(5) Slavoj Zizek: Arriesgar lo imposible. Conversaciones con Glyn Daly; Madrid, Trotta, 2006.

(6) Peter Burger: Teoría de la vanguardia; Barcelona, Península, 1987.





*Ponencia presentada a las Jornadas internacionales de crítica y poesía, Travesías: nomadismos y perspectivas trans-areales en la poesía contemporánea -bajo auspicio de la Universitat de Potsdam y el Instituto Cervantes de Berlín,  el 29 y 30 de mayo de 2014 en Potsdam- entregada a los organizadores Julio Prieto y Ottmar Ette en esa circunstancia, fue publicada en el blog 7 del 7 de Marcos Canteli

 

 

EMOTIONAL RESCUE: SERGIO LOO. DÉJAME PENSAR QUE ESTA VEZ NO ERES TÚ

 























Sergio Loo nació en la Ciudad de México en 1982. Estudió Letras en la UNAM y en poco más de una década edificó una obra breve, intensa y deliberadamente incómoda. Publicó Claveles automáticos (2006), Sus brazos labios en mi boca rodando (2007), Guía Roji (2012), Postales desde mi cabeza (2014) y, póstumamente, Operación al cuerpo enfermo (2015); además de las novelas House: retratos desarmables (2011) y Narvarte pesadilla (2017). Entre lo narrativo y lo poético, su escritura funciona como una cartografía del cuerpo y de la ciudad, donde la fragilidad y el deseo se vuelven materia verbal.

En Loo la ironía no es un adorno: es el modo más preciso de decir la verdad. Su poesía subvierte la sintaxis del sufrimiento, desarma la idea del yo lírico y convierte lo íntimo en una zona de fricción. Hay en su obra una respiración febril, un humor corrosivo y una ternura sin coartada, como si el lenguaje mismo supiera que ya no queda tiempo para las metáforas limpias.

Murió en 2014, dejando una huella que se resiste a la administración del canon. Su escritura permanece como un cuerpo que aún vibra, una perturbación lúcida que recuerda que la poesía —cuando de verdad existe— no busca consuelo: exige resistencia.

 

CABALLITOS DESBOCADOS DE HOCICO CONTRA EL MURO

 y ahí vamos de nuevo al juego giratorio de los caballos para salir volando

lesionados de silencios incómodos y besos remendados que me saben

a reproches añejados o brillantes bengalas de auxilio sáquenme

de esta sala mientras le cambias al televisor brilla

carcajeándose de nosotros el conductor del programa muestra su

dentadura sonriente cuando en vez debiera abrirnos de par en par

sus sentimientos redonditos con los pantalones abajo y declamarnos comerciales

de productos que de tan milagrosos copulativos de nuevo tú

desabotonándome la camisa y te trepas a caballito arre arre caballito

que nos llevará directo al choque al muro del te acuerdas pero no

me acuerdo cómo llegar a las plantas

de tus pies separadas en mis manos y tus ganas de acelerar

la tarde hasta que termine y me tenga que ir o el programa finalice con

un enorme aplauso de parte de todos los televidentes llenos atascados

de una felicidad idéntica a quítame la camisa que quiero revolcarme

en tu arre arre acelera acelera para salir

volando como una parvada de aplausos lesionados de no vamos

a lograr esa dicha de nuevo pero

momentáneamente nuestros silencios en la sala más coloridos

que estar solos frente a internet buscando un pedazo de carne o

agujerito con nombre de telenovela como Pedro

Francisco Javier Alonso Fernando Santiago Gómez de la Garza

y Garza contoneándose cervatillo indeciso de quitarse la ropa o

decirnos ojos grandes siento algo especial por ti no tengo casa quiero

mudarme contigo o si no

retomar eso de los amigos y sus constantes ay ey uy ay y

sus chismes bobos de tan locales tan secos tan sin ti sin sexo sin tu vente aquí

aquí te quiero carne para mi solito pero ya no sabemos cómo

regresar a ese justo pantone de anaranjado de mi sofá o

tu cama apenas cruzábamos la puerta de donde ahora mismo sembramos

ecológicos arbolitos de silencios entrecortados por los gritos

de los concursantes del programa de televisión que quieren sueñan

ganarse un viaje a la playa o un auto o un refri o

una tostadora o lo que sea pero no regresar

a la casa con las manos con de nada

 

TODAVÍA NO ME APRENDO LOS DIÁLOGOS DE ESTA COMEDIA ROMÁNTICA

 y ahí vamos de nuevo al juego giratorio de los caballitos del

carrusel lleno de focos y frases que ya sabemos de memoria que

el crucigrama se resuelve con tan sólo escribir las letras que juntas dicen yo

no tuve la culpa ni tú tuviste la culpa pero ya

se jodió todo con letra de molde o manuscrita el punto es

que quede bien clarito y legible para que nunca jamás lo podamos pero

ahí vamos de nuevo al caballito giratorio del carrusel que

no avanza nuestra desdicha o nuestro tedio le paralizó el hocico

de plástico inoxidable implacable tu risa que de tan ríspida

relinchido de nervios porque no vamos no a poder regresar al caramelo

de los besos y las llamadas interminables y los arrumacos que

ensoñadores caballitos de carrusel terminaron deviniendo en

El Guernica o El Grito o Las señoritas de Avignon o todos los planes

que ya no pero dándonos vueltas nuevas vueltas nuevas oportunidades y eso

que dijiste no lo voy a tomar en cuenta o buscamos la forma el

cómo retractarnos pero ya no encajan mis

piernas con tus piernas y los reproches se nos en cabeza y

buscamos la forma de cómo regresar la forma de regresar el cómo y ahí

vamos de nuevo al juego giratorio de marearnos la cabeza y ahí

vamos de nuevo al juego giratorio de remendarnos la cabeza y ahí

vamos de nuevo a reírnos de nuestros malos fallidos intentos de empezar

los errores de nuevo

 

EL VIERNES DE QUINCENA ES UNA BALADA PARA NOSOTROS

 cambia de nombre hoy dime cómo te llamas aquí

apesta apesta a soledad barata de canción balada de cantante fallida de pelo esponjado

vienen con su mejor camisa de siempre con su loción oficinista a ver si así

sólo así con su perfumito cariñoso por favor no me dejes te compro

cosas caras y coloridas de marca importadas de moda hedionda de canción chafa

escuchada una y otra la balada de los setenta la foto de los Carpenters

con su gato juguetón puñetero de mierda y luz tenue de mediodía me tiene

me tiene hasta la pero me gusta el brillo de tus ojos flotando en el fondo

de mi cerveza volverá a mí

la maldita primavera te canta diáfana y prodigiosa y grácil

pero no me remite ya a nada de florecitas ni siquiera de plástico por favor ya

no hay para ti no hay para mí más que el tufo de la balada romántica repetida

a ver si así sólo así alguien cae y te vas conmigo a la casa o yo a la tuya para ver

si cabemos bien o rentamos algo juntos los muebles minimalistas tú los escoges

porque sé te gustaría ser la versión remix moderna renovada la canción de tu madre

aunque se ve se nota tú eres diferente a los demás y yo te quiero decir te quiero

inmobiliario de este puto bar de soñadores de tufo de miel pero por favor

dime que sientes lo mismo que yo inmobiliario

de este bar rancio que viene venimos todas las noches para ser siempre ser

nuevos y sentir por primera vez eso

brotando de nuestros ojos germinantes relucientes de ilusión y telenovelas

del canal 2 adolescentes descubiertos por primera vez dispuestos

a la égloga y el bailable de ir al cine y meter mano en lo oscuro y meter

lengua en lo blando arriba abajo arriba no me dejes por favor

tocan nuestra canción no te vayas hijo de tu pinche puta madre no

te vayas porque que así no quiero no termina el videoclip de mi vida vete

a chingar a tu madre culero Sísifo chichifeante de bar en bar que yo y mis jeans pegados

nos merecemos más que este video alcoholizado y la cantante

que no canta y apenas baila pero oh qué nalgas tiene todos

quieren ser ese par de nalgas tiernas pero rudas pero sensibles que bailan bailan

y seducen a los hombres sumiendo la panza o ligando en lo oscuro por favor

no me veas así soy una persona muy sensible y yo sé que tú

eres igual que yo somos distintos

porque me lo dicen tus ojos tu boca tus dedos tus todos tus lugares comunes

y la sonrisa bobalicona que no aguanta no aguanto más ¿voy

o vienes a mi casa?

 

 

Aquí

el agua de la playa es fría

aunque caucásicos turistas nadando para imitar

     a paradisiacas postales

Aquí     Barcelona o mi voz

conectada a mis ojos y mis ojos a mis manos o

el blanco de la página desde donde ensamblas mi voz

y me escuchas a partir de signos     hermana

     hermanita     el agua del mar

está helada (no la niñez de recoger

     conchitas rotas) (no la niñez exacta donde

     anclamos las razones para querernos)

Te hablo de la playa porque no puedo decirte lo

     que aquí está pasando

Te describo la playa con anagramas detallados

     para que entiendas lo que no te puedo

decir (estoy leyendo el Infierno

de la Divina Comedia en una edición barata) (los

     turistas

caucásicos forman anagramas que no logro

     traducir) (pasé

la mañana vomitando) (no he desempacado todavía) (al llegar saqué la cámara fotográfica y la reventé contra el piso) (no rescaté la memoria) (pisoteé la cámara hasta lograr los pedacitos de plástico) (descargué toda la ira exacta de niñez de conchitas de quedarme amarrado a la silla durante las tardes hasta que regresara del trabajo mi madre) (de mis problemas con el tiempo florece un resentimiento contra la fotografía) (o no regresar) (o no regresar jamás) (o quedarme aquí es ningún lado) (o jamás volverlo a mencionar para que el pasado una vil mentira) (desanclar desmitificar el afecto) (aniquilar a la gente que quedó atrás) (cerrar las ventanas y quedarme dentro) (no decir los nombres de los muertos) (cerrar los ojos hasta olvidar cada nombre) (borrar mi nombre escrito en la playa de nuestra niñez ahora toda tuya) (las fotos de paisajes me conducen a experiencias ajenas / reconfortantes / de plástico) (decir de mi pasado un nuevo plástico) (decir de mí una playa artificial --llena de bosques de bondad-- y ejecutarla) (fui feliz) (destruí la cámara como a la amenaza de un futuro álbum fotográfico) (no más recuerdos) (decir fui feliz y sonreír como una playa recién inventada) (abolir la construcción de un nuevo pasado) (enterrar nuestra niñez de conchas rotas destrozadas para siempre junto al cadáver de nuestro padre) (tuve que hacerlo) (enmarcada la foto de mi padre en un muro al que no pienso volver) (romper el marco o llegar aquí) (no regresar)

 

Hermanita

pienso mucho en nosotros

 

 

*

 

Cuerpos sin nombre

difuminados

en las sábanas.

 

La cama queda lista

para que dos, algunos dos,

 

algunos hipotéticos dos;

 

tú y yo,

por ejemplo,

crucen en ella la noche.

  

*

 

Cuerpos sin nombre

difuminados

en las sábanas.

 

La cama queda lista

para que dos, algunos dos,

 

algunos hipotéticos dos;

 

tú y yo,

por ejemplo,

crucen en ella la noche.

 

*

Apura las manos,

desabotona mi cuerpo

 

Apura

y viérteme

tu boca,

tu lengua.

 

Ofrécete a mis dedos,

ofrécete manojo de órganos

y silencio.

 

No repares, no hay tiempo ni perdón.

 

 

Para nosotros

ni sal

ni llanto.

 

*

 

Necrófaga comisura de tus labios se remienda a la mía

y nuestra sonrisa, que ahora es una sola,

desangra claveles rojos, claveles oxidados,

claveles a borbotones.

 

Ramillete chorreando sin raíces de arrepentimiento.

 

*

 

Su cuerpo en un extremo y el mío en el otro de la cama,

tensos. Ojos en blanco. Manos tensas palpan

el cuadriculado silencio emergido

donde antes, apenas unos días,

pliegues de sábanas eran,

para nosotros,

laberinto amurallado

vuelto jardín.

Hace apenas pocos días que mi centauro cuerpo en el suyo no se pierde

porque

hace algunos días,

entre frases mal tiradas, puestas en jaque por sí, noté

el hilo de un extraño internado entre sus piernas.

Hace apenas unos días enrocados

entre el “Es tarde, hablamos luego”, que nuestras miradas

párvulas

avanzan

casilla

a

casilla,

esquivas

para no comerse.

 

Sobre blanca sábana, cada vez más breve,

atrincherados cuerpo a cuerpo en un lecho que clama guerra,

nos mantenemos quietos, con las miradas paralelas, rumbo al techo.

Cuidadosos,

porque cada palabra

son dieciséis piezas ennegrecidas contra el otro.

 

Quietos y cuidadosos, buscando la quinta torre para ahí guarecernos, buscando

el movimiento menos contundente.

 

*

 

Déjame pensar que esta vez no eres tú y no soy yo,

sino el embone de un engrane

de una maquinaria carnívora sin fin

y nada más.

 

 

de Fenómeno Flash

Sergio Loo

 

A símbolo

reducido tu cuerpo reducido

a imagen (tú) apariencia (tú) entorno

económico (tu

desnutrición)

Tú (juego de sombras) (enfoque ingenioso) (mirada audaz

del fotógrafo) (tu raza tu clase tu estatura) imagen eres

no eres      representas

ejemplificas dilemas sociales

desajustes económicos (desempleo) (ruido en la urbe) impactados

rotundamente en tu alimentación (la resequedad

en los labios denuncia la sed)

Reducido (vuelto poster

contra el consumo de cocaína

o alguna tribu urbana) a ilustración

de una artificial (diseñada) verdad (injertada) (oreja

plástica en el lomo de la rata

sonríe) permite

la imagen de tu cuerpo trasminarse

de convenientes significados

que nutran de felicidad a los demás (tu cuerpo

hecho pan      migajas

para alimentar a los cerdos) (trocitos de ti

para los peces) (tu dolor      migajas

esparcidas por un niño

en plena plancha del Zócalo un domingo por la tarde

para las venenosas palomas)

(palomas venenosas aleteando por el cuadrado celeste contaminado del Zócalo

Su mierda blanca tradicionalista escurriendo sobre la catedral

de tu cuerpo) Conclusiones políticas eres

no eres      representas         (hacen que representes

hacen que tu cuerpo diga las cosas que ellos quieren) Tu imagen

emerge

de tu cuerpo (poros) (pelaje) (cicatrices) (un ojo

más chico que el otro ojo) delata

la relación (confrontada) (conflictuada) (minada

de reajustes y

paréntesis y

remodelaciones a

baches sobre baches) que tienes con

lo que      se supone

eres (tu persona anclada a la imagen de tu persona anclada

a tu cuerpo)

 

Tu cuerpo anclado a lo que los demás quieren ver en la imagen de tu cuerpo

 

AZAHARA ALONSO. DIGRESIONES ALREDEDOR DEL TURISMO, ¿UN EJERCICIO DE GOZO?




*

La mirada extranjera es casi siempre inocente y sesgada, y se manifiesta en oraciones rotundas, como cuando digo que el encanto de esta isla reside en la dificultad para entrar y salir de ella. No todos sus habitantes piensan lo mismo, y han empezado a ansiar una idea de progreso tan rápida y peligrosa como las habituales, que tiene la forma de túnel subacuático o de puente para unir ambas tierras, aunque por ahora solo los separa a ellos por sus opiniones. Es probable que el estilo de vida del lugar cambie por completo, que ya no sea viable dejar las llaves de casa puestas por fuera. Es seguro que el ecosistema se resentirá, reconocen todos. Pero es importante por el turismo, por los empleos. O, como dice Óscar Calavia: «No hay actividad, por nefasta que sea, que no pueda justificarse por los puestos de trabajo que genera».

*

En un primer momento, parecía que la caída de la Azure Window supondría un letargo en el turismo de la zona y, en consecuencia, de la isla. No tenía por qué ser así, en las mismas coordenadas hay otras tres atracciones: Fungus Rock, Blue Hole e Inland Sea. Cada una tiene su propio público: la primera interesa sobre todo a quienes disfrutan con la historia y sus hitos, ya que esta roca es conocida por disponer en su cumbre de una hierba medicinal muy codiciada por los ingleses durante su ocupación (con el tiempo, se demostró que no tenía las propiedades que se le atribuían), pero también, mucho más pintoresco, por haber resguardado en los muy anteriores tiempos púnicos a algunos piratas en la bahía que cierra; el Blue Hole es un pozo de agua cristalina al que los instructores de buceo llevan a sus alumnos; Inland Sea, unos doscientos metros hacia el interior desde la extinta Azure Window, es la laguna formada por una oquedad en la roca, un mar interior sobre el que en semicírculo se cierra un mínimo puerto pesquero ahora destinado a ofrecer paseos en barca para admirar la zona. A pesar de la desaparición de su principal reclamo, los isleños no renuncian a mantener el rédito de la antigua ventana natural y, sumando esto a sus supersticiones, han querido llevar ahora la atención hacia un nuevo punto: una cara de perfil que supuestamente aparece en los restos de las rocas caídas. De forma similar, en un libro sobre algunas curiosidades del archipiélago se invita a ver un segundo rostro. Solamente se accede a su imagen desde una barca a través de ese mar interior y, en palabras de sus autores, «la cara mira hacia el lugar donde el arco natural de la Azure Window se mantuvo, y parece haberse quedado congelada en el shock de su ausencia, un sentimiento compartido por muchos». Es lógico que tengamos nuestras reservas.

 

*

Esperar ordenadamente nos hace más civilizados, y también parte consciente del enorme volumen de personas con los mismos deseos. Es una de las formas de vivir en comunidad, algo que nos da la idea clarísima de que no estamos solos ni somos los únicos que vamos a hacer algo. Hay decenas, centenares o miles de personas que quieren hacer lo mismo al mismo tiempo. Nace entonces una de las paradojas del turismo contemporáneo: el anhelo compartido y ya imposible de ir a un lugar desierto.

 

*

En realidad, y como de casi todo, de la Ciudadela tuve noticia a través de un mapa. Primero estudio el plano del lugar que habito y después el terreno, a brazo partido contra la lógica. En la escuela de idiomas me habían dado uno. Entre clase y clase, si es que a esos encuentros dentro del aula los podíamos llamar así, los extranjeros merodeábamos por el pequeño edificio a las afueras de un pueblo de la zona oeste y su patio, orientado al este y desde el que se veía gran parte de la isla, que por entonces parecía insondable. Por el hall se paseaba también George, aunque con mucha más seguridad. Era algo así como el bedel de la escuela, pero no hay oficio en la isla que se parezca al del continente. George hacía bromas muy blancas sobre la procedencia de cada estudiante, nos daba palmaditas en la espalda y nos contaba de primera mano algunas de las cosas que ocurrían en la isla durante esas semanas. Nada que no pudiéramos saber aunque llevásemos dos días allí: fiesta en el Roof Garden, fuegos artificiales, cuál es la playa oficialmente más bonita del perímetro. Hubiera sido mejor que nos contase cómo funciona la relación entre el aire y las medusas, o la manera de conseguir que los camareros no nos dieran la carta con precios para gente de fuera. El primer día hizo entrega del mapa, cuya producción estaba patrocinada por un nuevo supermercado y se conseguía normalmente en la oficina de turismo, donde trabajaban su hermana y su sobrina. Sin mucho detalle, en el espacio de un folio se mostraba la isla y se señalaban únicamente los nombres de los pueblos principales, las playas y los lugares de interés turístico (cada cala, una sombrilla, una cruz por cada iglesia).

 

*

Mi compañera de trabajo, Jess, era amiga íntima de aquella pareja. Había estudiado Turismo y se esforzaba en hablarme en español, aunque apenas recordaba del colegio y un par de viajes algunas expresiones —«Holaguapacómoestás»—. Tenía grandes planes de futuro que incluían estudiar Cine en Inglaterra, pero murió poco tiempo después, cuando un jovencísimo policía ebrio chocó frontalmente contra su coche una madrugada. Ni siquiera fue juzgado.

 

*

De los pocos lugares que he visitado hasta la fecha (no hay en mí esa ambición de poner chinchetas sobre un mapa colonizado, sino de volver una y otra vez a los mismos o, como decía Buñuel: «Nunca he viajado por placer. Esa afición por el turismo, tan difundida a mi alrededor, me es desconocida. No experimento ninguna curiosidad por los países que no conozco y que nunca conoceré. Por el contrario, me gusta volver a los sitios en los que he vivido y a los que me atan los recuerdos»), en todos he conocido sus cementerios por una oscura afición. Del mismo modo, imagino que los amantes de las artes plásticas visitan los museos, los creyentes van a los templos, y los cocineros y entusiastas de la gastronomía en general quieren conocer siempre los mercados, ansiosos por ver con sus propios ojos el núcleo de la vida de esos sitios, entre la familiaridad y la extrañeza. Sin embargo, desde hace unos años todo el mundo visita parques y museos, los ateos sin interés en el arte acuden en masa a las iglesias y nadie olvida los mercados, incluso quienes no tienen maña culinaria y se alimentan habitualmente a base de platos precocinados. ¿Qué les interesa honestamente, qué les lleva allí si ni siquiera conocen la mayoría de esos lugares en su propia ciudad? Supongo que una curiosidad adiestrada.

 

*

¿Y cómo sabe una lo que hay que ver en un destino? Pues nada más fácil, porque siempre está indicado en las guías, los artículos, los paneles informativos, las redes sociales, los libros de viaje —tomo aire—, los folletos de museos, la referencia de quienes ya lo han visitado, las señales a pie de calle, la oficina de turismo. La red está inundada de artículos ciudad, titulados «Qué ver en X», donde la equis es cualquier calle, pueblo, país, espacio acotado por distintas arbitrariedades. Instagram está infestado de geolocalizaciones, como si los usuarios tuvieran la compulsión de hacer público siempre dónde están. Todo esto responde a un ansia de consumir espacios con los ojos: ver, ver todo lo posible de ese sitio al que uno viaja para que así no parezca un desplazamiento en balde. Tantos siglos después, es cierto de una manera nueva: veni, vidi, vici.

 

*

MacCannell habla de ese proceso por el que determinados sitios, hasta entonces indisociables de su contexto, acaban siendo puntos neurálgicos del turismo, porciones aisladas de espacio. Basándose en la semiótica, propone que cada atracción turística es un signo que representa algo para alguien, y por eso es necesario llamar la atención del turista a través de un marcador del lugar. Se trata de una pequeña o escueta información que supone el primer encuentro de quien viaja con una vista obligada. No con ella, sino con su representación: su nombre, su imagen o un plano sencillo de dónde se encuentra. Esto explica por qué personas sin intereses específicos en un mercado acuden a él cuando no es el de su localidad. El gusto es tan maleable que basta con generar un marcador de espacios, una sencilla llamada, para que a casi todo el mundo le apetezca ir a esa zona e incluso, una vez allí, se sienta satisfecho y haga gestos de complacencia. Le han dicho que es importante verlo, le han señalado cómo llegar, sabe qué cosas merecen la atención del objetivo de su cámara, sabe qué imagen puede ser envidiable.

 

*

Pensando en Xiapu, también hay una respuesta a ese fenómeno en el libro de MacCannell: el turismo convierte la relación del ser humano con su oficio en atracción. Y añade que «la relación entre el hombre y su trabajo es potencialmente mucho más compleja que el modo en que se presenta en el protestantismo, en el capitalismo o en el turismo». Curiosa equiparación de sistemas que yo no podría haber sugerido mejor. Se habla entonces de la sacralización de los lugares. Pero «lo sagrado es la repetición», mi único talento.

 

*

Cuando decidimos ir a vivir a la isla, todavía no conocíamos a nadie que hubiese estado allí. En aquella época, la mayor parte de su turismo lo protagonizaban los británicos y los jóvenes que iban a estudiar y practicar inglés durante unas semanas a la isla grande del archipiélago. Esa era la parte oficial, no por ello menos cierta, pero a los españoles se nos conoce en el país, desde entonces, por ser gente aficionada a beber en la calle, a gritar y a ensuciar. Nuestras primeras investigaciones en Internet no fueron en la línea de qué ver en las islas, teníamos mucho más interés en saber, por ejemplo, si encontraríamos demasiados problemas para alquilar una casa para una estancia larga o si todavía podríamos movernos en los míticos autobuses coloridos de la Cooperativa (y no pudimos, para entonces ya había llegado una multinacional inglesa). A pesar de no tener conocimiento directo, varias personas nos dijeron que teníamos que ver allí dos cosas: la fábrica de PLAYMOBIL y Popeye’s Village. Mi infancia no estaba demasiado ligada al recuerdo de esos muñecos, y de Popeye solo me había quedado la imagen de las espinacas y un ancla en un bíceps inusualmente marcado. ¿De verdad entonces tenía que visitar aquellos destinos?

 

*

 

¿EN QUÉ MOMENTO mi vida empezó a ser accesible solo en vacaciones? Padezco el síndrome de la isla en plena meseta, y eso a pesar de haber vivido en una isla de verdad hace tiempo. Su atractivo principal, antes de la tormenta de chanclas y fiestas, era el silencio. SHHH, IT’S THE ISLAND, decían los carteles del ferri indispensable para llegar a ella, y también los de la oficina de turismo. No mentían, lo raro era escuchar algo. Como la noche en la que varios gatos se pelearon debajo de nuestra ventana. No llevábamos allí ni diez días y yo me desperté pensando que era el fin del nuevo mundo. Mi capacidad para el drama es excelente. Desde entonces y en aquella primera casa, no hubo noche en la que no me despertara sin razón y deambulara por el largo pasillo hasta la cocina, abriendo la puerta de todas las habitaciones, fascinada y muerta de miedo por la cantidad de mar que me rodeaba, por el silencio. Es difícil contar cómo se vive allí, mimetizar las palabras con su calma. En la ciudad grande soy eficiente, el estrés resulta ameno (ya se sabe lo que se elige entre el dolor y la nada). En la isla, en cambio, vivía de mirar el cielo, que era más grande que en cualquier otro lugar. Un reflejo azul porque, de tan pequeña, la isla es casi agua. Yo solía ser una de esas figuras que caminan sobre las azoteas, y disimulaba mi labor de lectora y contadora de nubes. «¿Cuál es tu oficio?», me preguntaban. Tenía que morderme la lengua para no decir que los idealistas nunca han vivido de la tierra.

 



Azahara Alonso, Editorial: Siruela, 2023