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domingo, 2 de noviembre de 2025

JAVI GIL. INTERSECCIONES DE ÁNGEL CERVIÑO (Conversa a propósito de Poco Lázaro y Mi religión)

 Muy buenas a todos. Primero, mi agradecimiento a Enclave, que tantas veces nos ha escogido ya, a Luz Pichel, que nos ha querido acompañar hoy, y, por supuesto, a Ángel, que ha venido de Vigo a competir con nosotros este rato alrededor de sus dos libros Poco Lázaro y Mi religión. Mi intervención va a ser básicamente un cuestionario, para escucharte, Ángel, más que cualquier otra cosa. Pero voy a empezar con una cierta información privilegiada, una pequeña explicación tuya que me diste sobre Mi religión en la que comentabas que «la idea de partida de Mi religión era observar los actos más comunes de la existencia como restos de comportamientos rituales. La vida como rito iniciático. Iniciación a la nada. / Ahí entran de pleno los aspectos teatrales, y no podemos olvidar que el teatro y todos los comportamientos escénicos tienen un origen sagrado y ritual».

 Y tirando del hilo que supone esta pequeña hoja de ruta tuya, te voy a ir preguntando, si te parece, sobre varias interacciones y/o intersecciones de estos dos libros que presentamos hoy, pero que se presentan con diferentes ropajes en tus otros libros:

 Javier Gil Martín (JGM): ¿Cómo crees que interacciona tu labor poética con la vinculada al arte plástico, como comisario, pero sobre todo como artista? Para quien no lo sepa, Mi religión está ilustrado por el propio Ángel, que además ilustró también otro libro de Cartonera del escorpión azul, de Paco Layna, Vuelta e ida.


Ángel Cerviño (AC): Creo que son dos líneas trabajo paralelas, en el sentido estricto de que nunca se cruzan. Dos actividades nunca coincidentes. Ahora hace unos años que no pinto y ya no tengo taller, pero cuando compatibilizaba las dos tareas, pintar y escribir, nunca eran simultáneas, necesitaba parar con una para empezar con la otra, como si cada una requiriera la totalidad de mi atención. El comisariado, quizá porque también conlleva un componente de escritura, no se muestra tan exigente en cuanto a exclusividad.

Creo que mi mente entrenada plásticamente durante años, antes de comenzar a escribir de manera consciente y continuada, me lleva a conceder mucha importancia a los aspectos plásticos (tipográficos y compositivos) de todos los libros. Un diseño editorial que trabaja mucho los valores visuales de cada página.

Y, por otro lado, creo que mi familiaridad, y mi querencia, con los movimientos conceptuales en las artes plásticas de los años 60-70 han marcado mucho la tonalidad de mis trabajos con la escritura. Movimientos como Fluxus y las segundas vanguardias de los sesenta (en los que el lenguaje juega un papel importantísimo) han sido las fuentes donde ha bebido mi escritura, y quizá los responsables de mi desapego frente a las literaturas del yo, y la poesía confesional y memorialística.

Siempre me he tenido a mí mismo como un explorador del lenguaje más que como poeta o cualquier otra cosa.

 JGM: En ambos libros hay una presencia de lo religioso, lo ritual o lo sagrado, que va de la mano de lo teatral, señalado en su epílogo por José Antonio Llera y que también han apuntado poetas y críticos (o poetas críticos) como Chús Arellano y Vicente Luis Mora. ¿Qué nos dices por ahí?

AC: Realmente no puedo líbrame de esos asuntos, no es algo premeditado, pero ahí están, siempre presentes. Mi formación es más sociológica y política que literaria. Desde muy joven he estado fascinado por la antropología, y soy un lector compulsivo de todo lo que tiene que ver con las innumerables respuestas del ser humano ante los misterios de la existencia y lo numinoso. Tanto Mi religión como Poco Lázaro beben de esas fuentes. Muchos de los ritos y ceremoniales que recojo ahí y parecen auténticos disparates han salido de informes y estudios de Mircea Eliade, Lévi-Strauss, Malinowski o Marcel Mauss.

Y, por supuesto, toda la actividad escénica y dramática tiene unos orígenes sagrados y rituales. Lo teatral tiene un peso enorme en mi trabajo, por muchas razones diferentes, pero ese aspecto de celebración ritual de los misterios es una de las más importantes.

Estoy absolutamente cautivado por las elaboraciones simbólicas, preceptivas y ceremoniales que hemos tenido que inventar durante miles y miles de años, en cualquier rincón del planeta, para poder sobrellevar la terrible levedad de la existencia.

 JGM: Es evidente la continuidad entre ambos libros, y me decías, si mal no recuerdo, hace un tiempo que Poco Lázaro tenía algo de apéndice y continuación de Mi religión, a pesar de que su orden de aparición es inverso (no sé si su orden de escritura también). Dinos por ahí cómo ves si relación.

AC: Por mi forma de proceder, podría decirse que los dos textos nacen de los mismos silos y lagares, los cuadernos, donde todo el material que voy recogiendo se apila sin orden ni concierto. Luego comienzan los trasiegos y maduraciones, introduciendo un principio de orden y generando agrupaciones que, si todo va bien, acabarán creciendo, ramificándose y convirtiéndose en un texto dotado ya de cierta coherencia.

Posiblemente fragmentos largos de Mi religión se conformaron con anterioridad. Luego Poco Lázaro se fue armando con más celeridad y comenzó su camino editorial, y Mi Religión tuvo que esperar hasta que encontramos el formato adecuado. 

Creo que ahora aquella posible plaquette se ha convertido en un texto perfectamente encajado en su formato de “misal povera” con su estampita y todo. 

Cartonera del escorpión azul ha proporcionado al librito el perfecto soporte material, creo que hemos producido un objeto precioso.

JGM: Por último, en esa confesión tuya mencionas la condición de la vida como una «iniciación a la nada» y por ahí se podría pensar en la poesía como un testamento, quizá, ¿ves que por ahí podrían funcionar estos dos libros?

 AC: Esto tiene que ver con la respuesta a la segunda pregunta, creo que después de haber conocido decenas de caminos y experiencias iniciáticas, en las más variadas culturas, es inevitable establecer el paralelismo o la analogía con el propio camino de la existencia; es decir, desandar e invertir el dispositivo alegórico que convirtió el rito de paso en una representación del camino de la vida.

Más que un testamento (en lo que tiene de conclusivo, de caso cerrado), veo el trabajo poético como un cuaderno de campo o como bitácora: este fue mi camino, estos los genios y demonios que me he ido encontrando, las ayudas y zancadillas, los peligros y goces del camino. Si nuestro lugar en el mundo es una construcción del lenguaje, la iniciación solo conduce a un más allá del lenguaje, a una exploración de los lindes: la poesía, a falta de mejor nombre.

Sucede que en todos esos rituales se camina hacia la luz, hacia un estado superior de la conciencia, o hacia una comunión con la divinidad, pero nosotros —desgraciados y desprotegidos hijos de la Ilustración— sospechamos que en realidad solo se camina hacia la disolución química de los materiales que nos conforman. Y tampoco está tan mal un poco de descanso después de tanto ajetreo.

 

JGM: Para terminar, me gustaría hacer pública aquí mi adhesión con esta declaración de Mi religión:

 «Rendimos culto a la tenacidad de la mala hierba / y a la húmeda lubricidad de la lengua materna».

 Muchas gracias, Ángel, por tus respuestas y por este libro tuyo.

AC: Me encanta esa cita. Gracias a todos vosotros por la paciencia de escucharme.