Los fragmentos de la noche
Cómo
aislar los fragmentos de la noche
para
apretar algo con las manos,
como
la liebre penetra en su oscuridad
separando
dos estrellas
apoyadas
en el brillo de la yerba húmeda.
La
noche respira en una intocable humedad,
no en
el centro de la esfera que vuela,
y todo
lo va uniendo, esquinas o fragmentos,
hasta
formar el irrompible tejido de la noche,
sutil
y completo como los dedos unidos
que
apenas dejan pasar el agua,
como
un cestillo mágico
que
nada vacío dentro del río.
Yo
quería separar mis manos de la noche,
pero
se oía una gran sonoridad que no se oía,
como
si todo mi cuerpo cayera sobre una serafina
silenciosa
en la esquina del templo.
El fragmento, desde
hace mucho tiempo, goza de gran prestigio como posibilidad constitutiva de
nuevos significados. Lo mismo sucede con la idea de centro, que se lee y vive
como núcleo de poderes y eje desde el que se irradian. Su abandono se produce
en beneficio de los márgenes, aledaños donde habitan lo marginal, la
alternativa y, por consiguiente, el disentimiento. Ya es una costumbre de la
crítica. En este ejercicio he seleccionado un fragmento, las primeras diecisiete
líneas del poema de Lezama, de un total de sesenta y seis, en una tentativa por
constatar que las marcas que definen su final pueden ser intercambiables y, en
última instancia, eliminadas, a modo de “tachismo” del que surgen nuevos
textos. Mi pretensión es convertir algunas palabras en sus contrarias, en un
nivel exclusivamente léxico, y evidenciar que el resultado no es la negación
del original. Primero, vayamos al escolio aparentemente clarificador.
1. Aislar: separar lo que se percibe en unión. Aislar
los fragmentos: entresacarlos con un fin específico. Los fragmentos de
la noche: desde San Juan de la Cruz no es lo mismo la obviedad de la noche
oscura que la noche oscura del alma como indicio del tormento no corporal, y
menos aún cuando de afanes del ánimo se trata. ¿Para qué aislarlos? Para
apretar algo con las manos, manos vacías que anhelan sujetar, sostener, dar
cabida a algo, como cuando se juntan para beber agua. Lo que sea, pero
en el escenario de la noche. El sujeto, de este modo, manifiesta una debilidad,
una carencia, un deseo. El texto se inicia con el adverbio interrogativo cómo,
al que le suceden, en ristra de respuestas, une serie de comos conjuntivos
que introducen el segundo término de
la comparación: como la
liebre penetra en su oscuridad //
como los dedos unidos // como un cestillo mágico. Esta serie de
comparaciones termina con la locución conjuntiva como si, que indica una
posibilidad no real.
2. La liebre penetra en su oscuridad: penetrar es entrar dentro, no en la oscuridad
de la madriguera, sino de la noche, es decir, entrar en lo que está afuera. No
hay oxímoron sin antónimo.
3. Separando dos estrellas: las estrellas dotan de luz a la oscuridad de la noche,
la matizan. La liebre se fija en dos estrellas del universo, al igual que antes
se quería aislar los fragmentos de la noche. Esa luz estelar se deposita en el
brillo de la hierba húmeda, el relente.
4. Sin embargo, la noche respira en una intocable
humedad, está viva pero no vida tangible. El tacto es el sentido
verificador. No es posible, pues, ratificar sino tan solo percibir.
5. Hasta aquí, los seis primeros versos, porque el
séptimo se abre con una especie de médula en negación, el meollo de lo
percibido: no en el centro de la esfera que vuela. El adverbio “no”
divide esta primera secuencia, secuencia expresada en un tiempo presente, como
dos bóvedas unidas y ahora separadas por ese “no”. Es un recurso muy habitual
en Góngora y en la poesía barroca clásica: focalizar la atención en una palabra
que abre la línea. Pensemos en un templo partido en dos mitades por una
negación, una geminación perfecta, el hombre de Vitrubrio de Leonardo y el Taj
Mahal convertidos en escritura que infunde el equilibrio. Seis líneas encima y
seis líneas debajo, en presente. Y a partir de ahí se pasa al pretérito
imperfecto que dominará por extenso el texto del poema. Una simetría bilateral
exacta, como en el patrón de subida / bajada de Beowulf, un palíndromo
vertical. No en el centro
de la esfera que vuela, sino en las
inmediaciones, márgenes lejanos o cercanos donde flotan, oscilan los
fragmentos. Lo centrífugo cede paso a lo centrípeto, otra sustitución acaso
convertida por el uso en lugar común. La tierra es una esfera, aunque imperfecta,
pero huimos del geocentrismo para evidenciar que, en cualquier caso, una esfera
es una superficie formada por un conjunto de puntos, fragmentos, equidistantes
de un centro axial. Porque el centro tiene, a su vez, otro centro en su
interior, de lo más externo a lo más interno, de la noche estrellada del
macrocosmos a lo más sucinto y subsumido del microcosmos, en el que se incluye
la memoria, la emoción y el poema con que se expresa.
6. Va uniendo, esquinas o fragmentos, / hasta formar
el irrompible tejido de la noche /:
¿podemos hacer una lectura holística, es decir, asumir que el "todo" de la noche
es más complejo que una simple suma de sus fragmentos constituyentes? Este
tejido irrompible de la noche, es sutil y completo como los dedos unidos /
que apenas dejan pasar el agua: nada que sea completo puede tener fisuras,
como así sucede en la unión de las manos que intentan contener agua.
7. Esas manos que contienen agua se
asemejan a un cestillo mágico /
que nada vacío dentro del río,
imagen de lo que no se consigue retener, o la noche no reunida en un único
sentir, una única percepción que penetra y se adentra en un absoluto exterior.
Hasta aquí, hasta este verso número trece, el tiempo verbal es el presente.
8. Yo quería separar mis manos de la noche: aparece el imperfecto que indica un deseo no
cumplido que se confirma en la aparición inmediata del “pero”. La escritura ya
manifiesta claramente lo que se intuía. Al principio era aislar los fragmentos
de la noche, luego separar la luz proporcionada por dos estrellas. Ahora es
separar las manos de la noche, convertirlas en fragmentos individualizados.
9. Pero se oía una gran sonoridad que no se oía, / como si todo mi cuerpo cayera sobre una serafina / silenciosa en la esquina del templo: “Su significación es desacuerdo. En la bifurcación / del corazón no hay templo para Apolo”, decía Rilke en su tercer soneto a Orfeo. Apolo, el jefe de las musas, no tiene cabida en el corazón del artista, que se guía por directrices no ecuánimes. El templo partido en dos mitades por una negación axial, lugar sagrado donde el silencio ocupa lugar en la audición y también en el desacuerdo. Pero no en el centro, de la noche, del templo o del corazón, sino en la cúpula, en la esquina, en la parte más alta y alejada del altar.
Ahora, la versión originada en los
contrarios semánticos. He marcado en
negro las palabras que he alterado, van en oposición léxica.
Los fragmentos de la mañana
Cómo
aunar los fragmentos de la mañana
para
apretar algo con las manos,
como
la liebre penetra en su claridad
congregando
dos estrellas
apoyadas
en el brillo de la yerba húmeda.
La mañana
respira en dos tangibles humedades,
sí
en el centro de la esfera que no vuela,
y todo
lo va desuniendo, esquinas o fragmentos,
hasta deformar
el quebradizo tejido de la mañana,
tosca
e incompleta como los dedos unidos
que
apenas impiden pasar el agua,
como
un cestillo ordinario
que
nada lleno dentro del río.
Yo
quería atar mis manos a la mañana,
pero
se oía una gran insonoridad que se oía,
como
si todo tu cuerpo cayera sobre una serafina
ruidosa
en el centro del templo.
1.
Cómo
aunar los fragmentos de la mañana.
Deseo de concordia de aquello que parece desunido, aunque aún es pronto para
saber si se trata de deseo.
2.
Para
apretar algo con las manos: solo
con las manos se aprieta, se ciñe, se aferra en la evidencia que proporciona la
luz.
3.
Como
la liebre penetra en su claridad:
es difícil concebir que lo claro sea impenetrable. Sin embargo, la liebre,
animal huidizo, es capaz de encontrar, solo con instinto, escollos, óbices en
la trasparencia, en la nitidez. ¿Es el “tema” la claridad meridiana o es la
oscuridad que encierra en sí lo más luminoso? ¿Gira en torno a un lugar
bastante común que alude a que la luz es lo que más ciega?
4.
Congregando
dos estrellas: la liebre o la
luz convocan a dos estrellas. No una, no tres. Claridad / oscuridad; yo / tú
(como veremos); atar / desatar, dos elementos en juego en relación antitética.
5.
Apoyadas
en el brillo de la yerba húmeda:
el apoyo es un receso, una ayuda o un descanso en lo vivo, en lo que rezuma
humedad.
6.
La
mañana respira en dos tangibles humedades: solo respira lo que está vivo. Si son dos estrellas,
son dos humedades, pero es una falsa humedad, porque la luz de las estrellas es
la luz de su muerte. La velocidad de la luz y la del sonido. Solo lo vivo tiene
humedades, no así lo muerto, como el fulgor muerto de las estrellas, explotadas
hace millones de años pero cuyo resplandor llega al presente.
7.
Sí en
el centro de la esfera que no vuela:
la disección de dos mitades mediante una tajante afirmación. Negar supone
oponer una idea a otra previa, un tono, un color, una subordinación. Afirmar
supone ratificar, negar el avance, otorgar rango valedero a lo existente. Ambas
suposiciones son falsas, como falsa es la luz de las estrellas, pero permite
llenarse los ojos de mundo. Se dice que es una esfera que no vuela,
quieta, casi apoyada en el mismo brillo anterior. Sabemos que el centro de una
esfera es el punto respecto al cual equidistan todos los puntos de su
superficie. Si se trata de un triángulo, el ortocentro es el punto donde se
cortan las tres rectas que contienen las tres alturas de ese triángulo.
Amanecer y puesta de sol se congregan en la “dudosa luz del día”. Esfera y
línea recta se congregan en una lejanía y cercanía que estrechan la longitud
que les separa. Consideramos que la distancia se mide en progresión lineal,
aritmética, geométrica, pero al igual que dos líneas paralelas se unen en el
ojo humano en un punto futuro, la distancia puede ir hacia atrás, e inundar el
origen limpio con la espesura final, dotar de experiencia al nacimiento, de mar
al manantial. Lo mismo sucede en el poema. También en la emoción, en el llanto
y la risa. Heráclito y Demócrito esperan a un tercer partícipe del ánimo, el
tercer ángulo.
8.
Y
todo lo va desuniendo, esquinas o fragmentos: la mañana presta mayor atención a sus límites, las
aristas de su frontera luminosa. El fragmento también es unitario, unidad que
la luz desmantela, atomiza en otras más breves unidades. Todas esas esquirlas
no forman la luz, pero bajo su tutela la evidencia puede dejar de serlo. No es
solo una paradoja que vayamos entrando en la espesura, en todas las acepciones
que recogen los diccionarios.
9.
Hasta
deformar el quebradizo tejido de la mañana: podemos pensar que la mañana no tiene los mismos
matices, en la escala y gradación de la luz y, por tanto, en la disposición
gradual de todo lo que ilumina. Pero no solamente es eso. Frente a la
uniformidad de lo oscuro, donde sí hay distancias pero invisibles, la cercanía
y la lejanía varían bajo el conjunto de partículas o rayos luminosos de un
mismo origen, el haz y el envés de las distancias.
10. Tosca e incompleta como los dedos unidos: los dedos son las porciones distales de la región
de la mano, los diez extremos de las extremidades, el punto más alejado del
centro, el ombligo, la primera herida, la primera cicatriz. Su unión es también
tan imperfecta que el agua que se desea beber se infiltra, se pierde en la
fisura.
11. Como un cestillo ordinario / que nada lleno
dentro del río: claro, se
compara el hueco formado por las manos unidas con un cesto, no un cesto
especial, sino uno ordinario. Esto quiere sugerir que es un recipiente tejido
con juncos y mimbres y, por lo tanto, inútil para la contención del agua, aún
más inútil en el interior de un río, que niega en su profundidad el empleo de
los objetos que contienen líquidos. Yo quería atar mis manos a la mañana:
hemos visto que la mañana es la desunión en la aparente unidad que proporciona
la luz. Aparece una voz pronominal, sobre la que gira el poema. Hasta ahora, la
presencia de ese “yo” era implícita, ahora es explícita, el acercamiento de dos
contrarios. Formula la voz poética un anhelo, aunque de difícil cumplimiento
por el repentino cambio del tiempo verbal, del presente al pretérito
imperfecto, otra imperfección. Se corrobora la impotencia en la línea
siguiente, en el “pero” adversativo. ¿Qué introduce esa contrariedad
gramatical? Pero se oía una gran insonoridad que se oía: en física, la
onda esférica es tridimensional. Una onda sonora puede ser esférica cuando se
propaga a través de un medio homogéneo, como el aire o el agua en reposo, nunca
un río. La luz es una onda electromagnética. En el poema, la adversación se
traslada hacia lo sucedido en líneas anteriores, deja su lugar gramatical.
Hemos pasado de la luz al sonido, el sonido de cada fragmento y cada
imperfección. Se percibe en los oídos lo que no emite sonido, que se oye por
otro proceso psicofisológico. No es el silencio. El poema ha congregado no a
dos estrellas, no a dos términos opuestos, no una representación de lo sentido
en correlato dual. La lengua ha congregado al tercer partícipe en la
manifestación del ánimo. ¿
12. ¿A quién y por qué se dirige lo escrito?: como si todo tu cuerpo cayera sobre una serafina / ruidosa en el centro del templo. El interlocutor no alude a un escenario de comunicación, sino a otro fraccionamiento del cuerpo, sensorial y lingüístico, fragmentado en oídos y ojos, como si fuera un paño, una tela caída. Ruido en los oídos, engañosa claridad en los ojos. Y ¿dónde sucede todo esto? En un templo, en un lugar donde se rinde culto al saber, la fe, la justicia, la certidumbre. ¿Y dónde dentro del templo? En el centro, en el interior de todos los interiores, en el último fragmento. El mundo exterior, animal, vegetal, cósmico, en dirección contraria para negar la contrariedad.
Posible resumen de la “versión
noche”. Un sujeto carente busca en la oscuridad, en algunas de sus partículas
nocturnas. Las criaturas distinguen la luz que procede de las estrellas. Lo más
lejano e inmenso se acerca a lo más cercano y minúsculo. La noche une en sí
todos los elementos que la componen, pero es una unidad frágil y por eso el
sujeto que carece se siente parte de esa quebradiza plenitud. Conciencia y
contemplación van de la mano. Fin.
Posible resumen de la “versión mañana”. La claridad facilita que todo sea notorio. Sin embargo, es falso que se acceda sencillamente a su evidencia. Si la oscuridad abraza en unión todo lo que cubre y oculta, la luz dispersa y manifiesta los errores de lo cercano e inmediato. Pero algo más consigue, logra que bajo su égida todo lo percibido carezca de exactitud, incluso los límites de lo que se desea, incluso el contacto de la interlocución, y se diluye en lo amorfo e inarticulado, igual que cualquier ruido. ¿Cómo se convierte esta naturaleza informe en palabra y en sonido identificable? Y en esta tesitura, ¿se hace necesario otro poema? Conciencia y escasez van de la mano. Principio.
En este ejercicio que ahora
terminamos, los sinónimos y los antónimos no se encuentran en mitad del camino,
como si se tratara de la virtud aristotélica, sino que se invitan de mutuo
acuerdo a relativizar el exclusivismo lingüístico. Si bien
los dos poemas son distintos, no son únicamente la otra cara de la moneda:
asumo que la mayor diferencia está en la lectura propuesta, no en el resultado,
que es obvio, sino en la tensión, en el “voltaje” de mi comentario. Esto es
inevitable desde el momento en que, antes de ser intérprete, soy lector, lector
consciente de que leer no equivale a explicar. Invito a un paso más en el
ejercicio: reescribir el segundo poema en dirección opuesta, negando lo negado.
Como el resultado dependerá de un enorme abanico de lecturas, dejo aquí este
ejercicio para que sean otros ojos los encargados de la tarea, con la casi
seguridad de que la sinonimia habrá de diluirse bajo el foco de su frágil
convicción.


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