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domingo, 23 de noviembre de 2025

JORGE AULICINO / REVOLUCIÓN, DIVINO TESORO (BARNACLE, 2025)

 


karolina wojtas


Un cruce, una forma de adscribir al pensamiento apasionado de una época que no se caracteriza por ejercitar esas formas de la dificultad; en “Revolución, divino tesoro” Jorge Aulicino se vale de una mirada que no escatima lucidez ni melancolía para proponer al lector una versión de los desastres que suponen algunos vínculos, algunos vacíos, algunas derrotas (“Llorar por lo que se creyó / no por lo que nunca se realizó”). Las pequeñas tramas de la vida cotidiana en una ciudad que ya no es recíproca ni benigna son el escenario en el que transcurren los días y noches y desvelos, los personajes, los ocasos y el pulso en la guitarra argentina, que integran este poemario (“Viva viva la anarquía / Viva el movimiento obrero / Y los gorriones / en enero”). Pero es el furor y la lucidez permanente el nexo de estas piezas: carentes de cualquier certidumbre respecto de hacia dónde se dirigen (ellos y con ellos el mundo), solo existe la plena sospecha de haber estado huyendo mucho tiempo (en estas pampas hubo algo llamado ley de enfiteusis). El oportuno registro verbal (la mistura esencial) de tales desplazamientos refieren la evidencia de un quebranto: no es el castellano de la ortodoxia que impone el claustro, el periódico o la red social; es la lengua que indaga, vapulea y absorbe una distorsión para recabar las palabras que suponen “una forma de venganza / contra aquello que los hizo peores, / menores, subalternos”. El que sea valiente que siga a Aulicino.

                                                                                                                                      Alberto Cisnero




Roma

                 No es de mayo este aire impuro.

                     Pier Paolo Pasolini, 

“Las cenizas de Gramsci”

 

Aquel impulso de cambiar la vida

“por mí, por todos”

era ya nostalgia en los sesenta

para Pasolini cuando

escribíamos sin mayúsculas

porque eran para todos las palabras.

Pero Pasolini no lloró sobre la tumba 

    de Gramsci,

ni pensó una elegía

bajo fríos árboles

y gatos en el brezo

los lejanos golpes 

de un martillo en la fragua

y las sombras 

de las arcadas romanas

tanto en San Pedro 

como en el interior robusto 

del comunismo Italiano.

Creía en la vida desnuda aún 

mocosa, vital y harapienta 

de los viejos cuentos,

maravilla y miseria, 

de Canterbury de Boccaccio y de Arabia. 

No cambiaban la vida pero la mantenían

    en un raro y fascinante equilibrio,

alzada entre cúpulas.

En vilo.

 

Ahora tenemos nostalgia no de la revolución

sino de cuando creíamos en ella:

una pura mecánica celeste,

marxista convicción 

y seguridad en “leyes” 

implacables de la historia,

de la voluntad, al tiempo que de la ciega

determinación de los hados hegelianos.

 

Llorar por lo que se creyó

no por lo que nunca se realizó

es una condena que obliga

a girar en una noria

de días y multitud y avenidas

en la tarde, en el anochecer de pájaros

apurados y bocinazos.

 



Jabalina

 

—Una crisis es siempre buena—,

decía en el paraninfo de la Universidad

en cuyos escaños comenzaban 

a rodar botella de plástico vacías, envoltorios.

Era inofensivo;

llevó en sus oídos 

la música de los vientos

tras las góticas ventanas

y se retiró entre los árboles

                                    y pastos,

—el límite de lo políticamente

aceptable—

donde practica artes 

de tiro: lancetas, lanzas,

jabalinas intelectuales,

—incluso agujas hipodérmicas—

y pasa 

entre cosas

el hilo sisal de los rancheros:

ruinas, playas, ruinas

contemplación y rutinas.

.

 

Bajo el acuario

 La hermosa floración de la hermosura

florecía arriba y a los costados de ese túnel

subacuático planeado por la imaginación

estético-naturalística, y difundía

intimidad, claridad y libertad

no devenidas de mobiliario o arredo o

suaves ráfagas de invierno, nieve cadente

bibliotecas fuegos.

 

Pero

el filo trabajado del pensamiento 

histórico dialéctico

vino a cortar el ensueño amniótico.

 

“Los peces no se comen entre sí

porque están bien alimentados”,

dijo el maestro. De lo contrario

veríamos tras los vidrios algas rojas

aguas inquietas escondrijos

ojos de vidrio penetrantes

dientes.

 


karolina wojtas





Memoria de la poesía

 

¿Qué es “el” él?

o ¿qué es la cosa?

nos preguntábamos bajo la

magnolia

su gigantesca sombra; 

pero las relaciones son,

están, nos respondíamos:

las relaciones de producción

no sólo

sino la relación del frío y la uña

—aquel otoño—

la relación de la gema y el puño

del almohadón y la espada,

nos decíamos,

y había botas 

en aquel otoño

que pisaban el

pavimento, autos oscuros

de noche bajo los plátanos

 

(la relación del gusto a sal

con la sangre, con el buen plato

de macarrones;

 

de la memoria con sucesos, hechos,

grandes cementerios en cuyas gargantas

habita una bestia bondadosa).

 



 AM-FM-AM

 

Reconstruye, reconstruye, vociferaba Eurípides,

en el profundo convencimiento de que la música 

   de Orfeo era de carácter mágico, sagrado,

de suerte tal que podría darle otro orden al infierno

e incluso a las atribuciones de los dioses —y hasta

     a los propios reinos de éstos—

con el solo acariciar su instrumento.

Presa de spleen había caído Orfeo,

y el rescate —como era de temerse— se frustró,

     el orden se mantuvo,

durante siglos los trenes partieron y llegaron a horario,

los ríos agitaron juncos y arrastraron lágrimas, sangre,

partes arcillosas de las tierras de labor, desechos...

Ahora suben las mareas más que lo acostumbrado,

el orden pasa de la melodía al tumulto acústico del

     vociferante speaker,

corren los sordos y los mudos, caminan los que 

     debieran correr, ciegos.

Hades se atusa la barba y murmura algo ininteligible.

Feliz, eso sí. Emerge.

 

La Kehlsteinhaus

(El Nido del Águila)

Alpes Bávaros

 

Hitler era sincero, dicho esto sobre esta vieja 

mesa de pura madera pulida

suena indulgente con el monstruo:

no tenés en cuenta que la ideología sacudió 

     su mente

arrasó con lo poco que había en su cabeza y 

     en su lugar

construyó palacios y gestas 

con nubes tóxicas, chiqueros, vuelos de diosas

paganas, muslos codiciados

apretados contra el trasero mientras la boca

decía húmedas bestiales cosas

y se movía la carne cual un acorazado al que Dios 

     no podría hundir.

 

Fue eso lo que le daba impunidad:

la ideología 

la ideología

pegada al culo como una vieja hetaira.

Y no la paranoia, etc.

Era un alemán de verdad, aunque lejano del Kaiser 

     y de las cortes.

Un miserable que creía de verdad en sus

     apariciones

y por esa vía endovenosa

instiló el mismo estimulante en millones

que despertaron quemando libros, asando 

     ciudades,

porque la divinidad había cantado en las nalgas

de uno entre cientos de miles de imbéciles creídos

de un destino, un miserable que lamió baños 

y aireó cuchetas hasta que lo oyeron oídos

como caracolas dispuestas a convertir en 

     tumulto incierto 

de mar o de valquirias el sonido de unos pedos.

 

 


karolina wojtas



El maestro desarrolla su pensamiento

paradojal sobre la masa y el héroe

 

a saber:

 

Las tensiones opuestas hacen la diferencia entre el 

     héroe y la masa:

la pulsión de la masa es la negación, dijo el sabio

bajo el sicomoro. Confucio ha de servirnos

cuando solo cambia una palabra para cambiar la historia,

según recuerda Brecht, y llama ejecución a la muerte

     de un tirano.

 

La masa niega, el héroe afirma.

Lleva la maldita afirmación a un chillido de ganso

mientras mueve sin parar el plumaje,

hasta hartarnos.

 

Ved en el psicoanálisis deseo y heroicidad, considerad

a Maradona y la destrucción: yo digo, y como soy la 

     masa lo escribo en el aire:

el héroe cansa, 

abruma, desgasta los tímpanos,

raya nuestros globos oculares,

no nos deshacemos de él ni muerto:

desde las fauces del león de Nemea

sigue rompiendo el esplendor de la tarde.

¿Quién puede vivir con un héroe gritando en la terraza?

La masa

en cambio eleva sus sombras,

la sombra semeja garras o puercoespines,

peines o suturas,

cavernas o naves,

gatos o navidades,

y este es el gran temor que despierta:

su ductilidad, su amoldamiento,

su mímesis que amenaza el pensamiento

de la pax en las aldeas, nada eterno.

La masa es el cambio y el héroe la roca.

 




 El laborismo mirado desde fuera

 

¿Por qué entregar el estofado, el laurel

     a la inteligencia artificial?

Mozart, la cara de mis viejos,

     el secreto de la esquina,

los tobillos de aquella chica italiana,

el busto de Juanita la panadera

    admirado hasta por las abuelas,

          en su mórbido declinar?

Déjenme en paz caminar hacia la mañana

en la estación de Ciudadela, 

pasar adormilado bajo el puente de Liniers

oyendo el traqueteo, 

 adivinar el olor de los murallones 

      del cementerio judío

        y respirar la niebla oleosa

              a los costados del terraplén

Déjenme soñar con los límites de Fuerte Apache

desde donde salieron futbolistas de primera

con los dientes arruinados para siempre,

traficantes, beldades verdaderas

y desde donde el turco Sdrech,

periodista policial

recibió un día

un balazo en la muñeca

y anduvo diciendo es lo que me faltaba

para sumar a los 18 juicios por calumnias

de ladrones y policías.

 




 La filosofía de la historia

 

Hay zonas de la historia

—dijo el filósofo inclemente—

que jamás se recuperarán;

es

cruel,

pero si quieres el monte toma la senda

de las plantas espinosas:

la reflexión

arroja sombras sobre los acantilados

y el faro

gira locamente sobre ellas.




1848

(o Un filósofo en el mundo del satori)

 

Marx navegaba por el mar de las ideologías

y comprendió de pronto que 

ideología quiere decir mentira

—y dejen de joder con “visión del mundo”, profirió

en perfecto alemán

—es decir dijo Weltanschauung.

Su visión del mundo se ensanchó y vio la orilla lejana.

Pero se tardaría mucho en comprender que al desembarcar

se mojó los zapatos y las botamangas.

 



Ku 

 

Si la sincronicidad existe

mientras lees I Ching

alguien se detiene frente a la puerta

de tu casa

nieva en alguna parte

las corrientes contrarias

de la política global

crean un sistema de baja presión

en un camino en los

Bosques Siempreverdes de Taiheiyo

un hombre anciano

le dice a un joven

que no abuse de la cerveza,

no sabemos

si son padre e hijo

o abuelo y nieto o

dos trabajadores 

sin relación de parentesco 

que se dirigen

a Yokohama en un camión liviano,

el clima húmedo de este verano

es simultáneo a la lectura

la cual dice

“el trabajo en lo echado a perder”

(El noble no se apura pero no ceja).

 

Lamento y consuelo de Kublai Khan

 

Oh qué cómodos

los trenes de Europa. 

Los pasillos, las luces, las rápidas estaciones

Los trenes de larga distancia

euros

son mi debilidad,

son mi segundo hogar.

—después de aquella cúpula dorada en la montaña—.

¡Que amables los sanatorios

apenas accesibles para la Horda Dorada, 

pero crearé el Seguro Social, 

y la Medicina Prepaga,

los sanatorios 

con sus cuartos y televisores

son mi segundo hogar.

Qué amables las antenas

celulares

y las grandes parabólicas

en la niebla.

 

Oh los días se deshacen

como el carbón bajo el

golpe de la pala, pero no hay,

no hay ya humeantes locomotoras

no hay vapor en los bosques, no hay 

sino niebla y sombras en la nieve

las luces y las rápidas ciudades.

Mi único hogar es Eurostar.

 

 

La forma segura de pasar la penuria es beberla hasta las heces

 

Dijo el maestro:

 

“¿No nos dijo Hegel

que cada etapa debe ser agotada

y si no

no hay tu tía?”

Entonces recorre y agota

la calle en la que vives en toda

su longitud y si vives en la avenida

más larga de la Ciudad

hazlo en automóvil

o en monopatín eléctrico

—no rechaces las tecnologías 

moderna y posmoderna:

la velocidad, los paneles solares las manicuras

y los vuelos de cabotaje, con las tecnologías

aseguraremos la felicidad en la

Ciudad Futura—.