Círculos
concéntricos
En la enramada
un claro apartado por la
lluvia.
Pudiera resbalar sobre las
hojas
gélidas, podridas
hasta su centro;
pudieran hacerme resbalar
(dos pies echándome a rodar
por la cuneta)
y una mujer exánime allá abajo
y la humedad subiendo desde el
suelo.
Rodeando las ciudades
junto a las avenidas que
permiten penetrarlas
siguiendo el dibujo de los
tréboles
la enramada se ensancha
la hojarasca se expande
repitiendo la humedad.
Desde aquel claro
el cuerpo pudiera desear
no haber abandonado las
ciudades
transparentarse bajo las
bombillas atravesando el parque
asolado por otra claridad.
Incluso yo desearía estar
ahuecando aún
un sitio
entre
los bordes verdosos del útero:
un feto
dentro
del vientre
todavía
bajo
las luces desgranadas de Al Azirah
(tierra
crecida entre dos ríos).
El
cerco verde
el
centro seco y la humedad
extrañamente
se repiten.
May queen
Hablando en plata,
como una urraca ansiosa:
nacer
brotar
morir en una piel de la que
puedan salir campos enteros de lavanda
Ifigenia/Polixena/Casandra
No esperes comprender la poda
ni añores
que la raíz te atraviese
vertical como un tentáculo,
te penetre viole(n)ta.
Túmbate.
Piensa en el sexo de las mutiladas y las brujas las
débiles las retrasadas las caídas piensa
en las ciegas las locas las mudas las lisiadas las cojas las tullidas
las lerdas y las lelas
las enanas
piensa en el sexo de las tardas
que no llega nunca.
(1838-1857)
En
pasadizos de mármol blandos de capullos
hundió
Adelaida un pie como de blanca seda
aulló
en jazmín.
(H)abría
un ventanal al otro lado.
Beauchamp querido amigo ve al
balneario a campo abierto a cortarme verbena para atraer a una locura
espectacular. En una majada de puentes escarda, escalda en el espejo mágico de las
aguas de alpaca con una saña que permita obtener la máscara rayada en índigo y
en sol que sabes que quiero para mí. Una doncella de metales imposibles. No
vuelvas hasta no agitarte y venir como un
pañuelo deshilachado despedido en la corriente. Amarello manga amarillo pus
gruesa como una cáscara armadillo ciruela es la jaula que busco. Las horas los
años o las olas… es sólo un problema de sonoridad. Soy una momia en clase de
zoología, me arqueo vibrante como un abanico como una valva festonada ondina,
soy… un criadero de perlas, bizqueantes, dos veces vueltas a cocer. De todas
todas los ramos negros de mariposas negras llegando lentamente te aletean contra
el rostro: pájaros, escaleras hacia el fuego. Siempre. Un correteo… de faldas
sobre sayuelas. Siempre. En el ojo del huracán, en el ojete de Ra por el que trino
con mi aguja, en el ojal de mi blusa fresa silvestre de las fiestas la verbena
morada, alienta en medio del insomnio.
Mientras estaré escribiendo en
mi diario, sobre el diván con lapislázuli pequeñas postales de navidad: Amada
Djuna (1892) mi esposo está cruzando el agua Amada Woolf (1882) cree que estoy
loca, bajo los árboles de invierno busca la noche de su asfixia Chère Anaïs
(1903) dice que va a buscar Europa pero yo sé que traficará y chamuscará y
asolará los prados de mi piel hasta encontrar la ruta de la seda. No intentes
nada el manicomio es un lugar sin brillo, sólo te alivia del asado y maniatadas
no se puede bordar ni un verso hilar paja para convertirla en oro. Te lad/bran te
taladran te trepanan un cerco lleno de palabras,
palabras, palabras (words world work). Te maquillan y enlutan. Tembuten en un
traje de balido o de lob/ra.
En una campana de cristal he
descubierto que si se abre el horno a la mayor velocidad te cocinas como una
linda ga(lle)tita de la suerte –con un vaso de leche en el estómago.
(1936-1972)
GRAND PRISMATIC SPRING
sobre la enorme primavera del
lago en el parque de la piedra amarilla
esteras de bacterias entretejen la gran balsa azul de Flora
–estéril por la fiebre de un
fondo de alta profundidad
pero tan maravillosamente
multicolor a los lados
que las parejas desandan por
los senderos
de madera apuñalados en el
aire
sobre cuatro patíbulos.
Salta
del géiser
(un box spring)
el bosque virgen que no quisiste
abrir
aunque espumaba a rabiar –como un alkazelzer en un vaso–
y ella quería contarte lo que
acontece antes y después de la muerte (de la noche).
La sirena del fango cuya
belleza sobrenada en un manto de invertebrados acuáticos
(gusanos caracoles cangrejos libélulas… pulsos de mujer)
no reina abajo; deja tu inmensa balsa quieta.
La primavera
es todavía balbuceante
pero el verano aquí rompe en humores ácidos (rojo lima)
y el invierno la arropará en
un verde fronda verde capullo
destripado:
su huevo en ninfa larva pupa y sola tú podrás al fondo refulgente de la
charca
dentro del lago cruel: bocas
pintadas de polichinelas con hilos de
oro como la cara de la princesa Wan Dou sobre una de las jade(antes) 2.600
teselas.
Te dejaré que lleves sanguinolento el sexo bajo un abrigo blanco de plumón
y la mano enjoyada con alguna
otra mano de mujer cortada (quizás Norma
J. Baker:
con los dientes blanqueados puntualmente
en seconal)
que se te ajuste suave en la
muñeca.
Rema y
calla rema y calla chupa y rema
entre
los ojos de buey del camaleón veo un
campo de algas trepadoras
de
pulpos color vino y cabezas con pañuelos
que llenan de grafitis la lengua de tu voz
alzo
esta cas/ja de música hasta la concha de tu oreja
escucha, son Les Quartiers de París:
una
espiral de alcantarillas circulares
donde flotar
en la stultifera navis.
La
piedra de la locura, la piedra lunar, la piedra angular,
la
piedra
filosofal
se puede
extraer por la nariz y embalsamarte rápido
o puedes
dejarte podrir emparedada en tu propio cuerpo
de
junco de molino de trigo de mancuerna
de espigas del arroz.
Del
lodo
una
capa infame
con incrustaciones
de gusanos
medallones
de almejas crujiente frufrú de cuerpos
de libélula:
serás
de hierro entonces un hierro al rojo
vivo
que
cunda entre los muslos cuando elijas
(ser
Blanca Buda)
hasta
que entre el invierno:
y seas de
un verde ojos dormidos
un verde rabia de mujer y un
verde
uñas de Sally Bowles
que en medio
de la nieve
calado
se atraviesa vertical: un
árbol en vez de bulbo/a en flor.
Sobre
el agua
del
deshielo se podrán
rearmar
para ti todas las muertes
caleidoscopio con los iris arrancados
en
Yellowstone, THE GRAND PRISMATIC SPRING.
En corredores
púrpuras
y
malvas:
soberbia
pudriendo
lento
–como
crece una alfombra
tejida
a mano–
espinarás
primero suave
y el
oasis
irrumpirá
violentamente por abril:
huertos
de lilas
todas
las lilas
vivas y
muertas
a
deshojar
en mayo.
Serás
podada rigurosamente
prýgai,
visná
(salta,
salta, primavera)
acorralando
el
jardín raja en ti.
Arrondissements
o el valle de las muñecas pelirrojas
Kamila
Rudzinska
fue,
junto
al también desaparecido Januzs Lalewicz y a Maryla Hopfinger,
colaboradora,
en
Es suficiente.
Cómo rasparse la lengua y no decir
una mujer dúctil y frágil (musa y sirena ninfa y ninfómana)
débil y grácil
como una cinta un alfiletero un almohadón de pelo un lazo
se durmió pequeña ola
te está esperando en un sedoso
claro tras la selva: con su suave colonia de termitas
(un falo erecto en su boca ¡la
hostia!:
sus labios brillan como sangre
de paloma).
En la sima de la mina de Mirny
otro castillo de Csejhe
de Amherst
de Prieuré
y un cubil de cristales escarlatas
de opacidad
difícil
sedados con agujas de rutilo
girando girando en el estanqu/te:
a tiempo, donde ya no crece ningún verde, Rosemary o Sharon Tate:
la raposa granate que no retoña nunca en mayo
Julia Pérez Montes de Oca y
Rosa Krüger
casi a destiempo, con mucha
salsa de yogurt en la nuez de la cara
y Violeta Parra en la carpa de
Alfonsina Storni,
y
y Marina Tsvetáyeva: rey-doncella
y a falta de heroína, el
planeta menor 3067 Ajmátova
–valientes estalactitas aserradas con una ciudad en el interior:
acantilados-laberintos
subterráneos perforaciones buhardillas-cámaras secretas cataratas baños de asiento-puertas condenadas pubs
grutas-quistes-retretes balcones al invierno y unas
graciosas junglas de creyón:
Ingeborg: la rata de sus lla/emas
corroyendo el corazón de la princesa de Kagran
y Única Zürn: el maniquí de
Bellmer, lipstick, primavera sombría number one.
En el fondo. Parecería suficiente:
sin bastarse para cubrir con pan mojado, todo el suelo,
de la tierra dormida
siempre corriéndose para hacer
un espacio:
tú y Carol-Anne (con parásitos
en el intestino grueso)
las dos reptando como
orugas
en el fondo demasiado temprano en la mañana.
París
después de brujas
Sobre todo
–mientras se hacía calceta–
se vigilaba atentamente
buscando comprender
por qué algunas cabezas
necesitaban un segundo hachazo
a pesar de llevar hecha la
toilette.
Ya que los tajos
se sucedían
una llevaba siempre un pañuelo
para hacerle un nudo y recordar
cuántos árboles de la libertad
debía sembrar.
Cerca del escenario
lo divertido era ver
calcular a ojo
los estiletes de sangre
el boomerang encarnado
el orine y el vómito rosáceos
la cuchilla sobre el cuello de
las ardillas de Angers o de Orange
y el festín que tendría una
después
en
si teniendo en forma algunos
documentos
lograba probar su viudez o su orfandad
para bailar frenética
celebrando
rabiosamente a la moda
con zapatillas de punta.
Playa
pasarela
Era una antigua tradición
pero mayo del sesentaiocho
renovó las ganas de mirar
hacia París / para saber
el último grito
de la moda en grafitis
(la pajarita sustituye la
corbata; en la mujer: suben el corte y el precio de las sayas; las abanderadas
las llevan de moaré: un tipo de seda de apariencia ondulante, con capas
superpuestas de telitas translúcidas, y estrellas amarillas incrustadas).
Francia / siempre / está
bailando/ un maypole
de tres por tres.
Color azul en medio básico. Color
violeta en medio neutro. Y rojo en medio ácido.
Después del
equinoccio estrena tu nón lá
adorna con
bandas de lana las barricadas verticales
para mostrar
aflicción primaveral
y repite los
ritos carniceros
incluyendo prácticas
mistéricas, la ceremonia del bombón con licor
adioses con
pañuelo y automutilaciones
grita,
eyacula, sangra, debajo de la calle está la playa.
La sociedad es una flor
carnívora: camina suave, zapador
hay parapetos de apariencia
fieltro Rousseau, con perforaciones que dejan ver otras telas debajo o la misma
piel, color azul capitán, uva y ceniza:
muy junta / la masa / deberá
desfilar sin revolcarse / siguiendo a Caroline de Bendern / detenida en el
aire, con su gabán verde botella;
hay parapetos de apariencia
traje de noche de georgette (seda muy fina y transparente), que permite / estar
bajo tierra sin que te huela el topo
y hace un cómodo globo en la
nariz / cuando se intenta respirar:
agitadores y abanderadas / contorsionando
el pubis / llamas-girando-en-la-cucaña
se irán despojando de ropa y
lencería
–que se lleva de lame o
chiffon, de preferencia rojo sofisticado
no tan provocativa
que no te deje escribir /
sobre ella a gusto
cuando muera iré al cielo, yo
ya viví Vietnam.
Navidades en los Campos Elíseos
He leído sus diarios.
Cuadrillas de jóvenes silbando
entre los algodonales;
sobre sus cuerpos acodados
las chispas del níquel como un
fuego de artificio
en el cajón de la fábrica.
En la quebrada y en la selva
puntas de higuera yendo hacia
el sol
Oriente adentro.
Lo he visto acostarse
he visto en fotos su muñeca / las
piedras y las velas
la libación con que despierta.
La caña es demasiado brava en
la cañada
no la obligues
a ser arco de triunfo
y la caña de pescar vuelve a
su sitio si la trenzas en aureolas
o guirnaldas.
Para qué coronar
desconoce sus nombres de
soldado
de la cañadilla amontonada al
sol
germina
una azulada púrpura al final
negra como el bagazo
endeudados hasta el cuello en
un aguardiente de cañas
del Cocito
los que volvieron trajeron de
la campa
anillos de caña de azúcar
amarilla y violeta
de hojas verdes tirantes muy
oscuras y derechas
metidos en los tobillos y narices.
Por las tardes
después de la jauría del
central
cuenta mi madre que había
circos ambulantes
y parques de armar y desarmar
que en la estrella, metidos en
jaulas de colores difíciles
con los dedos cortados de
melaza pegados al óxido de hierro
se entretenían girando hasta
casi enloquecer
chillando como murciélagos
cantando marchas con voces
argentadas
y saboreando el pim pam del
cuerpo contra la reja.
Hoy los coleccionistas pagan /
a respetables precios
fotografiar los cardenales /
de la mayor de las Antillas.
En un hibernardero
duermen
los posibles ventanas
y balcones
miran a un claustro verde
dentro de un edificio
también verde
donde perdí una cinta
hace 25 años.
Salomé me han llamado, y Salma
me han llamado, y Najla, Nadia me han llamado, me han llamado Roxana Wanda Zoe,
Magidée Raymond Rimbo Sylvia Djuna Naghá, María Luisa Alejandra Teresa Willms
del Montt, Julia o Julián, Rosalia (una rusalka balanceándose en columpios de
lianas, peligrosa en las aguas, de las semanas de Pentecostés). Frondosos, sonrosados,
nombres turgentes como espigas, con la pereza del cerezo, la explosión resinosa
del azar. Ofelia, Rubén, Hamlet; Maryla, Marina y Anaïs: nombres esmaltados en
las embocaduras, tocados con engastes de azurita y cinabrio, me llamé. Casi
nunca desposada, tal vez, menos veces hombre que mujer, en los yermos del Valle
de los Artesanos, cerca del Valle de las Reinas, y los Reyes: una delineante
del Señor del Lugar de
Por alambiques-páramos, fue
traído el aceite del orujo de Al Mansur a la almazara, limando en seco,
desollando los encajes. No era aromático. Pero llegan a saber bastante bien,
antes de mezclarse con el aceite virgen, los despojos de aceitunas malolientes,
hábilmente triturados los residuos / de sus huesos y su piel.
Soy esta puerta. Septiembre
por la tarde, hora de uvas y de olivos.
Jamila Medina Ríos (Holguín, Cuba, 1981). Filóloga.
Perteneció al grupo Vórtice y fue editora y codirectora de la revista Upsalón, de la Facultad de Artes y
Letras de la Universidad de La Habana. Con Huecos
de araña (Ediciones Unión, La Habana, 2009) ganó en su país el Premio David
de Poesía 2008. Ha incursionado en la narrativa con Ratas en la alta noche (Malpaís ediciones, México DF, 2011) y Escritos en servilletas de papel
(Ediciones La Luz, Holguín, 2011), así como en el ensayo con “Diseminaciones de
Calvert Casey”. Otros poemarios suyos son “Anémona”, “Novios del mediodía” y
“El arte carnal”.


