Michael John Pender Dransfield (Sydney, 1948–1973) fue un astro incendiado en la bóveda australiana: cuya palabra se abrasó en su propio resplandor. Hijo de la retórica inglesa y de la contracultura lisérgica, convirtió el poema en alquimia del cuerpo y del verbo, donde cada imagen respiraba como un metal en combustión. En The Inspector of Tides y Drug Poems, la sustancia se hizo teología, el delirio método, la disolución una forma de conocimiento. Murió joven, víctima del exceso de ver, dejando una voz suspendida entre el sacramento y la toxicología. Redescubierto en el siglo XXI, su poesía reverbera hoy como un evangelio químico de la modernidad.
cuando
piensan
que
nadie está escuchando
cantan
las máquinas
de
noche
cuando
camino sin poder dormir
las
oigo
sobre
todo
a las
plantas de refrigeración
que
susurran y traquetean en su propia
lengua
mecánica
ya
despiertos
miramos
fijamente en el café
no hay
nada que decir
allá
afuera los
pájaros
del mundo
encuentran
algo sobre
qué
cantar
Todo,
de pronto, como nunca antes, se hace realidad.
Debería
advertirse desde el comienzo, eres impaciente,
vastos
movimientos veloces de las manos, barridos de color,
difuminados,
la velocidad doliente de la carestía, arranca
con una
sola imagen luego extiéndela hasta ocupar la vista.
Es tan
simple al principio, la exuberancia de lo que se expresa.
Puedes
hablar con manos no hace falta
abrir
la boca. Pero dentro de un mes o en la estación
que
viene ardes camino a la fragmentación
todas
las cosas se repiten todas
estallan
en colores increíbles y no puedes al fin
ni
pronunciar un solo pensamiento o describir durante tu trayecto el aroma
del campo.
Los
tonos y texturas permanecen tan sólo es tu repentina
imposibilidad
para comunicarlo. De manera que lanzas
contra
ti un ataque con armas luminosas... teorías y relatos de épocas
doradas...
reyes locos, esos fueron los tiempos de una transición así.
Y tú,
Vincent van Gogh, ¿qué tienes que decir
que se
rebele contra el gran incendio del sol
o
reproduzca un girasol distinto? Pero ya todo ha muerto.
Estás
en los museos ahora, nos informan
de tu
oreja perdida, del color amarillo
que
pintabas... ya todo son fantasmas.
Al
rey Pedro
En
el palacio duerme tu familia
todos
han muerto ya y han sido envueltos
en
ropas blancas dentro de estuches de cristal
todo
es imposible
o
fue prohibido
una
pantalla gris nos muestra al dictador y a los civiles
que
intercambian saludos en la calle y el palco,
desesperadamente,
como si no hubiera lenguaje
me
despierta el dolor y me alzo entonces
como
una extraña luna mi cabeza
llena
de mierda a la deriva.
hasta
llegar a una ventana llueve
todo
el día sin excepciones
tiemblo
y los caballos tiemblan pacientemente
en
pie bajo la lluvia
incluso
un cielo azul sería tan peligroso
como
astronave oscura cuando
tuvimos
siete años de sequía y matamos animales
a
tiros por amor a ellos
los
problemas metafísicos no logran
seducirme no hay primavera
ni
verano aquí ninguno desde que los árboles
fueron
talados y las tribus
diezmadas esto trajo a la tierra mala suerte
nunca
sabremos lo que le dijeron
a
sus hijos pero seguramente fue
poesía
Isaías (Lucas 3:4)
Mejor
morirse de hambre,
ser
nada, disolverse
de
forma significativa en un punto de luz
tan
diminuto como la estrella más lejana, ser
solo
una voz en vastas multitudes;
así
como, al estar entre el gentío, detectamos
a uno
que habla muy bajo, que apenas se le oye,
y
todas sus palabras son poemas, y todas sus verdades,
filosofías.
O menos: hablar al interior,
no
hacer declaraciones, rechazar cualquier título,
ser tan
real como es real un esqueleto;
huesos
que ya no visten carne alguna; ascetismo.
Igual
que Milarepa, quien tomaba una sopa hecha de ortigas
y
cantaba sus himnos a los bandidos que pasaban,
reducido,
en esencia, a un puntito de luz.
me
levanté temprano
preocupado
por un
oscuro
tema
decidí
comenzar
una nueva escuela de poesía
algo
relacionado con la temperatura
me
acordé sin embargo del pelícano
blanco
americano
los de
su especie viven en
la isla
anacapa
a
ochenta kilómetros de california
no
parecían correr algún tipo de riesgo
la
contaminación
los
alcanzó
ponen
huevos
curiosos
sólo
cuatro de cada
seiscientos
no se
rompieron al ponerse
a los
peces los envenena el mar
de
manera que focas y pelícanos que
comen
peces
también
están envenenados
pensando
en mis
poemas diferentes
sin riesgo
que no
ayudan en nada
tomé la
decisión
de
ayudar a los animales
estás
matándolos
la
gente de tu casa
le jala
al baño y echa la muerte al mar
tiene
más relación con
el
comercio y los gobiernos
por eso
no comenzaré con mi
revolución
poética
en su
lugar prefiero una
escuela
de química reconstructiva
enseñarle
a volar a los pelícanos
de
mocba a washington
a volar
alto
a
arrojar huevos bomba
Selección
y versión al español de Hernán Bravo Varela
[Material
seleccionado de Michael Dransfield, Collected Poems
(Rodney
Hall, ed.), St. Lucia, Universidad de Queensland, 1987]