la nariz pasa y cae, se diluye
en el aroma del tardío nacimiento
entonces un pie y otro miran lo duro del asfalto
el iris inflamado de angustias oscurece el fuego en
la garganta
dos piezas del damero se invisibilizan para el Cielo
y una araña, doblegada, complace a los mares
nocturnos
mientras ella se hamaca entre cuerpos de palabras,
se balancean
nefastos latidos infrahumanos
componiendo una zanja que sangra sus destellos
clamando por
el abandono
y así liberados de toda cadena, danzan nariz, pies e
iris el velado
arribo sobre la luz de toda infancia
la mordaza mortuoria abre el misterio insondable
como una flor
al borde de las mariposas de tiempo, manivelas de
tierra húmeda
toman la simiente de lo dulce
igual que una abeja que pica a un soldado debajo del
casco, sobre
la nariz
*
bordes de invención atraviesan los mil rostros
de los árboles que caen, sobre los astillados
vidrios de tierra,
ensangrentados, iluminan de rojo parques y
sombrillas
y su fuego va dibujando letras de catálogo en mi
cabeza, entre mis ojos,
ruidos de azahares atormentan el horizonte de
extraviados barcos
hundidos, entre pájaros
*
negras las uñas
negro el sumidero
negro el tiempo de recuerdo y promesa
negra la estrella que nos alumbra
y el territorio que me ha nombrado
negro —¿y para qué?
tal vez para sanar
todo mal oh noche
templanza del viajero
despide promesas de luz
y enseña el camino incierto
*
el sombrero de tres picos
lleva colgado un Cisne
detiene cinco estrellas en lo blando
el lento Jardín de Clarice cruza la tierra de mieles
de lirios
canteros de palabras sin ninguna geometría guardan
en el templo de los Ojos
los saltos de los árboles
que disciernen pequeñas piedras estalladas
mientras los grillos dejan-dan
la extensión del vacío enteramente abierta sin
sombras
la voz del grillo es el propio cuerpo
el propio cuerpo del libro grillo
y de noche el jardín es ocupado por la secreta
urdimbre
que lo sostiene donde
aparece el silencio
*
allí el sol
aquí la piedra
sombra de la niña anciana
ojos a sus Ojos rendidos
una mano pájara tiembla:
fulguración de la mañana
las letras de siempre al despertar
una boca en olas de viento
resiste la última voz
muerde el ventanal
*
bordados de nubes desandan los pies
el mundo no existe y nada
a su alrededor florece
de cuatro vientos
sonríe el parque
y aquí estoy
sin hamaca ni juegos
todavía el dulzor de la menta
en los oídos se derrama
el té de jazmín en los umbrales
rueda las horas
los cielos desarman lisuras
estrujando estrellas
entre miles de niños
cada día alfabeto innumeral
*
me he sentado en el sillón
la habitación máscara me busca
sobre la cabeza un óvalo
de agua se hace nudo
mejillas hacia la luz penas
la pregunta en voz baja
repica tenue en la alfombra
estoy cuidándome de lo que digo
quizá
esa luna de dientes traviesos
muerda mi deseo de obesa desnudez
en su lomo tiembla el sillón
estallido de nueve meses
otra tormenta descalza y rosa
desequilibra el día
inmóvil no soy un árbol ni su fruto
mi campana rechina en soledad
la última palabra la flor del inicio
Estos poemas integran Eclipse lunar, libro de
inminente publicación por Himalaya Editora.
María Lilian Escobar nació en Buenos Aires en 1961. Integró el grupo Paralengua
(1991-1998), grabó el poema fonético Maleficios, participó en diversas
publicaciones, exposiciones y eventos performáticos en Argentina, Uruguay,
México y Brasil. Publicó De cisne y eclipse (2000), Xochipilli
(2012) y Canción nocturna (2016). Junto a Roberto Cignoni coordina
talleres de poesía.

