Marcela Parra (Santiago de Chile, 1981) escribe como si el poema fuera una zona de pruebas donde el lenguaje se chamusca, se ríe y se transforma. No tiene paciencia para la solemnidad: su poesía opera con bisturí, humor y descargas eléctricas. Desde Ferragosto (2008), esa aparición discreta pero corrosiva, hasta Sexo y longevidad de las moscas (2011), su escritura ha sido un ejercicio de disección: del cuerpo, del deseo, de la sintaxis. En Los cuerpos de las niñas (2012) llevó esa búsqueda al límite, con textos que mezclan ternura, miedo y una lucidez incómoda, como si la infancia hablara desde el borde del colapso. Hay un punto de partida (2015) confirmó que Parra no busca estilo sino riesgo: cada poema suyo funciona como un dispositivo de sabotaje lírico. Su voz —seca, eléctrica, impúdicamente inteligente— se mueve entre la poesía, la performance y la música experimental. Bajo el alias Corazón de Robota, convierte la electrónica en un acto poético de resistencia: loops, respiraciones, gruñidos, versos que parecen cables pelados. No canta: reprograma el sonido hasta que el poema se vuelve ritmo y el ritmo pensamiento.
Marcela Parra escribe como
quien hackea la sensibilidad. Sus textos no buscan consuelo sino fisura. En
ellos, el humor es arma, la ironía método, y la poesía —esa vieja estructura
sentimental— se comporta como un cuerpo vivo que todavía tiembla, incluso después
de cortar el micrófono.
EXPERIENCIA ESTÉTICA
–el perro que está ahí
¿es bonito o feo?
–feo.
Desde aquel día
ese pellejo carcomido
con su único diente
la acompañó a escondidas
en el juego.
Su
hocico le daba piedras y ella le daba pan.
Sentada en el baño a la
edad de 23
el olor a Clorinda se lo
trajo de recuerdo:
–bello.
CINE EN SU CASA
Hacia el
poniente de mi pieza se extiende una línea recta
es una línea de tiempo. De ella se desprenden barcos,
navegaciones interoceánicas, los cuatro viajes de Colón.
Una
fecha a mano alzada marca el día de mi nacimiento.
Aún no
puedo deshacerme de esa línea. Tampoco sé por qué uno a uno se han quebrado los
vasos de esta casa
y pasamos horas viendo películas pirateadas desde el
cine, tomando té en tazas sin orejas, en tazas sordas
hasta que no sabemos si es de día o si es de noche y si
no es de día ni de noche, entonces dónde estar.
Nunca
permanecimos despiertos hasta los créditos y ni las paredes ni el techo
pudieron salvarnos de eso. Al fin, el parpadeo azul en nuestras caras es más
rápido que lo visto por los párpados cerrados. Nuestras narices dormidas
reflejarán todos esos ruidos, esos ronquidos azules que con sueño, parecen no
tener dueño.
Una
fecha a mano alzada marca el día de mi alumbramiento. Mientras dormimos, esa
línea viaja por nuestra casa, como un cordón que amarra el futuro de los
amigos. Nos separaremos un día, sí, pero será mentira.
Yo sé
que al despertar voy a volver triste, metiendo la mano en el bolsillo y
comprobando que lo gasté todo en despedirme. Ya no tendré amigos, pero aún
podré buscar alguien más viejo, para sentirme más joven, alguien más joven,
para sentirme más vieja y no saber si se es joven o se es vieja, eso es
parecerse al atardecer.
Una
fecha a mano alzada marca el día de mi entierro. Para entonces, todos los
muertos pasarán a existir en la memoria de sus deudos, hasta que sus deudos
pasen a existir en la memoria de sus deudos.
Y lo del miedo al atardecer será sólo una marca de
nacimiento.
COMER CON PIJAMA
Antes de meterme a la ducha
camino en puros calzones
por la casa, a veces apago el
celular por tres días
y esto resulta ser mi gran
aventura,
como la vez que salí a comer con
pijama,
o la tarde en que entré con
personal a la Iglesia
de los Sagrados Corazones
escuchando Nirvana a todo chancho.
A veces salgo a pasear llorando,
con un cigarro
le doy la vuelta a la manzana
y me gusta que me vean llorando
porque a veces la gente me habla,
me dice cosas románticas como
“¿tanto lo amai?” o “el señor me
dijo que te ama”
y yo no sé si es dios el que me
ama o es el recado
de algún otro cristiano. Pero no
me atrevo a preguntar quién es ese señor que
¿tanto me ama?
Para matar el ocio invento invento ridículos déjà vu
realizo la misma acción varias veces
realizo la misma acción varias veces
pero siempre siempre hay algo diferente
aún no me doy, pero es un hecho, no tengo déjà vu.
De Silabario, Mancha
En el
cine porno de la calle Condell
pasé cuarenta minutos. Fue bastante educativo.
Latoya & Joe me hicieron recordar
el Silabario Hispanoamericano
(las diferentes manifestaciones y capacidades de la lengua son una
cosa).
La vida como una rotativa porno
el mismo amor repetido
una y otra vez en diferentes cuerpos; yea yea um ah
son los puntos cardinales del sexo.
El término de la rotativa es la pequeña muerte del
espectador.
Terminada
la jornada laboral
el actor porno pasa por una florería y compra un tulipán.
Lo pone en el velador de su mujer
(hace un mes y medio que no tienen relaciones)
y lee una novela titulada Las bolsas de basura
para eludir los requerimientos de su esposa. Se pregunta
qué puede hacer para mejorar su vida.
Un matrimonio joven
afectado por el estrés. Recuerda Joe:
al trabajo lo que es del trabajo y a la casa lo que es de
la casa.
El
trabajólico Joe y su mujer
viven en una casa rodante. Ellos
al igual que yo, buscan una sedentaria.
Razón por la que ambos deben trabajar desmedidamente
y ella comienza a ponerse un poquito celosa.
Pero Joe ama a su mujer y sabe cómo consolarla. Los
vecinos
los miran feo, no quieren
que un porn tenga
derecho a casarse
lo ven absurdo, quieren que pague, pero
¿cómo saben que Joe está en la industria?
Joe cree que el cine dogma es una
copia barata del porno.
Joe articula en Sexual Freedom Magazine
su área de trabajo es el hardcore porn.
En sus ensayos incluye:
1) referencias
críticas de otros escritores
2) análisis
de fotografía y de color.
No
dirige películas. Intuye en sí mismo
la tentación de componer,
lo que arruinaría –según su opinión–
la especificidad del género cinematográfico.
Prefiere desarrollar su faceta artística en otras
disciplinas, por ejemplo, la poesía:
HARDCORE CRUSH
(By J.
Love)
Losing
innocence
was
like a terrible car
accident
to me;
something
I always thought
would
only happen to the rest,
until
a wheel of unhealthy feelings
passed
over me
and I
really felt ran over by them.
No puedo
seguir versando sobre esto. Lo justifico, porque creo he visto demasiado cine
desde que me arrojaste (juro) involuntariamente a la promiscuidad. Me centré en
mis manitos y el olor que quedaba entremedio de las uñas luego de haberme
investigado.
Ahora
que el deseo ha dado paso
al deseo de desear, ni Tigre ni Cocodrilo
se aparecen por mi casa
y a Orangután
a este me lo he pillado en la calle un par de veces. Nos
quedamos ahí
despidiéndonos para supuestamente subir a la micro
y estirar el dedo en vano
cuando la micro no para.
En Las bolsas de basura, un artista
diseca quiltros despedazados por las ruedas de los autos.
Los encuentra a la orilla del camino
a modo de animitas, los encuentra siendo su propia tumba
el recordatorio de toda pérdida, de todo sangramiento
de todo sentimiento de atropello. Un artista
diseca quiltros despedazados por las ruedas de los autos
los encuentra a la orilla del camino
los lava y los sutura, volviéndolos permeables
a la belleza extrema.
“Se trata de enfermos crónicos, nunca han de encontrar
mejora estos desvalidos. Los Enfermeros del Amor –que suelen gozar del
sufrimiento y del quejido ajeno– a menudo derraman la medicina en sus espaldas,
incluso en su propia cara. La administración oral de ésta suele ser la única
cura con algún grado de efectividad, siempre que el paciente sea obediente y se
la trague, de lo contrario, se presencia un insaciable aumento de la fiebre. La
cura consiste en dejarlos clínicamente muertos durante algunos segundos, sólo
durante ese breve lapso de tiempo, experimentan sensación de alivio. Pero los
pacientes desean continuar enfermos y por ello vagarán en busca del amor, unos
rellenando momentáneamente sus heridas y los otros hurgando en concavidades
vacías. La premisa de esta película es, como todas, una dicotomía: lograr meter
y sacar el amor. Cómo convertirlo en una cosa viscosa que se escurra. Recibir
con la esperanza de poder expulsar luego, quedando completamente vacío, en
blanco. Encontrar un cuerpo celeste que te cubra y que se corra, como un
eclipse de sol o como uno de la luna.”[1]
Papel semilla. Los carteles
que se
dan de baja en el Cine Condell
toman un
color índigo y tal como esos niños
con malas
notas en la escuela, deben tornarse cristal algún día.
El papel,
como todo lo orgánico,
tiene
olor base al pudrirse (= regresar).
Un amigo dice que es olor a semen,
me reí mucho
cuando
dijo eso. Mi amigo es cristalino, buena gente
y no
tiene nombre de mamífero ni de lagarto.
LA MUJER CON LA HERIDA MÁS GRANDE DEL MUNDO A ESTADIO
LLENO.
Elevó su mano hacia la cámara abriendo la palma de ésta
como un bife sin cocer (en la revolución
he visto heridas más grandes que esa, pensé).
Don
Francisco pide zoom; el nuevo enfoque muestra un surco en esa mano abierta.
Luego otro zoom, réplica aditiva del anterior; algo se movía en ese surco. Más
cerca aún, ese algo que se movía en el surco era un anciano. Ese anciano
arriaba vacas y saludaba enérgicamente a la cámara.
Una vez
al año una meta es superada.
Yo no
quiero dejarte una cicatriz
yo quiero dejarte un tajo porque un tajo es el origen del
mundo.
Porque esa herida dice ¡auch! y esa herida dice hola
cuando tus hermanos mayores juegan a abrir y cerrarla,
como ese portón por el que los niños éramos absorbidos hacia el patio más
grande de la cuadra o la cartera materna y su pasadizo al universo de los
primeros auxilios. No como cuando te caíste en bicicleta ¿te acuerdas de los
puntos que urdió el cirujano? si los cuentas, sabrás todas las veces que nos
hicieron callar.
No soy
una Gladiadora del amor,
lo que hicimos en la casa rodante no fue Amor en la carretera.
Hablar de ti
como se burlan del amor en los títulos de las pornos
es pura caca no más,
disimulada por desodorantes ambientales y extractores.
Hibernando
en cartelera, tapada por una .
Los animales no piensan, las
plantas no sienten, las suegras no duermen
Persona: Nicolás
Perro: Nerón
Vi a
Nicolás reírse de Nerón
cuando se puso a imitar su ladrido
y Nerón, confuso, ladeaba la cabeza.
A que si un día Nerón le habla
Nicolás lo confunde con una persona.
Anotaciones negativas
No se depila, se pinta, no plancha
la falda.
Imita a
los que fuman, escarba su entrepierna
con un
espejo y se lo comenta a sus compañeras.
Tiene dos
amigas para comer helados de agua
que se
pegan en la lengua. Juntas persiguen
a chicos
que no conocen y les ponen nombres
pretendiendo
que son sus novios
llegando
incluso a la autopolución.
Se vuela
con nuez moscada o con cáscaras de plátano,
rebana
sus brazos con un cartonero (eso lo hace todo el grupo curso,
todas se
fabrican tatuajes como si el colegio fuese la cana).
Orinaron
paradas afuera de la disco que se hacía en el gimnasio,
acto en honor al perro gris y polvoriento
que
enterraron en nuestro patio, medio en broma, medio en serio.
Camina
hasta su casa porque no encuentra el monedero
ensayando
su primer amor en el reverso de la mano
mientras
espanta la borrachera con palmetazos de lluvia.
Confunde
a la luna con una bola de espejos
Y se
adueña de la pista, desafiando bocinas de bicicletas
y de unos
cuantos autos viejos, que por más que lo intente
nunca la van a atropellar.
EL
ESQUELETO DE LA ESPUMA
Estas fotografías son nuestros abuelos;
parecen forzudos de película antigua
figurantes
extraviados del registro civil
espacios
recuperados por imágenes y leyendas
encogiéndose
a diario, como todas las especies.
Es
posible conducir esta plaga de fantasmas
si se
alimenta un territorio como a un músculo
amasando
el pavimento en una renoleta
rodeada
de pasillos de pino y eucalipto.
Sentados
en el asiento delantero
los
adultos domestican el camino
antes de
que pase por los niños
ese
bosque y ese incendio
que al
llegar al vidrio trasero
se encoge
hasta volver de donde vino.
Si los
padres son más altos que nosotros
nuestros
abuelos habrán sido gigantes:
Viejos
galgos, que viajaron también
en otras
máquinas de amansamiento
cortando
el hilo de la tarde
en hebras
desiguales como segundos
enrollándolas
sobre sí mismos
sobre sus
inmensas espaldas.
Pareciera
que el futuro nos aplasta
pero
siempre pasa por el lado
para eso
lo empujan cuatro ruedas
desde el
ancho máximo del camino
aunque a
veces le pedimos al presente
nos
espere en otro tramo del viaje.
El cielo
se disuelve cuando cruzan
voluntarias
alucinaciones:
; Astas de banderas en lugar de
árboles,
caras en la corteza de los
troncos,
como en las nubes y en la llave
del lavamanos
cuando se revientan las burbujas
y se asoma el blando esqueleto de
la espuma.
; Perros con camisa
jugando al póquer
clavados sobre una pared
de tablas
(el gobelino de los perros nunca
absorbe
nuestros restos de amabilidad
autoritaria).
; Vivienda básica escondida
Tras una fila de figuritas de yeso
que cuadran en la ventana
una barricada emocional.
; Pañitos a crochet que se
multiplican
como una armadura blanca
que sólo se protege a sí misma
de sí misma
y de la bolsa de las bolsas
que se cría en la cocina.
En la
radiografía de nuestra infancia
se ven
árboles donde ahora hay banderas
pies que
retroceden, posturas corregidas
gritos
apañados, ronchas sin sanar
pensamientos
cubiertos por una mancha
redonda,
de color duro y oscuro
que al
posarse sobre la cabeza
sólo sabe
actuar como sombrero.
De WE
[1] Love,
Joe (2006). “Los Enfermeros del Amor:
¿una película placebo?” en Metáforas
de la represión político–sexual en la pornografía de finales de los sesenta. Québec, Canadá. Milk Editores (p. 67).



