Coartada para Dios
es seguramente el libro más canalla, más desprejuiciado y libre en la vasta
obra de mi padre, pero si no fuera así lo es para mí y creo poder justificar
esta opinión. Lo intento, aunque antes es menester hacer una señalización algo
extensa: preceden a Coartada... un
poemario fundamental no solo en la obra de José Viñals sino para la poesía
argentina y el surrealismo sudamericano: Entrevista
con el pájaro, y en otro registro la novela, que es un ensueño de
desparpajo, Nicolasa verde o nada.
Entrevista con el pájaro
fue su primer libro, editado nada menos que por Editorial Losada en la
colección Prisma de poesía contemporánea. Un libro que fue distribuido
simultáneamente en Argentina, Uruguay, Chile, Colombia, México y España, que
recibió numerosas críticas estupendas y vendió varios miles de ejemplares
llegando a posicionarse en las listas de los más vendidos en varios países del
mundo. Ese libro fue escrito a lo largo de muchos años en la década de los 50 y
60 casi todo él en nuestra provincia —Córdoba, Argentina—. No es un dato menor:
Entrevista con el pájaro fue un libro
escrito entre sus 25 y 32 años de vida en el ambiente provinciano y
clericalmente opresivo de una sociedad conservadora, orgullosa de su histórica
condición, en un país que llevaba entonces casi treinta años de dictaduras y
fraudes electorales.
Tened en cuenta,
además, que José Viñals quedó huérfano de padre a la edad de tres años siendo
el mayor de dos hermanos hijos de emigrantes españoles, campesinos y
analfabetos. Se crio en el campo en un caserón de adobe sin luz ni agua
corriente, junto a primos, tíos, abuelos, aperos y caballos. Afortunadamente
esos emigrantes solo tenían dos credos: la bondad y el trabajo. Ni dios ni amo.
Anarquistas unos, ácratas todos. Antes de morir, mi abuelo Viñals junto a dos o
tres colonos consiguieron traer al campo a un maestro y fundar la primera
escuelita rural de la zona. Mi padre asistió a ella. Iba a caballo. Su abuelo
materno le regaló un caballito criollo, de pelaje lobuno. El lobuno fue el gran
compañero de mi padre. Potro y maestro fueron los personajes más importantes de
toda su infancia. El uno le enseño a leer, y a lomos del lobuno, un día de
tormenta solos en medio de la pampa seca y amarilla, el huérfano supo y decidió
que sería poeta. Me lo contó José Viñals, mi papá. También me contó que aquél
día hacía frío, que el cielo estaba revuelto y muy oscuro, que el caballo
galopaba inquieto en un potrero de alfalfa.
Si nadie entre los
presentes ha conocido un momento así, no tiene idea alguna de lo que es la
melancolía.
Para que mi padre
y su hermano pudieran seguir estudiando, mi abuela viuda se trasladó con ellos
a Córdoba capital, y mi padre —trabajando durante el día y asistiendo a un
instituto nocturno en esa ciudad de provincia, pacata y ñoña— fue
construyéndose en el fuerte intelectual autodidacta, el poeta rebelde alejado
de canon, el artista rabiosamente moderno que fue José Viñals el resto de su
vida, y esto, para bien o para mal, es Entrevista
con el pájaro, su primera obra. Un libro sorprendente pero también escrito
con juvenil voluntad de sorprender.
En gran medida
algo similar ocurre con su novela Nicolasa
verde o nada: está construida en un tono inexistente. Es pura novedad
narrativa. O sea: sorprendente.
En 1963 nos
mudamos a Buenos Aires, así que el suceso de Coartada para Dios encontró a un ignoto poeta de provincias,
tradicionalmente excluido —como todos los provincianos— del ámbito cultural de
referencia en Argentina y a poco de haber llegado asombrando al cerrado círculo
de las letras porteñas. Entonces mi padre se cree compelido a demostrar que
otro registro, el de la novela, no le es ajeno y publica Nicolasa verde o nada. Otro suceso editorial, y ya son dos.
Y aquí,
entiéndaseme bien, se calmó la fiebre.
Entonces, cuando
llegó el turno de Coartada para Dios,
que fue escrito íntegramente en Buenos Aires con contrato de edición a futuro
por Losada, ese autor de 38 años se disciplinó, escribía día a día en su
estudio junto a su inmensa biblioteca, con constancia y rigor, con conocimiento
y madurez, sin necesidad alguna de sorprender a nadie entre otras razones
porque era un autor reconocido, un artista asombroso, un artesano de la
disciplina en la palabra. Lo escribió bajo un constante estado de precariedad
económica asumiendo que su vida sería siempre así, que sus prioridades vitales
no iban a ser jamás las de un hombre corriente sino las de un artista singular,
y me dedicó ese libro a mí, un jovencito pintor que ya sabía que sería pintor.
Me pasó así un trozo de su legado. Yo acaté. Yo acato.
Días antes de la
aparición de Coartada para Dios,
curiosamente el mismo día que emprendíamos vuelo hacia Bogotá, Colombia, donde
vivimos unos años, fui a comprar el periódico en el aeropuerto para
encontrarnos la sorpresa de que el suplemento literario del periódico de mayor
tirada en Argentina despedía a José Viñals dedicándole la portada a Nicolasa verde o nada. Pero ya no
importaba, fue una alegría, claro, pero no una reivindicación. Recuerdo que en
lugar de hablar de eso mientras esperábamos para embarcar nos dedicamos
emocionadamente a comentar que el día anterior —lo decía el periódico— en el
zoológico había nacido por primera vez en cautiverio una jirafita.
Siempre, toda la
vida, mi padre y yo tuvimos infinito amor el uno por el otro e infinita
complicidad entre artistas. Lo dicho: él mi papá, yo su hijo, el Jornalero, como le gustaba llamarme. En
las tintas que acompañan esta edición de la Cartonera
del escorpión azul no he sabido dialogar con Coartada para Dios sino con mi padre. Y lo extrañé.
Gracias por
vuestra paciencia y atención.
Os robo un minuto
más de vuestro tiempo: la presencia esta tarde-noche de muchos de vosotros que
vais a leer poemas de Coartada... me
resulta absolutamente entrañable, me emociona hasta lo más hondo del alma. No
tengo palabras. Gracias, gracias.
[Palabras de
Gabriel Viñals en la presentación de Coartada
para Dios el día 25 de octubre de 2025 en el espacio Selecta de Escritura
en Valencia]
COARTADAS
Permítame
probarles que usted no existe, que es usted la coartada de los verdaderos
culpables.
Entonces
permítame probar que las víctimas son las verdaderas autoras del propio daño,
en uso de su libre albedrío.
Pero
entonces permítame probarles que los victimarios actuaron por desobediencia y
que usted no pudo impedir el genocidio.
Pero
entonces déjeme que les pruebe que el exterminio de una mitad era necesario
para impedir el exterminio de la mitad mejor.
Sí,
pero al menos deje que les pruebe que el sacrificio de las víctimas era
necesario porque ellas taponaban el nacimiento del hombre nuevo.
Entonces
autoríceme a presentar las pruebas de que ellas disfrutan ahora de una
situación superior e infinitamente más justa y dichosa.
Bien,
entonces permítame decirles que ésta es sólo la primera escena de su ira sin
límites y sin sosiego.
Entonces
permítame probarles que usted ha perdido el sentido.
Entonces
permítame recusar el tribunal y persuadirles de que lo ideal no se prueba por
lo real.
Entonces
permítame reemplazarle por otro reo.
Entonces
déjeme preparar minuciosamente su huida.
Entonces
permítame rezar.
Entonces
permítame dormir.
Entonces,
mierda.
ENCUENTRO FORTUITO EN UNA MESA DE
OPERACIONES
He
asistido a mi autopsia. Ni el cloroformo ni la muerte habían interesado, como
se dice, las partes vitales.
Yo
miraba todo el quehacer de los médicos con una lejana sonrisa que se enfriaba
en las hojas de los bisturíes.
Solamente
una vez cerré los ojos y fue cuando se pusieron a examinar mis intestinos.
Primero
me practicaron un corte longitudinal, abriéndome en dos mitades, como a una
res, pero como si destaparan una caja.
Cuando
me cortaron el tallo oriné tenuemente. Y el corazón no dio el menor trabajo.
Poco
a poco me desinteresé de las operaciones, del ruido de los serruchos eléctricos
que mordisqueaban los huesos y comencé a mirar los rostros, preocupados y
profundos, tras las barandas del anfiteatro.
Había
uno especialmente hondo que me observaba con una infinita tristeza. Le dirigí
una mueca divertida. Para sus ojos inteligentes, ya no que no para sus oídos,
musité una cita: -Dios mío, por qué me has desamparado. Cobardemente encendió
un cigarrillo y yo perdí toda curiosidad por su persona.
Cuando
arrancaron la hoja del cuchillo estalló el chisporroteo de los electrónicos y
una música forense, especialmente benigna, renovó el aire viciado. Alivio; la
tensión comprimida dejó escapar algunas tosecitas.
Me
levanté, me puse mi traje. Ahora estoy perfectamente. Pero debo cuidarme y no
realizar grandes esfuerzos. Sobre todo no me está permitido emocionarme. Tal
vez alguno me encuentre todavía un poco frío.
ASEGÚRESE CONTRA LA ETERNIDAD
La
facultad de reír no abolirá por completo la facultad de rezar.
De
todas maneras, así como el disfrute de una excelente salud y de una juventud a
toda prueba, no deja grietas para el acceso del agente de seguros, la risa
proyecta hacia otro planeta el aire necrológico de las religiones.
La
risa, la poca risa; pero no la mucha risa, la risa del buzo en las
profundidades, ésa no. Este es un completo misterio, un jeroglífico.
Así
como una excelente juventud y una salud inquebrantable abren resquicios para
que argumenten los agentes de la eternidad.
TONEL DE ROBLE DE LAS METÁFORAS
Estoy
sentencioso; envejezco. Antiguamente llamaba al verano caravana de bueyes,
vidrio.
Antiguamente
decía fragancia por olor, luna de los cacharros al agua de lluvia.
Antes
llamaba al viento el gran destructor o el Gran Destructor de los pájaros
disecados, padre de los detritos y al amor el Elefante de la boca; a la muerte
lagar, tonel de roble.
Y
a Dios le llamaba vendimiador. A ella, asesina, hermana.
Las
dos últimas son las únicas metáforas en las que creo, todavía.
POEMA DEL RELOJ INOCENTE
Yo
sé que el hombre necesita algo que le conduzca suavemente al sueño; algo
apacible, sin sobresaltos.
Pero
yo sé que el hombre necesita algo que le conduzca suavemente a la muerte; algo
tranquilizante, una certeza, una idea majestuosa y profunda.
Pero
yo sé que el hombre necesita un objetivo para su baldía ferocidad. Y una causa
para su heroísmo sin ocupación. Y una verdad para su mentira. Y una admiración
para su piedad y para su abnegación y para su locura.
El
hombre corre con una alegría relampagueante que va de ojo a ojo como una
culebrilla, y de pronto siente miedo ante el ridículo y se tambalea con una
risa ostensible y despavorida.
Pero
yo sé que el hombre es pequeño cuando teme que le encuentren pequeño.
Pero
yo sé que el hombre teme que descubran que es demasiado simple su mecanismo,
demasiado inocente su relojería.
Pero
yo sé que el hombre es una gota de agua.
Pero
yo no sé qué es una gota de agua. Y mucho menos la lluvia. Y mucho menos el
mar.
Pero
yo sé que hombre necesita algo suave, algo sereno, algo muy sólido y estable
que le conduzca lentamente al naufragio, consubstanciado con la impávida boca
del océano, con el horror, con la dulzura, con su impreciso porvenir de isla
flotante y desasida de los oscuros archipiélagos.
Pero
yo sé que el hombre no lo sabe y por eso pregunto y a quién pregunto porque
nadie y ninguna respuesta ni nada nada ni el amor que va a encontrar cercano ya
y se hunde, rostro que entra a mi vida para siempre y antes cierra los ojos.
De Coartada
para Dios (Cartonera del escorpión, Madrid, 2024)





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