In the mood for love
Iba a decirte No vengas
que conozco la trampa del paraíso: limbo, piedra y abandono.
Pero es tan incómodo estar vivo.
Este festín, defectuoso porque
cursa, defectuoso porque termina.
Todo tiene el mismo cuerpo que la
vida.
Todo está mal.
De modo que tú, ciego cometa que
trabaja, compra
y algunas mañanas de festivo alcanza verdades… Ven.
Cuando la revuelta del encuentro
amaine
y ames mi cuerpo y la forma de mis dientes
y el error de estas manos exactamente distintas a las que imaginabas
te conmueva como una revelación
te daré tres mentiras contra el frío
no debes tener miedo
no estás solo ni hay sentencia
desde hoy la catástrofe consiste en no salir a la vez.
Domingo.
Resaca. El libre albedrío.
Asumirse como océano donde pueden acontecer grandes olas
y bancos de peces en realidad muy
solitarios.
El verde más sobrenatural lo
perderá todo porque en definitiva el Sol es quien manda.
El ejercicio de la libertad no
existe pero habrá que disimular
—un hallazgo que a menudo sucede
en la compra, en el baño—.
Lo posible es entonces manejar el
volumen o tiempo que convienen la exposición, el esponjado, la séptima dermis.
La resaca, por ejemplo, desviste
la conciencia
y acontecen cosas así:
Desde mi ventana el vuelo del
primer polen permite anticipar abril
y germino en la falda o
infelicidad de esa mujer que carga niña, periódico, domingo.
Luego subo al tren que toda calle
propone hacia el pasado
y concluyo que la desgracia fue
siempre el descrédito del amor
tras lo cual queda el paso a la
ternura, el resfriado, la finitud con su ausencia de liguero
Si no se aguanta la intensidad
tres recados aseguran la poda de una vida.
Mucho más estimulante que el
cuero, la cópula visible o anidar en la secretaria es saberse mortal y
pretender compañía
Por mi parte prefiero negociar
con la luz y recomiendo la elegancia como férula y techo.
Pero hay mil maneras de ponerle
la letra a este crimen.
En algunas latitudes se limitan a
bailar.
Ítems
para un tsunami
En el colmado de abajo aceptaron
a mi planta trepadora a cambio de un kilo de arroz.
Mirando bullir el arroz engañé a
la prisa y se quedó dormida junto a los trozos de hielo.
Ahora la palabra frío conserva su
manantial y su Estalingrado pero designa también tus pies pequeños que me
buscan cada noche.
Cada noche tú imitas a Boris
Karloff y tomamos al monstruo por el niño. El cabo de la risa en nuestra
almohada es el espejo donde la rutina se ve las arrugas y llora.
Algunas madrugadas hablamos de
tener hijos sin la comadreja de las tropas que invaden. No es Navidad pero sé
que nos preocupan verdaderamente los niños palestinos. Ningún reportaje escinde
el material de sus casas del inventario de nuestro miedo.
Hay una cuenta que no me sale y
eso me recuerda como hoja y aquel viento. Me refiero al tiempo que me queda
atravesado por la pértiga de la felicidad. Tengo dudas con la densidad del aire
aunque en los depósitos de lo que importa tu sonrisa es un número primo. De
aquí a la eternidad. No sé más pero matemáticos bondadosos con grasa en el pelo
se han sentado en su pupitre, descalzos y tristes, a balancear estos enigmas.
De lo escondido ya sólo me
interesa cómo se las arreglará la esponja del amor para crecer más allá de la
barrera de coral.
Sospecho que la belleza debe ser
algo que se desparrama con tino. No vale la sustitución de materiales. Ese
truco era un conejito blanco que huyó hacia los helechos de la adolescencia.
Desde que sé que envejezco con la
certeza que se sabe una fresa en la boca me gustaría que cada vez que me cansa
mi madre me creciera una demanda de amor con el perímetro de los días que sus
manos han sido benéficas. Una caricia detrás de otra para que su círculo me
extrajera esta imbecilidad lineal, la muela de la ingratitud sonando en la
bandeja de lo inapelable.
Debes estar al llegar. Cuando eso
ocurre Marguerite Yourcenar tiene un pensamiento obsceno y planea su regreso.
El regreso es el único movimiento
posible y sin embargo choca siempre con la rótula de los emprendedores. De esto
deduzco que los recién nacidos ya se están rehabilitando, que las estadísticas
quedan pasteurizadas en las incubadoras.
Donde quiera que esté Praxíteles
te mira satisfecho. Por mi parte, he roto con el miedo: lo hubiera perdido todo
de no dar contigo. La mesa está puesta. Aunque sabes de mis limitaciones con
las salsas y la Cábala, también tu ambición es sabia: una bolsa blanca que se
mueve con el viento.
(Del libro Autoría. DVD Ediciones. Barcelona, 2010)


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