siempre fuiste la más hermosa
nadie
más tuvo importancia
oh maligna
destiérrame
déjame
ir
ten
piedad de mí
tú que
me has consolado
ayúdame
a olvidarte
¿me
oyes?
¿estás
todavía conmigo?
¿eres acaso mi
propio eco?
estoy
en el mismo lugar
el
mismo lugar donde todo comenzó
donde
se comienza
donde
todo comienza
ya
casi en el olvido
abro
las persianas y cierro las persianas
se
pone la mesa y se limpia la mesa
enciendo
las luces y las apago
y
doblo la ropa y desdoblo y doblo
y el
mismo polvo y la misma estación seca y larga
y los
frascos vacíos y vueltos a llenar por si tú vienes
y cae
el viento
y caen
las hojas
y
caigo
¿y a quién
le importan estos recuerdos?
ella
muchacha con flores
y los
vestidos plisados y la boca muy roja sonriendo
ahora
sólo un retrato guardado en una caja de habanos
ella
con el sol de mediodía
flores
blancas
y los
dos niños agarrados a su falda
caminando
por el Parque México
ella
que no sabía decir Kadish
despidiéndose
en una estación de tren
despidiéndose
de padres y hermanos
a
quienes nunca más volvería a ver
ella
oh
tantos sueños que no alcanzaron el mar
ella
gorda
vieja
antes de tiempo
¿cómo pudo ocurrirme a
mí?
el
pelo recogido hacia atrás
y la
mirada de un animal herido
y
estuviste distante de los otros
y
estuviste distante de ti
y te
quedó para siempre el sabor del té
de aquel
samovar de tu casa
sin oponer resistencia
en la
espera
en la anunciación
en la
quietud que antecede a la visita
que antecede al nombre
en la
belleza absoluta del regreso
en
la fiebre
en la
percepción anulada
en la
fragilidad
nadie
a quién decir esto
¿quién puede decir su
propia vida?
y no
hubo tiempo porque esperé otra cosa otra palabra
la
impronunciada la inoída
y
nos dispersamos en la rutina
y las
palabras que no dijimos las verdaderas las que sí decían
quedaron
en aquel sueño del que no pudimos despertar
escúchalas
ahora
que ya no estás déjame decirte
¿me estás oyendo?
abísmame
memoria para que pueda perdonar
¿quién
podría decir la compasión?
quédate
febrero
hablo
de aquellos tiempos viviéndose
vuelvo
a ver aquella cara
¿puedo acaso arrancarme de
mí?
tercos
sueños dádivas para nadie apenas para ella misma
la
fotografía no nos descubre nada (todavía es una mujer joven)
yo nunca la conocí
¿en qué momento aquellos
sueños comenzaron a perseguirme?
los
sauces se desprenden de la lluvia
ha
pasado tanto tiempo desde que estuve aquí
madre no me juzgues
tú
también estás condenada al olvido
como
si tuviera nostalgia de lo que estoy siendo
nostalgia de mí
como
si pudiese comenzar de nuevo
como
si me mudara a otra casa
como
quien repite palabras que son mantras
como
un monólogo desde ti hacia ti
como
si fuese yo la que ha comenzado a morir y no tú
como
si el miedo y el polvo fuesen uno
ven y
dime
¿me reconoces en ti?
¿me reconoces?
ven
olvidada
ven y
lléname de lágrimas
lléname
de lágrimas para que pueda llorarte
tocaré
tu lucidez y la resaca de este día
te
lameré las manos como un animal
mírame
no te desvanezcas
no me dejes
estoy
bajo un cielo pálido
por
siempre el pálido inmenso silencio
y era
dentro de mí como una floración
un
despertar al otro lado
y yo
quería saber
pero
sólo me fue dado preguntar
el
otoño se tensa como un arco
la
lluvia también se desplaza hacia el sueño
lentamente
recupera su sombra
se
inclina como un sauce
cae
tócame
adentro de ti
con
esa contención que se desborda
tócame
en
esta oscuridad del pensamiento
en lo
incomprensible de mí
en esa
otra incomprensible yo
ah si
pudieras tatuarme
si te
quedaras ahí
si tan
sólo te quedaras
como
una perra ciega
amamantando
quédate
dame las palabras
Gloria Gervitz. Migraciones.
Libros de la resistencia. Madrid, 2020
Gloria Gervitz. Migraciones.
Ediciones IBERO /Mangos de Hacha. México, 2024

