Si queremos entender para qué sirve la poesía, podemos
apoyarnos en otra pregunta: ¿para qué sirve hacer música? ¿Por qué cantamos?
También la ciencia puede ser considerada un género
literario. La ciencia no sólo se hace en el laboratorio, sino también con
lenguaje.
A menudo, el texto científico antiguo y caduco lo percibimos
como poesía. Desde el momento en que una descripción antigua no tiene más valor
científico, reviste un valor de ensoñación, de imaginación.
La poesía intenta poner orden en los conflictos entre
antiguos pensamientos religiosos y nuevos pensamientos científicos.
La poesía es crítica permanente del lenguaje monetario.
Sólo una poesía sensible a lo económico puede destruir el
lenguaje económico tal y como se encuentra hoy en día.
Se trata, para el poeta, no de tomar posiciones políticas
azarosas sobre tal o cual candente problema, sino de transformar la lengua
misma.
Una nueva lengua es necesaria para una nueva política.
La tarea del poeta es demostrar las insuficiencias de todo
programa político actual.
Estamos en el principio de algo. Ciertamente lo que llamamos
democracia no es satisfactorio. Lo que había antes lo era aún menos. Por ello,
necesitamos ahondar en el lenguaje para descubrir lo que queremos realmente. Se
supone que los instrumentos políticos actuales están hechos para que conozcamos
nuestra voluntad. Por ello las encuestas de opinión; sin embargo, los
resultados obtenidos nos parecen totalmente desfasados. Se nos pide votar. Pero
somos incapaces de manifestar nuestra voluntad dentro de este lenguaje. Las
preguntas están mal planteadas.
Hoy resulta imposible considerar una lengua dentro de su
torre de marfil. Las lenguas son ventanas abiertas unas a otras. Es vano
intentar cerrarlas. Al contrario, hay que abrirlas lo más que se pueda y lograr
absorciones recíprocas.
De La utilidad poética (Auieo ediciones, 2012)
Traducción de Stéphanie Robert Le Fur

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