FELIPE CUSSEN. TENDENCIAS CONCEPTUALES EN LA LITERATURA LATINOAMERICANA*







— No estoy particularmente interesado en las tendencias conceptuales en la literatura latinoamericana. Que no esté particularmente interesado no significa que no esté interesado: significa que no estoy exclusivamente interesado. Me interesa tanto aquello que puede ser etiquetado de conceptual como de no conceptual, y de hecho no estoy seguro de los límites entre lo conceptual o lo no conceptual. No estoy seguro, tampoco, si tiene sentido tiene tratar de definir si algo es conceptual o no, o si es latinoamericano o no, o si es literatura o no.

 

­— Hace un par de años, Carlos Soto Román publicó una traducción de «Please, no more poetry» de Derek Beaulieu en una página web chilena, bajo el título «Por favor, no más poesía». El ensayo comienza así: «La poesía es el último refugio de lo poco imaginativo./ La poesía tiene poco que ofrecer fuera de la poesía misma. Los poetas eligen ser poetas porque no tienen el impulso de ser algo mejor» (2013). De inmediato surgió una respuesta del poeta Héctor Hernández Montecinos, bajo el título «La poesía es una nueva vida. A partir de 'Por favor, no más poesía' de Derek Beaulieu (traducido por Carlos Soto Román)», que comienza así: «La poesía es el arte de la imaginación por excelencia./ La poesía le ofrece al mundo no una visión de la poesía sino una visión de ese mundo./ Los poetas deciden serlo porque uno se consagra de verdad ante lo que no conoce pero siempre ha estado» (2013). Luego prosigue: «La mala poesía surge de cuando abandona lo genuino de la vida./ Ser natural es ser honesto y la honestidad es política», y concluye proclamando: «La poesía es una nueva vida para una nueva humanidad» (2013).

 

— Carlos Soto Román es un poeta chileno que vivió en Filadelfia entre 2009 y comienzos de 2014. Durante ese período participó en numerosas publicaciones y actividades vinculadas al conceptualismo. Vanessa Place presentó una serie de poemas suyos en la revistas Dear Navigator, y allí indica que «Chile has a longish extant history of conceptual poetry” (2011). Soto Román fue uno de los integrantes de la mesa «Global Conceptualisms» organizada por Place en París, en junio de 2012. Su intervención comenzó así: «As a starting point, I’d like to clarify that in Chile, Conceptual writing doesn’t exist; that is to say, it doesn’t exist as a concept. However, there are many works and writers that may well be classified as conceptualists». Entre ellos menciona como principal antecedente a Juan Luis Martínez, autor de una obra inclasificable titulada La nueva novela, compuesta entre otras cosas por la apropiación de numerosos textos e imágenes de fuentes literarias y no literarias. Finalmente se pregunta por la validez de la etiqueta «conceptual»: «But, how about the use of foreign label? Does it make any sense? In order to answer that, we shouldn’t forget that a 'national' category could be questioned as a valid unit of analysis for an art that usually overcomes geographical boundaries, since usually the understanding of these phenomena is more convenient if it’s regarded as a cross between international trends» (2012).

 

— Carlos Soto Román también ha participado en otros dos proyectos relevantes para las discusiones en torno al conceptualismo en Latinoamérica. Uno de ellos es el dossier preparado para la revista Laboratorio en 2013, en el que reúne a autores estadounidenses y canadienses que ya tienen un lugar establecido en este movimiento (Place, Beaulieu, Christian Bök, Rob Fitterman), algunos más jóvenes (Holly Melgard), y también europeos (Franck Leibovici, Riccardo Boglione), junto con varios latinoamericanos (Cecilia Vicuña, Sara Uribe, Ricardo Domeneck, Pablo Katchadjian, Ezequiel Alemian, entre otros). En su introducción también vuelve a preguntarse por las dificultades de esta etiqueta: «si bien, pareciera ser que todos los que actualmente practican el Conceptualismo entienden perfectamente en teoría de qué se trata, en la práctica, nos daremos cuenta a través de sus obras que dicho entendimiento está volcado, de una forma rizomática, hacia las más diversas y extrañas direcciones» (2013).

El otro es la traducción al español y ampliación de Do or DIY, un ensayo de Craig Dworkin, Simon Morris y Nick Thurston. En esta edición se incluye una «[ESPECIE DE POSGRAFO]» de Andrés Ajens, que comprende el procedimiento de apropiación de una manera bastante más abierta:

 

si el llamado a la «apropiación» de textos o huellas no abre desde ya una fisura o pliegue en él mismo, la susodicha apropiación corre el riesgo de reiterar (maquinalmente) lo peor: la apropiación imperial, el saqueo de Cuzco, Tenochtitlán y Bagdad, la maquinación colonial en toda (no sólo la barroca) variedad, etc., etc. Una cosa, apropiarse de haberes de instituciones nacionales, internacionales y transnacionales de arte & cultura, otra apropiarse de los restos de quien habrá carecido de todo haber, o casi. (Dworkin; Thurston; Morris, 2013: 34-35)

 

— Carlos Soto Román y yo nos reunimos en Nueva York el año 2010 y en Filadelfia el año 2012. En ambas ocasiones me manifestó su gran entusiamo por el conceptualismo y la necesidad de difundir y complejizar sus propuestas cuando volviera a Chile. Sus amigos estamos preocupados desde que volvió a Chile.

 

— Carlos Soto Román escribió un ensayo titulado «El plagio del plagio», en el que destaca la irrupción paralela e independiente del conceptualismo norteamericano y el «Neoconceptualismo», movimiento creado por Carlos Almonte y Alan Meller a fines de los ‘90 que culmina el año 2001 con el libro Neoconceptualismo. El secuestro del origen. Dicho libro, que recién fue publicado físicamente en New Delhi el año 2010, se caracteriza por la construcción de textos propios a partir de textos ajenos. El texto de Carlos forma parte de Neoconceptualismo. Ensayos en el que se reúnen las miradas de diversos académicos y escritores. Entre ellos se cuenta Riccardo Boglione, escritor italiano, que residió en Estados Unidos y actualmente vive en Uruguay, desde donde edita la revista Crux Desperationis. En su texto él establece una diferencia: «Si los chilenos no se desprenden de la fuente exquisitamente literaria [...] y tampoco del recurso al montaje más o menos febril [...] el conceptual writing es mucho más flexible. Admite todo tipo de producción textual» [y] emplea técnicas de manipulación que no presuponen necesariamente un montaje creativo del material» (Cussen; Almonte; Meller, 2014: 113).

 

— Carlos Soto Román y Riccardo Boglione participaron en una serie de intercambios internacionales promovidos por Vannesa Place en la revista Jacket2 bajo el rótulo «Global Conceptualisms», que prolongan el diálogo iniciado en la mesa organizada en París. Carlos Soto Román destaca que su interés en el conceptualismo «has a root that is almost archeological, in the sense that provides me a new context in which I can relate, rescue, and promote different readings and/or ways of understanding fundamental works that are not well known outside Chile, which appeared years before the current Conceptualist movement was born. I’m talking about my local referents here». Luego define su relación con el conceptualismo como un estado de Facebook: «it’s complicated» (en Hallberg; Soto-Román, 2012). Boglione también describe su propia situación: «in the area where I live, the Cono Sur (Uruguay, Argentina, Chile), I know of only a few writers who employ creative strategies that might be said to connect with conceptualism. Moreover, as far as I know, these writers do not conceive of themselves as part of a community. Of course, there are some writers, for example Felipe Cussen and Carlos Soto-Román, who are well aware of the conceptualist movement, and who in fact embrace it» (Victor y otros, 2013).

 

¿Yo he abrazado el conceptualismo? ¿Cómo se abraza el conceptualismo?

 

— No sé si he abrazado el conceptualismo, pero cuando recibí en mi casa la voluminosa antología Against Expression. An Anthology of Conceptual Writing casi tuve que abrazarla para leerla. Unos meses después le escribí a Craig Dworkin un tímido correo titulado «From Chile»[1] en el que le decía: «A couple of months ago I received your anthology ‘Against expression’, and it made me think in a couple of contemporary latin american writers which could also be related with conceptual poetics». Siempre que le escribo un correo a una persona importante del extranjero coloco «From Chile», para provocarles compasión.

 

— Mi tímido correo corresponde al mismo entusiasmo de mi amigo Carlos. Al conocer las formulaciones del conceptualismo tal como lo definían Kenneth Goldsmith, Craig Dworkin, Vanessa Place, Rob Fitterman y Marjorie Perloff, teníamos la sensación de que existía una coincidencia con algunas de las prácticas propias y de otros autores cercanos. También habíamos utilizado procedimientos como la apropiación y la reiteración para desarrollar una poética en la que se disolviera la subjetividad. En gran parte esto se debía a una incomodidad con la experiencia de haber crecido en Chile, donde todos se creen poetas, y donde todos creen que ser poeta significa sufrir mucho. En mi caso también respondía a un interés previo por los referentes compartidos con el conceptualismo, particularmente OuLiPo, la poesía concreta, el arte conceptual y la música electrónica. Y al igual que Carlos, también se ligaba a la revalorización de figuras de nuestra tradición como Juan Luis Martínez.


Creo que ese impulso ha sido parecido al de otros poetas y académicos latinoamericanos que se han acercado al conceptualismo. Ricardo Domeneck, por ejemplo, toma como punto de partida Notes on Conceptualism de Rob Fitterman y Vanessa Place, y los diálogos en Jacket2 para pensar en una posible cartografía conceptual al interior de la tradición experimental de la poesía brasileña, en la que podría incluirse obras como el famoso «beba coca cola» de Décio Pignatari (2013). Marco Antonio Huerta comenta la traducción de Cristina Rivera Garza de Notes on Conceptualism, y comenta

 

Existen casos que apuntan a que los conceptualismos se encuentran ya en práctica en el español. Pablo Katchadjian recién engordó El Aleph de Jorge Luis Borges y anteriormente ordenó de la a a la z los versos del Martín Fierro de José Hernández. En México, Sara Uribe reescribió la Antígona de Sófocles por medio de la apropiación de testimonios sobre los desaparecidos de los últimos años. El chileno Carlos Soto Román trabaja con la materialidad de lenguaje público y en su aspecto visual desde su condición de inmigrante en los Estados Unidos. Notas sobre conceptualismos aparece concomitante con el entusiasta rescate editorial de la obra del artista y escritor mexicano Ulises Carrión, lo cual abona a la urgencia de sumarse a este diálogo. (2013)

 

Y Mónica de la Torre, poeta nacida en México que reside en Estados Unidos desde 1993, también ha reivindicado la figura de Ulises Carrión (2013) y nuevamente la de Juan Luis Martínez (en Corrected Slogans, 2013: 203).

 

— Cada vez que he hablado con un escrito conceptual norteamericano, lo primero que me preguntan es: ¿Conoces a Mónica de la Torre? Mónica de la Torre es la única autora de origen latinoamericano incluida en la antología Against Expression,[2] y también aparece, junto a Cecilia Vicuña, en I’ll Drown my Book. Conceptual Writing by Women. En efecto, tanto en esas selecciones como en el listado incluido al final de Notes on Conceptualisms, el grueso de los seleccionados pertenecen al ámbito estadounidense, canadiense, inglés y, en el caso de Against Expression, también francés. El interés por pensar el conceptualismo a nivel global corresponde, entonces, a una segunda etapa, posterior a la de su primera cristalización teórica y editorial en torno a 2010.

Vanessa Place explicita esta intención de manera irónica pero no menos certera esta intención en su texto «Global Conceptualisms. I am American»: «I am American. Thus, it is my manifest destiny to arrive late on the scene and take credit for any subsequent victory» (2012). En la presentación de la serie de intercambios en Jacket2 detalla cómo el conceptualismo opera y responde a referentes muy diversas en sus respectivos contextos:

 

In the United States and Canada, conceptualism is an early 21st century literary movement with antecedents in the Duchampian readymade, 80s appropriation art, Brazilian concrete poetry, and French Oulipian constraint writing. In France, «poetic documents» work as site-specific nodes of sociological and linguistic analyses; in the Philippines, conceptualism serves as performative institutional critique. Sweden and Chile have 40-year legacies of conceptual writing born of disparate political climates and their critiques. In Iran, literary appropriation is literary tradition; current Russian videopoetics has its roots in 1970s Moscow Conceptualism. Conceptual writing is newer to Germany and Mexico, where practitioners use its techniques to rearticulate contemporary and past history. (en Hallberg; Soto Román, 2012).

 

El tono cuidadoso de Place contrasta con las proclamas más provocativas y quizás inocentes del líder más famoso del conceptualismo, Kenneth Goldsmith. Pero de todos modos, ambos han recibido el mismo tipo de críticas precisamente a partir de su comparación con la escena latinoamericana. Kent Johnson, por ejemplo, critica el conservadurismo del conceptualismo norteamericano en contraste a su desarrollo en contextos de represesión cultural y política, como la dictadura chilena (2013). Del mismo modo, Calvin Bedient se vale de poetas como César Vallejo o Raúl Zurita para defender una poesía basada en los afectos.[3] La crítica más dura, sin embargo, proviene del mexicano Heriberto Yépez, quien cuestiona la novedad de las propuestas de Goldsmith: «Su innovación es cuestionable. Un ejemplo entre otros: Ulises Carrión hace un tercio de siglo hacía cosas que hoy abanderan norteamericanos», y además ataca sus pretensiones de globalización: «Reiteran prácticas colonialistas. Vía manifiestos, antologías y membresías, borran o se apoderan de otras historias. [...] Vanessa Place o Goldsmith encarnan el expansionismo norteamericano y lo tornan buen gusto, refinamiento post-experimental, radical-soft» (2013).

 

­— El panorama que he descrito refleja una serie de tensiones, prejuicios y malentendidos que vuelven muy difícil definir las tendencias conceptuales en la literatura latinoamericana. Frente a estas resbalosas condiciones se corren además dos riesgos: por una parte, sería absurdo negarse a establecer relaciones entre prácticas y reflexiones similares que se están produciendo en Latinoamérica, Estados Unidos o Europa, pero por otra parte se puede caer en el exceso de abusar de la «marca» conceptual hasta que se torne irrelevante. ¿Queremos que el conceptualismo global sea como una publicidad de Benetton?

 

— He acumulado esta serie de declaraciones que nos hablan de las condiciones en que podrían surgir las tendencias conceptuales en la literatura latinoamericana, pero estas vagas explicaciones y referencias a autores poco conocidos impiden formarse una idea más clara de sus características. Es importante conocer la discusión en torno al conceptualismo en Latinoamérica,[4] pero una vez conocida creo que es aún más necesario dejarla a un lado.

He colocado estos elementos sobre la mesa sólo para quitarlos.

 

— Cuando un amigo leyó estas primeras notas me dijo: «quedamos igual». Pero no quiero que quedemos igual. Tampoco quiero ser impreciso. Hablaré, entonces, de algunas obras de otros dos escritores que me interesan mucho. Dejaré descansar a mi amigo Carlos, y me referiré a Pablo Katchadjian y Luis Alvarado. Ambos conocen el conceptualismo norteamericano, pero también conocen muchas cosas más.

 

— Pablo Katchadjian se propuso reescribir tres grandes clásicos de la literatura argentina. El primero fue El Martín Fierro ordenado alfabéticamente (2007). Tal como suena, este libro corresponde al reordenamiento alfabético de los versos de la primera parte del Martín Fierro de José Hernández. He aquí un fragmento:

 

como a buscarme la hebra,

como a perro cimarrón

como a quererme comer;

como a quererme ensartar,

como agua de la virtiente.

como agua de manantial.

como agua de manantial;

cómo andaba la gauchada

cómo andaría de matrero,

como bicho sin guarida;

como burro con la carga.

como carne de cogote:

como carne de paloma.

como chico con lumbrices.

como cosa más sigura.

como criollos entendidos

como de alma que anda en pena.

como el pájaro del cielo;

como el pájaro en su nido;

como el perro que oye truenos.

como el ruido de un latón.

como el sufrir y el llorar.

como encomienda de pobre.

como esas aves tan bellas

cómo fue la conclusión.

como guacho pa la leche».

como güérfano a la teta.

como haciéndomé chiquito. (2007: 11-12)[5]

 

Como destaca el novelista César Aira, «El resultado es un poema a la vez extraño y conocido, una cámara de ecos del poema nacional», y su efecto resulta inquietante: «nos damos cuenta con sorpresa de que nos hemos librado justo de lo que más nos molestaba: de esa insistencia de una voz en decirnos algo, hacerse entender, convencernos» (2009). Incluso llega a imaginarse sus efectos futuros:

 

Habría que pensar en generaciones y generaciones de escolares a los que se les hiciera leer sólo este Martín Fierro ordenado alfabéticamente, ocultando celosamente el otro, el convencional. Las desventuras del gaucho, consteladas en orden alfabético, y acompañando a estos jóvenes argentinos el resto de sus vidas (porque el juego no tendría gracia si no se los obligara a aprenderlo de memoria), daría origen a la larga a una nueva nacionalidad, distinta, si no mejor al menos más arriesgada... (2009).

 

Juan José Mendoza, en cambio, lo vincula fuera de sus límites, y lo sitúa de acuerdo a «las lógicas de la transgresión y con las artes plásticas de los ‘80 norteamericanos: fotocopia y escrituras al margen; apropiacionismo e intervención» (2011: 63). Incluso cita a Burroughs cuando se refiere a este procedimiento como un «virus informático» (2011: 64). Una descripción similar por cierto, se lee en la contratapa de Re-Writing Freud de Simon Morris:

 

A virus or process of contagion has been at work, intervening in Sigmund Freud’s The Interpretation of Dreams, rupturing it and returning it to us in a new order. By subjecting Freud’s words to a random re-distribution, meaning is turned into non-meaning and the spectator is put to work to make sense of the new poetic juxtapositions. The world of dreams is subject to the laws of the irrational and Re-Writing Freud gives the spectator the chance to view Freud’s text in its primal state. (2005)

 

A pesar de la coincidencia en el efecto de desacralización de un clásico y la disolución de su sentido, es interesante destacar que se produjo desde procedimientos casi opuestos: la aplicación rigurosa del orden alfabético, por una parte, el azar, por otra.

Sería igualmente interesante comparar este Martín Fierro con otras obras ordenadas alfabéticamente. En Against Expression se incluyen algunos ejemplos, pero el que más me gusta es uno que también lo explicita desde el título: The Bible (alphabetized) de Rory Macbeth.

 

babbler babbler babbling babblings babblings babe babe babe babe babe babe babes babes babes babes babes babes babes babes babes back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back back backbiteth backbiting backbitings backbone backs backs backs backs backs backs backs backs backside backside backside backslider backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backsliding backslidings backslidings backslidings backslidings backward backward backward backward back- ward backward backward backward backward backward backward back- ward backward backward backward backward backward backward bad bad

(en Dworkin; Goldsmith, 2011: 359)

 


La aplicación del orden alfabético se aplica a partir de una medida menor: las palabras. El efecto de uniformidad visual, por consecuencia, es mucho mayor, e incluso hay páginas completas con una sola palabra, «be» (363-68). Esta comparación permite valorar con mayor precisión la decisión de Katchadjian: él ha preferido que el sentido caótico de su reordenamiento sea guiado por la misma estructura rítmica del verso octosílabo original. Dicho de otro modo, aunque su sentido sea confuso, suena parecido, y ese ritmo resulta extrañamente acogedor para sus compatriotas que lo repitieron una y otra vez en la escuela.

 

— Pablo Katchadjian también se propuso recopilar una serie de citas de periódicos y revistas argentinos a lo largo de 2012. Finalizó el 6 de diciembre, y lo publicó como e-book el 7 de diciembre, justo el día en que se comenzó a aplicar la Ley de Medios, que impedía la concentración de medios de comunicación, y que enfrentó a la presidente Cristina Kirchner con el grupo Clarín, de tendencia opositora. Frente a este panorama particularmente caldeado, Katchadjian se impuso restricciones bastante específicas:

 

en contraste con lo que ocurría en el marco original de estas citas, este libro no está hecho para convencer a nadie de nada, y sin embargo pienso que podría resultar útil. Otras aclaraciones: tomé de los mismos medios los nombres, títulos, cargos y definiciones de quienes hablan; no incluí suplementos culturales; el orden de las citas, en general, es el de recolección, y el nivel de composición es mínimo; si bien varias de las citas no están enteras, traté de no forzarlas ni tergiversarlas; y, por último: sólo cité citas. (2013: 7).

 

Esta tarea es distinta a la de El Martín Fierro...: si en aquel primaba la concepción de una idea que después simplemente debía ser aplicada, aquí hay un trabajo selectivo, pero que tampoco intenta mostrarse virtuoso, sino más bien simplemente busca transmitir el desorden y la cacofonía del debate público. Es, a su manera, un poema eminentemente realista.

He aquí un ejemplo de las combinaciones que se producen:

 

«Nos detuvieron los agentes de los Servicios de Inteligencia bolivarianos y nos acusaron de espionaje», dijo el conductor y periodista Jorge Lanata.

 

«Lo que más me interesa de Borges es la idea de que todo es plagio, de que hay cuatro ideas y todas están en la Ilíada», dijo el escritor portorriqueño Luis Othoniel Rosa.

 

«Ahora estamos más tranquilos, pero estamos bastante indignados», dijo el conductor y periodista Jorge Lanata.

 

«Nosotros estamos abiertos al diálogo», dijo el suboficial de Gendarmería Raúl Maza.

 

«La verdad es la verdad y las cosas como son», dijo la heredera del escritor Jorge Luis Borges, María Kodama.

 

«Ojo, que poner buena onda todo el tiempo cansa»; dijo Pedro Kalaydjian, guardia del subte. (2013: 120-21)

 

La crítica argentina Graciela Speranza refiere la experiencia de esta obra en los siguientes términos: el lector «recuerda haber leído algunos de los dichos, descubre otros, viaja en el tiempo de las referencias. Pero también arma sus propias series, contrasta unos con otros, sonríe, se consterna, descubre la ironía dramática que les dio el paso del tiempo e intenta infructuosamente descifrar la lógica que los reúne, mientras se entrega al mecanismo y sigue leyendo» (2013). La relaciona con otros casos de apropiacionismo en la literatura argentina contemporánea como «las páginas subrayadas, escogidas y escaneadas de Ezequiel Alemian (El tratado contra el método de Paul Feyerabend) y la poesía spam a través de búsqueda en Google de Charly Gradín ('El peronismo es como...'; 'Cae la tarde y...')», pero además enmarca su lectura ampliándola a referentes literarios como William Burroughs, David Markson y Kenneth Goldsmith, y también visuales, como The Clock de Christian Marclay. Me gustaría añadir como otra comparación posible: el libro Päivä de Leevi Lehto, también incluido en Against Expression, quien también se autoimpuso una seria de estrictas restricciones para reorganizar las noticias de un solo día emitidas por la Finnish News Agency (en Dworkin; Goldsmith, 2011: 339-40).

Katchadjian también cita sus propios referentes en el prólogo: «Mientras lo hacía, me acordé, un poco epifenomenalmente, de un poema (‘a balada de los esqueletos’, de Allen Ginsberg) y de dos libros (Falsos pareados, de Alejandro Rubio, y Rayar, de Ezequiel Alemian)» (2013: 7). Todos estos ejemplos resultan bastante ilustrativos, particularmente Rayar de Alemian, quien más de diez años antes se había propuesto: «Escribir una frase cada día de mi vida, que no pueda ser corregida ni descartada» (1999: 4). Finalmente Katchadjian cita una frase de Jonathan Swift cuyo sentido comprendí perfectamente al terminar el libro: «Detesto leer sus escritos, porque no comparto sus principios y no puedo soportar que se me trate de convencer» (en Katchadjian, 2013: 7).

 

— Luis Alvarado también se ha propuesto muchas cosas, y varias de ellas se encuentran en su único libro de poesía editado hasta la fecha, titulado correctamente Inventario. Su obra está influenciada por el poeta y artista peruano Jorge Eduardo Eielson (que merecería sumarse a la ilustre galería de precursores como Juan Luis Martínez y Ulises Carrión)[6] y también se relaciona con la artista conceptual Luz María Bedoya y el poeta Mario Montalbetti, pero también bebe de Fluxus y el arte conceptual norteamericano. Es muy activo en el campo de la música experimental y la poesía sonora.

         Un buen ejemplo de todos sus intereses se encuentra en una de las secciones de Inventario. «Notas a un box set vacío. 9 piezas perdidas de la música peruana», es una pieza que inicialmente iba a aparecer en una revista musical, que compila una serie de composiciones perdidas, de las que solo hay algunas referencias. Éstas son algunas de Manongo Mujica:

 

En 1973 realizó una serie de experimentos con frotaciones sobre objetos diversos: un papel, un libro, mesas, alfombras, cojines, todo lo que pudiese frotarse con la finalidad de crear capas que emularan el sonido del mar. Durante un año se encerró en el estudio miraflorino de Sandro Li Rossi. Tras tener la grabación terminada un buen día le regaló la única copia a un productor alemán: «En ese momento sentía que era lo que tenía que hacer, al mar no lo podía retener” declara Manongo.

En 1980 fue invitado a Estados Unidos a un homenaje que se le realizaba al compositor norteamericano John Cage. Allí presentó una obra que consistía en pisar una serie de círculos formados con una tonelada de hojas secas crujientes micradas. Sobre esta obra ha dicho Manongo: «Se grabó pero yo no tengo copia de eso. Eso se lo lleva el viento. Las mejores cosas son así». (2010: 52)

 

Eduardo Chirinos destaca lo que implica enterarse de estas obras que nunca se podrán escuchar: «Esta imposibilidad es doblemente traumática: primero porque se trata de composiciones experimentales y altamente innovadoras [...] y, segundo, porque estas composiciones realmente existieron» (2011: 211).

Vale la pena comparar este listado con uno igualmente silencioso realizado por Craig Dworkin: «Further listening», el último capítulo de su libro No Medium. Dworkin nombra una larga lista de obras silenciosas como la famosa 4’33” de Cage, pasando por Alphonse Allais, Yvez Klein, Yoko Ono hasta otras más nuevas como las de Language Removal Service, Nick Thurston o JAMeS WHITeHead. El paralelo entre dos textos aparentemente tan parecidos nos permite destacar una diferencia particularmente significativa: todos los silencios reunidos por Dworkin son voluntarios y su efecto es más bien provocador, a veces divertido; todos los silencios reunidos por Alvarado son involuntarios y su efecto es melancólico, dramático.

 

­­— No quise utilizar el adjetivo «conceptual» durante esta rápida presentación de algunas obras de Katchadjian y Alvarado. No es que no crea que no puede aplicarse, pues por algo he propuesto su comparación con ejemplos ya sancionados dentro del conceptualismo. Me abstuve porque creo que estas obras reclaman algo más que esa etiqueta, y nos obligan a entender su posición en los campos culturales desde los que emergen. Creo que primero hay que leerlas y contextualizarlas y sólo entonces comenzar a preguntarse por la pertinencia de este calificación. Su carácter literario también es borroso, pues su autoría no se basa en la creación sino en la recopilación y el reordenamiento. Cuesta distinguir si se trata de narrativa, poesía, periodismo o simplemente un collage. Pero lo que me resulta más desafiante es el modo en que permiten cuestionar las categorías en que suele encasillarse la literatura latinoamericana. Sus obras traen a la mente conceptos como nación, política, memoria, desaparición, que muchos de nuestros críticos y especialmente la mirada paternalista de muchos académicos norteamericanos han convertido en clichés. Katchadjian y Alvarado no satisfacen sus expectativas con denuncias y reivindicaciones explícitas, sino que provocan su emergencia a partir de operaciones negativas. Por último, lo que me interesa más es que estas obras, como las de mi amigo Carlos y muchos más, nos permiten alterar el mapa del conceptualismo como se ha venido escribiendo hasta hoy. La mejor operación crítica que se me ocurre consistiría en fotocopiar algunas páginas de El Martín Fierro ordenada alfabéticamente y La cadena del desánimo, y pegarlas entremedio de la antología Against Expression, y hacer lo mismo con «Notas a un box set vacío» y agregarlo como un nuevo capítulo a No Medium.

Esto es lo que quería colocar sobre la mesa.

 

Nota:

Leí este ensayo en el Departamento de Inglés de la Utah Universidad, el 21 de octubre de 2014, mientras visitaba a Craig Dworkin. Posteriormente ha habido más intercambios entre los conceptualismos del norte y del sur. Mi amigo Carlos Soto Román ha publicado una serie de posts titulados «Chilean Poetics» en Jacket2 (2014a, 2014b, 2014c, 2014d, 2015), y el académico norteamericano Scott Weintraub publicó una monografía sobre Juan Luis Martínez, donde también establece una relación con el conceptualismo («in terms of recent critical discussions of citacionality and borrowing vis-à-vis two books on contemporary and historical experimental writing processes: Marjorie Perloff’s Unoriginal Genius: Poetry by Other Means in the New Century (2010) and Kenneth Goldsmith’s Uncreative Writing: Managing Language in the Digital Age (2011)» (32-33)). Un par de libros de Kenneth Goldsmith han sido traducidos en Chile y Argentina (Fidget fue traducido como Inquietud por Sebastián Jatz Rawicz (2015a), quien también tradujo Theory como La Teoría del Herrero de Oro (2015b), y Uncreative Writing fue traducido por Alan Page como Escritura no creativa (2015c)). En mi propia investigación encontré algunas interesantes reflexiones que no había advertido previamente, como las de Los muertos indóciles. Necroescrituras y desapropiación, de Cristina Rivera Garza (2013), donde profundiza en el conceptualismo norteamericano en dialogo con la teoría europea y muchos escritores latinoamericanos. También realizamos un diálogo con Riccardo Boglione y Carlos Soto Román en la Universidad de Santiago de Chile, adonde también invitamos a Craig Dworkin y organizamos algunas reuniones y una lectura con poetas chilenos como Carlos Cociña, Martín Gubbins, Carlos Almonte y Alan Meller. En el intertanto, sin embargo, ha habido un importante cambio en la percepción del conceptualismo en Estados Unidos, tras la lectura de Goldsmith del reporte de autopsia de Michael Brown en Brown University, y posteriormente con los tweets de «Gone With the Wind» de Vanessa Place. The Mongrel Coalition Against Gringpo (un grupo anónimo asociado a poetas como el brasileño Lucas de Lima, que estudia en Penn University) atacó fuertemente a los poetas conceptualistas y planteó argumentos basados en la descolonización. Estos grandes debates (que obviamente tienen muchas dimensiones políticas y estéticas) implican un escenario muy diferente al que acabo de describir. Pero de algún modo considero que la estrategia de Mongrel es finalmente un fracaso, porque están utilizando exactamente el discurso que los críticos americanos esperan de los escritores latinoamericanos, y se están autoexotizando. Estas discusiones, por supuesto, se llevan a cabo en el medio más capitalista de todos: Facebook. De hecho, ahora estaba tratando de encontrar un comentario muy inteligente (o eso supongo) que escribí en el muro de Lucas de Lima, que tenía algo que ver con mi difícil experiencia viviendo en el tercer mundo, pero acabo de descubrir que ya no somos amigos.


REFERENCIAS

 

Aira, C., «El tiempo y el lugar de la literatura», [en línea], Otra parte. Revista de artes y letras, 19, verano 2009-2010, <https://www.revistaotraparte.com/op/ideas/el-tiempo-y-el-lugar-de-la-literatura/>, 2009.

Almonte, C.; Meller, A., Neoconceptualismo. El secuestro del origen, Delhi, Sarak Editions, 2001.

Alvarado, L., Inventario, Lima,: Ediciones de Yuggoth, 2010.

Alvarado, L. «Un lugar para enterrar el poema. Heinrich Helberg: poesía experimental y arte desmaterializado», Pesapalabra, 2, diciembre 2018, 3-11.

Beaulieu, D., «Por favor, no más poesía», [en línea], (traducción Carlos Soto Román),Proyecto Patrimonio, 7.2.2013, <http://letras.s5.com/cso070213.html>, 2013.

Bedient, C. «Against Conceptualism», Boston Review, 24.7.2013, <http://bostonreview.net/poetry/against-conceptualism>, 2013.

Bergvall, C. y otras (ed.). 2012, I’ll Drown my Book. Conceptual Writing by Woman. Los Angeles: Les Figues Press.

Camnitzer, L.; Farver, J.; Weiss, R. (ed.), Global Conceptualism: Points of Origin 1950s-1980s, Nueva York, The Queens Museum of Art, 1999.

Camnitzer, L., Conceptualism in Latin American Art: Didactics of Liberation, Austin, University of Texas Press, 2007.

Chirinos, E., «Catálogo de invenciones o las aventuras del trovar vanguardista», Hueso Húmero, 57, 2011, pp. 207-214.

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[1] Correo electrónico a Craig Dworkin, 27-4-2011

[2] En el prefacio «The Fate of Echo», Dworkin también menciona a Pierre Menard, el personaje creado por Jorge Luis Borges, como un «uncreative writer» (Dworkin; Goldsmith, 2011: xlv).

[3] Rachel Galvin le replica con una fuerte advertencia: «There is a danger in canonizing non-English-language poets as martyrs whose ‘suffering’ may serve as a beacon to ‘us’» (2014a). Luego va más allá en su artículo «Poetry is Theft», en el que propone considerar la antropofagia de Oswald de Andrade y Haroldo de Campos como una perspectiva para analizar a los escritores conceptuales norteamericanos: «I am proposing the cannibalistic logic of poetic displacement as an alternative to the concept of ‘uncreative writing’ that has begun to gain currency among North American poets and scholars» (2014b: 23).

[4] Es importante, también, conocer no sólo la discusión sobre el conceptualismo «literario» sino también sobre el arte conceptual en Latinoamérica, que ha sido muy fuerte desde los sesenta. en 1999, Luis Camnitzer, Jane Farver and Rachel Weiss, publicaron Global Conceptualism: Points of Origin 1950s-1980s, en el que proponen ampliar «the geographic scope of the definition of conceptualism, to open up the meaning of the term itself to include a spectrum of artistic intents and responses to reality/circumstances that goes beyond the limits of the usual (and formally derived) art world scope» (1999: xi). En un libro posterior, Conceptualism in Latin American Art: Didactics of Liberation, Camnitzer pretende «to trace the roots and genealogies of Latin American conceptualism from its own tradition rather than treating it like a derivative product of what was current in New York and Paris, often many years later» (2007: 3). Allí enfatiza la importancia de los precursos literarios, como Max Aub, Vicente Huidobro, José Juan Tablada, Carlos Oquendo de Amat, Oswald de Andrade, Nicanor Parra, Noigandres group, Ferreira Gullar y Ricardo Carreira, y también subraya la naturaleza política del conceptualismo latinoamericano. José Ignacio Padilla sigue esta perspectiva al analizar el trabajo del poeta chileno Martín Gubbins, a quien considera que se puede comparar con la figura del «unoriginal genius» de Perloff y las prácticas apropiativas de Goldsmith, pero que difiere en sus propósitos más políticos: «Quizás en este matiz político se manifieste nuevamente la diferencia entre el conceptualismo del norte (más aséptico) y el conceptualismo del sur (más cercano a la crítica ideológica). Ver Camnitzer (2009)» (2014: 62; se refiere a la versión española de Global Conceptualism (Didáctica de la liberación: arte conceptualista latinoamericano (Murcia: CENDEAC, 2009)).

[5] Este libro fue incluido en la antología Reprint. Appropriation & Literature, editada por Annette Gilbert, junto a otros autores latinoamericanos como Ulises Carrión, Ezequiel Alemián y Milena Bonilla Galeano.

 

[6] También ha investigado sobre su compatriota Heinrich Helberg, a quien sitúa en la intersección entre la poesía experimental y el arte conceptual (2018).



*Presentado el 21 de octubre de 2014 en el Departamento de Inglés de la University of Utah y publicado en inglés en Western Humanities Review, vol. 70, 1, Spring 2016, 107-36 (traducción de Virginia Gutiérrez).

Las fotos del presente texto son de Erwin Olaf.


ÁNGEL CERVIÑO. CONTRA ORALIDAD

 

                                                                                                                                            chris burckard


Los que me conocen ya saben lo poco que me gusta leer en público, supongo que se trata de algo no premeditado, intuitivo o visceral, que tendrá que ver con la timidez y la inseguridad, pero, claro, a lo largo de todos estos años he ido teorizando esa disposición, esa no-disposición, y ahora ya me veo armado de un corpus teórico que la sustenta. Allá va.

 

En primer lugar, mi escritura se organiza de forma muy visual. Me interesan las estrategias plásticas de ocupación de la página: esas líneas oscuras desplegándose sobre la superficie del papel. En no pocas ocasiones he decidido el aspecto tipográfico de un texto antes de escribir una sola línea. Las diferentes secciones de un libro suelo ‘verlas’ plásticamente configuradas antes de comenzar a trabajarlas. Obviamente todo esto desaparece en cualquier lectura pública.

 

Cuido mucho también los aspectos musicales y la sonoridad de la escritura, pero yo diría que esos valores sonoros se asientan siempre sobre un trazado visual, sobre una arquitectura previa.

 

Suelo utilizar una amplia y variada gama de signos gráficos y procedimientos constructivos que plantean serias dificultades a la lectura y la oralidad: guiones, asteriscos, barras diagonales, notas al pie, parlamentos —entrecomillados o no atribuidos a los diferentes personajes que pasaban por allí. ¿Cómo leer una nota al pie en un verso? ¿Se va a la nota en el momento en que aparece, interrumpiendo el discurrir del texto, o se lee el poema completo y al final se va a la nota explicando en qué punto exacto se encontraba la llamada? No sé cuál sería la peor solución, pero ninguna es buena.

 

Por otro lado, la performatividad, o la simple lectura en voz alta, añadiría a mis textos toda una serie de valores no previstos, ni buscados (y quizá tampoco deseados): la entonación, la dicción más o menos clara o arrastrada, un ritmo rápido o más pausado, énfasis y silencios, toses, tartamudeos, errores de lectura, carraspeos... Valores que pertenecen al lector (aunque sea yo mismo) y a su pericia o estado de ánimo, pero no al texto. Al menos, no al texto tal como fue concebido.

 

Otra interferencia grave la proporciona el hecho de que toda lectura pública de poemas es, antes que ninguna otra cosa, un acto social, una reunión de personas, con todos los juegos de representación y exhibición de roles que esto conlleva. Un entorno sonoro y social que no deja de añadir capas de significación sobre el texto, sepultándolo bajo estratos de gestos y carantoñas; obstáculos, todos ellos, que desaparecen en una lectura privada y silenciosa.

 

Aunque quizá el reparo más sólido que puedo poner a la lectura pública de un texto es la linealidad irreversible que se le impone. El lector no puede aquí detenerse en un punto clave, y volver atrás, a algún pasaje anterior que ahora resulta iluminado por los versos que le sucedieron, y volver a paladearlo a la luz de estas nuevas aportaciones que lo enriquecen, lo matizan o lo contradicen (un recurso que he utilizado con cierta frecuencia). Tampoco puede pararse un rato a disfrutar con más detenimiento y delectación de una imagen inesperada o, simplemente, mantenerse en el clima verbal de un fragmento que le toca de forma más directa, y reflexionar sobre lo que va leyendo, dejándose llevar por una marea de evocaciones no previstas, que requieren de un paso más lento y de una atención diversificada. Así leo, y así me gustaría que me leyeran.

 

Y no estará demás terminar citando a J. M. Ullán, con una frase que muchas veces me ha servido de baluarte o burladero: “... todos los esfuerzos previos de despersonalización se hacen añicos, tienes que reconstruir el conjunto como si se tratara de una cosa propia, que lo será, pero que no tendría que serlo hasta el punto de proclamarlo”.

(J. M. Ullán, “Eso de leer poemas”. Entrevista con Eloísa Otero)

 

En realidad, la cosa es muy sencilla, siempre que puedo elegir opto por la palabra desnuda que se cuela silenciosa en la mente del que lee sin mover los labios, generando allí su propia música, resonando en los archivos verbales del receptor. Imágenes acústicas posándose en nuestra mente, depositándose sobre cláusulas y conceptos como el polen que cubre los charcos. Así me gustaría presentar mis textos, sin otro aditamento.

FORMOL DENTRO DE LA BOTELLA / ZHANG SHUGUANG. TRAD. MIGUEL ÁNGEL PETRECCA

 



richard tushman



A mi hija

Te creé de la misma forma que dios creó al hombre.
Te di la vida, y con ella también la muerte
y el terror. Esa primavera o tal vez
comienzos del verano, –el momento exacto
no puedo recordarlo– yo tenía cuatro
o cinco años (tu misma edad de ahora).
Un huésped venido de muy lejos
discutía con mi padre sobre los crueles castigos
del feudalismo tibetano, entre ellos uno
que consistía en despellejar viva a la víctima.
Era un mediodía, de primavera o comienzos del verano,
pero yo sentí una tristeza, sentí que la oscuridad
como arena se infiltraba en mi corazón.
La puerta de nuestra habitación daba
a un pedazo de jardín verde y soleado. Más lejos,
un galpón con troncos gigantescos, semipodridos.
En la sala de patología del hospital había visto
Órganos humanos sumergidos en formol,
rojos y nervados, y estuve a punto de vomitar,
como si una mano invisible me atragantara.
Más tarde leí sobre el sistema feudal y la historia medieval,
leí el diario de Ana Frank, y vi la muerte cara a cara:
mi madre tranquilamente acostada, parecida
a un tronco incapaz de respirar. La sábana blanca
me hizo pensar en un campo lleno de flores frías
en medio del otoño, la nieve brillante en la cumbre
del Kilimanjaro. Pero mi madre yacía serena e inmóvil,
revelando el sentido solemne de la muerte
o el sinsentido. Entonces aún no habías nacido
e incluso estuviste a punto de perder el valor de la existencia
en un plan de aborto, luego descartado.
La gente se muere, los parientes igual que castores
se apenan y lloran desconsolados –
todos estos años he estado pensando: lloran de hecho por sí mismos.
La muerte rodea a cada persona igual que el aire,
Igual que el formol dentro de la botella.
Xuefei en una carta me pregunta: ¿Por qué
en tus poemas siempre aparece la muerte?
No sé qué contestar. Dejo de pensar en esto,
y retrocedo rápido del paisaje de la muerte.
Estoy sentado frente a la ventana mirando,
absorto, los troncos negros rodeados por la nieve.
Ellos ya son muy viejos. Ojalá puedan mostrar,
Otra vez, la próxima primavera, su vitalidad.
Voy a estar sentado a su sombra
mirándote jugar al sol.

TANIA FAVELA DE UNA ESCRITURA CARDIOGRAMÁTICA. REYNALDO JIMÉNEZ: NETO*

 


Baudelaire confiaba en lectores a los que la lectura de la lírica pone en dificultades.
WALTER BENJAMIN 

                                                                           

 

“La poesía [anota Jean Starobinski], no es solamente lo que se realiza en las palabras, sino lo que tiene origen a partir de las palabras”. Si hay una escritura que pone el acento en lo anterior es la de Reynaldo Jiménez y su libro Neto es un perfecto ejemplo. Me atrevería a decir que Reynaldo es el poeta que ha llevado más lejos la idea huidobriana de la autonomía del lenguaje, de ese creacionismo que se sitúa no en la significación gramatical sino en la significación mágica, en esa palabra interna, latente, que el poeta escucha y libera de la jaula normativa para comenzar un viaje lúdico, ritual, encantatorio; al mismo tiempo que crítico y político. Es por esto que lo primero que llama la atención al leer Neto es la exploración que Reynaldo emprende de la dimensión matérica de la lengua y los múltiples hallazgos que van brotando: nuevas palabras, nuevos conceptos y nuevas sonoridades que se integran a nuestra experiencia de la lengua, tales como: Pranaderías, desierpertos, celulular, fugigustativas, amnióptico, escarabarajas, espermántrica, coevas, beatrizas, entre muchas otras; o esta complejísima palabra-maleta, un largo adverbio que resulta todo un trabalenguas: Minusmariposándoselenitamente. Están también las derivas sonoras o semántico sonoras: Muecas  mecas  mecánicas, Gula  alguna, Ejes  esquejes; los desdobles como en Encanta  canta, o las triadas como en mil anos, milanos, villanos; además del alargamiento de vocales como en extraaño, los cambios de acento como en comedía, las haches intermedias que rompen y alargan visualmente las palabras como en ehentihiendo, los sutiles injertos del inglés sunríe o Lodoletramen, y los distintos castellanos en los que el poeta navega: turro, huachafo, morlaco, se raja, faltaba más, por las puras, o el arcaico adverbio do. Neto nos sitúa frente a una lengua en movimiento, multiplicándose, que produce nuevas relaciones entre los vocablos, entre las sílabas que los componen e incluso entre los fonemas que componen a las sílabas. Una verdadera “fantasía verbal” (el término es de Roger Santiváñez), que se abre a todo tipo de derivaciones, permutaciones, resonancias, asociaciones, contigüidades y transposiciones, generando un fluido verbal, una materia lingüística en constante metamorfosis. En suma, robándome un concepto que el propio Reynaldo usa en Neto, diría que estamos ante una escritura cardiogramática, es decir, una gramática afectiva, intuitiva, que registra las intensidades y el ritmo del corazón-respiración, una gramática del cuerpo, una gramática afectada: arrítmica, alorrímica, eurítmica, ecoelástica, otro concepto que Reynaldo nos regala en su libro.

En Neto encontramos en todo momento esa “palabra abarcadora” sobre la que reflexionaba Haroldo de Campos, palabra que no pertenece exclusivamente a ninguna parte del discurso, inclinándose según las necesidades operacionales, hacia un lado u otro, conservando siempre la riqueza y concreción de algo vivo y cambiante; palabra que rompe las fronteras, que se descoloca, evitando quedar atrapada en un solo significado y en una única función. Reynaldo se entrega al ritmo, no como secuencia ordenada de movimientos, sino conectando etimológicamente con su primer sentido: rhythmós como fluencia, transcurso. Un fluir que se da principalmente desde el oído, un fluir que moviliza energías desde la escucha y la autoescucha. Como lo proponía Charles Olson en El verso proyectivo, Reynaldo trabaja con la sílaba, la parte más performativa de la lengua por su maleabilidad y su capacidad de acción. La sílaba, al no asociarse a ninguna unidad de significado, puede pivotear, en una mente alerta, múltiples palabras, e insinuar distintas direcciones posibles por las que transitar. En Neto siempre está ocurriendo algo, algo se suscita, es una lengua evento, una lengua acción, en la que la verba viborea, se arrastra, propiciando texturas, ecos, resonancias; pero también internándose en la estructura misma de la lengua, a la manera de un Girondo en su masmédula: aglutinando o atomizando palabras. En Neto leemos flujos y contra flujos, tensiones y fuerzas, y por momentos, como lo dice José Ignacio Padilla en un texto sobre Plexo, otro de los muchos libros de Reynaldo, “leemos pequeñas articulaciones de sentido”; nudos, chispas, que acaban explotando y explorando las zonas afectivas del lenguaje.

Uno de los retos que enfrentamos siempre al leer a Reynaldo es que, como lo dice Leminski en un poema traducido por el propio Reynaldo, tenemos que “desleer, trasleer, contraleer, enleerse”, es decir, aprender a leer de nuevo. Entrar en un espacio en el que todo está siendo, deviniendo, cambiando, no es sencillo. Entrar en una lengua móvil y espejeante, que desobedece como primera opción, opción que supone además una apuesta vital y ética, nos pone en una situación difícil, rompe nuestras certezas, abre interrogantes, nos obliga a detenernos en zonas movedizas de gran inestabilidad desde las que accedemos a lo preconceptual, al pensamiento pre-categorial, situándonos en los límites de la semiótica: en el intervalo, el intersticio, incluso en lo extático, como experiencia visionaria que rompe las fronteras del adentro y del afuera. Todas las palabras de Neto están vivas y la vida, lo vivo, como lo señala João Cabral de Melo Neto, “es lo más opuesto a la sensación de lo armónico o del equilibrio”, por eso nos hiere, nos despierta del adormecimiento rutinario al que nos lleva el lenguaje instrumental. La poesía, la buena poesía, al decir del crítico y poeta William Rowe, “pone a disponibilidad del lector [de la lectora], experiencias que no están en ninguna otra parte, abre espacios que están cerrados o produce experiencias que son críticas y necesarias y que no están en otro lado”. Eso es precisamente lo que se produce cuando leemos Neto, nuevas experiencias que impactan nuestra sensibilidad e inteligencia.

La lengua de Reynaldo, su español, es singularísima y colectiva a un mismo tiempo, privada y pública a la vez. El pretexto de Neto, el punto de partida es un graffitti que Reynaldo fotografió en el 2017 caminando por las calles de Santiago de Chile. Esa marca anónima y pública, que supone todo graffitti: pintura libre o grafía chorreada, se filtra en la poética del libro. Escribir es también marcar un espacio; la marca viene de un “yo” que inmediatamente se borra para dar paso a la escritura. “Cuando el yo se olvida de sí en el lenguaje, está del todo presente”, señala Adorno. El anonimato del graffitti nos recuerda la figura del autoolvido de la que habla el teórico alemán. Reynaldo se olvida de sí mismo, se borra, para dar paso a las palabras, para liberarlas del peso de ese “yo” que es el gran controlador. Neto remite también a la designación afectiva, familiar, cariñosa del nombre Ernesto. Quizá Reynaldo pensó esta palabra como un guiño que señala lo afectivo como núcleo energético de toda escritura poética. Desde el coloquialismo neto es sinónimo de sinceridad y podríamos pensar el libro partiendo de ahí: la poesía como una lengua que no miente, al decir de la poeta Olvido García Valdés. Neto significa también claro y bien definido, significado que pareciera entrar en contradicción con la hibridez y la falta de definición de esta escritura que huye de toda identidad que quiera constreñirla, que apuesta por las contaminaciones y no por la pureza de la lengua; aunque tal vez Reynaldo está pensando en otro tipo de precisión, en esas “exactitudes indecibles”, por ejemplo, de las que hablaba Cardoza y Aragón. Y neto es además el peso neto, es decir el peso que no incluye el contenedor ni los embalajes. Exagerando esta analogía, podríamos pensar que esos embalajes son todos los discursos que envuelven a las palabras; las múltiples codificaciones que coaccionan a la vida y a la lengua, e intentan homogeneizarla para domesticarla. Reynaldo nos da, por decirlo así, el peso neto de sus palabras. Ese elemento móvil y subversivo que pareciera anidar en Neto, que es, en definitiva, un significante abierto, me lleva a pensar incluso en este libro como un guiño consciente o inconsciente de Reynaldo a Perlongher, ya que Neto está inscrito en Nestor, ese maravilloso poeta que ve, al igual que Reynaldo, a la poesía como liberación, celebración, curación; en suma, como una forma del éxtasis.

 

 

Reseña publicada anteriormente, sólo en papel, en la revista Lectura, nº 1, Lima, dic. 2024.

 *Sol Negro, Perú, 2024.


Bibliografía citada:

 

De Campos, Haroldo. De la razón antropofágica y otros ensayos. Trad. Rodolfo Mata. México: Siglo Veintiuno Editores, 2000. 

“Exit, Reynaldo Jiménez” de José Ignacio Padilla en: Jiménez, Reynaldo. Plexo. México: Libros Magenta, 2009.

García Valdés, Olvido (2014): “Se llega a la poesía por carencia y precariedad existencial”. (Entrevista realizada por Andrés Villalba en Transtierros.

Jiménez, Reynaldo. Neto, Sol Negro, Perú, 2024

João Cabral de Melo Neto, Poesía y composición. Traducción de Víctor Sosa. México, Colección Poesía y Poética, UIA, 1999.

Olson, Charles, “El verso proyectivo”, El poeta y su trabajo II, Trad. José Coronel Urtrecho. México: Universidad Autónoma de Puebla, 1983.

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Starobinski, Jean. Las palabras bajo las palabras (La teoría de los anagramas de Ferdinand de Saussure).Trad. Lía Varela y Patricia Willson. España: Gedisa Editorial, 1996.

 

LAURIE ANDERSON. EL CORAZÓN DE UN PERRO

 




Los siguientes textos pertenecen a 
El corazón de un perro, de Laurie Anderson. La traducción es de Patricio Grinberg.

Este es mi cuerpo de sueño, el que uso para pasear en mis sueños. En este sueño estoy en una cama de hospital. Y es como una escena de una película que ya viste un millón de veces seguidas. El médico sostiene un pequeño bulto rosado. Y se inclina sobre la cama y me pasa el bulto. Es una nena, dice. ¿No es hermosa? Mirá. Y envuelta en ese bulto, veo la carita de mi perra, una pequeña rat terrier llamada Lolabelle. Y nadie dice nada como … «Mirá, eso no es un bebé humano. Sólo pariste un perro». Pero yo estoy tan feliz. Apoyo mi cabeza sobre su frente y la miro a los ojos. Y es casi un momento perfecto, aunque la alegría se mezcla con un montón de culpa.

*

 

La verdad era que yo había diseñado todo. Había arreglado para que me cosieran a Lolabelle a mi estómago y así poder «parirla». Y en verdad había sido difícil. Lolabelle no era una cachorra. Era una perra adulta y en verdad se había resistido. Y estuvo ladrando y tratando de escaparse, y los cirujanos intentaban meterla otra vez adentro y coser. Y todo era un lío y yo me sentía mal, pero las cosas tenían que ser así. Bueno, le di un beso en la cabeza y le dije, «Hola, cabecita hueca. Siempre te voy a amar».

*

 

De chica, yo era una especie de adoradora del cielo. Era el medio oeste, y el cielo era tan inmenso, era casi todo el mundo. Yo sabía que había venido de ahí y que, algún día, iba a volver. ¿Para qué son los días? Para despertarnos, para ponerlos entre noches sin fin. ¿Para qué son las noches? Para atravesar el tiempo hacia otro mundo.

*

¿Cómo se llaman esas cosas que ves cuando cerrás los ojos? Creo que son «fosfenos»… los patrones rojizos, esas rayitas y puntitos, esas líneas borrosas que ves flotando cuando cerrás los ojos. Nadie en verdad sabe qué son, ni para qué sirven. A veces parecen surgir por el sonido, por disparos electromagnéticos al azar. A veces, a los fosfenos se les dice cine de prisioneros, una especie de película animada sin argumento, de vanguardia, interminable. O tal vez son protectores de pantalla… patrones de espera que sólo están ahí para que tu cerebro no se pueda dormir.

*

 

Cuando Lolabelle envejeció se quedó ciega. No quería moverse, se paralizó en su lugar. El único lugar en el que corría era la orilla del mar porque sabía que ahí no había con qué chocar. Y así salió corriendo a toda velocidad hacia la absoluta oscuridad.

*

 

En esa época, su entrenadora, Elizabeth, decidió enseñarle a pintar. Y así Lolabelle empezó a pintar varios cuadros por día…. Obras abstractas en rojo brillante. Y arañaba unas láminas de plástico, usando electricidad estática. También hizo pequeñas esculturas, presionando su pata contra pedazos de plastilina. Hizo un montón de cosas así, y yo no sabía dónde ponerlas. Pensé que podían ser platitos o zuecos chiquitos, como los que los perros japoneses usarían bajo la lluvia, tal vez podría venderlos por internet.