En el texto Onorio Ferrero: el hombre que vino del mar (https://www.transtierros.com/2025/09/maurizio-medo-onorio-ferrero-el-hombre_94.html)
al referirme a las particulares circunstancias históricas que caracterizaron el Perú que alguna vez acogió a Ferrero recordaba cómo, de acuerdo con César Moro (con quien suelo estar siempre de acuerdo), «el poeta era el cantor oficial de efemérides patrióticas o el bohemio que prostituía su inspiración, llamémosla así, enteramente banal y de almanaque, al alcance de los pilares de cantina, en una cualquiera de las numerosas y sórdidas trastiendas de pulpería» y cómo, a pesar de ello, la visión, que, por aquel entonces, pude tener de la poesía, debido a los diálogos con Ferrero, fue esencialmente stilnovista, pues él siendo alguien «esencialmente romántico» parecía creer que el «romanticismo institucionalizado» había arrasado con los remanentes del espíritu cavalcantiano que apenas Croce, su maestro, era capaz de evocar. Como también comenté en el citado texto la influencia del pensamiento de Croce en Ferrero, a quien conoció alrededor de los 22 años, fue determinante, y más si consideramos que ese acontecimiento coincide con la aparición de La Cetra ( Edizioni La Cavalcata. Collezione Collana di Poeti Contemporanei, Florencia – Italia. 1930). La traducción más precisa para referirnos en español a lo que es una «cetra» sería «cítara», del latín cithăra, término que, a su vez, procede del griego κιθάρα (transcrito, kizara) y el cual se refería a un instrumento de cuerda hecho de madera. En la Antigua Grecia su uso estaba vinculado con el culto a Apolo, en contraposición al aulós, un instrumento asociado con el culto a Dionisios. Por esa razón la «cítara» se consideraba como un instrumento más «noble» —y «elegante», agrego—que el aulós dionisiaco. Algo de ese espíritu se manifiesta en la escritura y en la composición de La Cetra, libro traducido por Cecilia Medo —si no recuerdo mal, a mediados de los 80.
Cuando Cecilia tradujo La Cetra ella quizá tenía la misma edad del autor que alguna vez la escribió. Así, desde el futuro incierto, su nieta fue capaz de devolver a Ferrero il tremore de una juventud que, pese a los años transcurridos, nunca abandonó. Fue un hermoso regalo. Tanto como el diálogo que es capaz de trascender el tiempo.
Muchos preguntan qué fue del libro —pensando quizá que el fondo editorial de la universidad a la que Ferrero dedicó tantos años— tendría que haberlo divulgado. No fue así.
Si La Cetra, gracias a la generosa mediación de Cecilia, se tradujo, fue en casa, y ahora, en algún momento, a través de El Laboratorio —que también es parte de la casa— se divulgará desde allí, lejos de la pasmosa voluntad de mediocres funcionarios, coactados por la burocracia que ellos mismos construyeron sin saber que, un día, esta se convertiría en su cárcel.
Otros —en su gran mayoría discípulos de Ferrero— eventualmente expresan auténticamente el deseo de poder tener La Cetra entre sus manos. Ojalá que el 2026 sea el año que pueda convertir esto en realidad. Y en tanto tenemos con nosotros, sus nietos, vivimos con la convicción de quien sabe «esperar lo inesperado» desde Transtierros queríamos compartir un teaser, no con la ignominia que rige y determina el mercado, más bien como un sentido homenaje al joven que construyó esa realidad y también a la muchacha que, décadas después, consiguió que esa realidad pueda pronunciarse en el idioma de la tierra que nos acogió hasta convertirse en el hogar.
MM
Ad un Cipresso
Cipresso, che t’adergi maestoso,
Lento guardiano all’ultima
dimora,
Nel tácito sepolcro é forse
ancora
Per te piú dolce l’ultimo
riposo?
Immoto sfidi il nembo
minaccioso
E la superna collera sonora;
Ma invan con sue blandizie ti
disfiora
Il vento del mattino
armonioso.
Che scruta nelle tenebre e
iddegna
Tutto ció che la stolta gente
allieta.
Gigantesco sovrasti, oscur
ameta
Che al nostro vagheggiare il
Fato segna.
A Un Ciprés
Cual lento guardián de la
última morada
En ese callado sepulcro
¿Es más dulce para ti el
último reposo?
Inmutable desafías a la nube
amenazante
Y a la estridente cólera
celeste
Mas en vano con su suavidad te
desflora
El viento de la armoniosa
mañana
Lento ciprés, eres como el
poeta
Que escruta en las tinieblas
Y desprecia todo aquello
Que los ignorantes celebran
Y cuando Sueño y Silencio
reinan,
Te alzas gigantesco, cual
oscura meta
Que a nuestro constante vagar
El Destino señala
La Luna dello Stagno
Mira il lacustre fior d’una
mimosa
L’armonico chiarore della
luna,
Diafano velo su la vaporosa
Pace dei campi, nella notte
bruna.
Piú dolcemente grata e
dilettosa
Quella luce gli appar che non
raduna
Gl’iridati fulgori, maliosa
Fiamma nell’ombre opache. E la
laguna
Calda scorge a l’impronta
tremebonda
Dell’astro; e non comprende se
il chiarore
Naufraghi nel glaucor
dell’acqua fonda,
Po se la bella Sfera di
pallore
Difusa, ne l’oceano senz’onda,
Sia mirraggio di luce e di
colore.
La Luna Del Estanque
La armónica claridad de la
luna
Velo diáfano sobre la vaporosa
Quietud de los campos
En la oscura noche
Más dulcemente grata y gozosa
Parece que aquella luz no
contiene
Los fulgores iridiscentes
Mágica flama entre opacas
sombras
La laguna ardiente
Observa la poderosa impronta
del astro
No comprende si la claridad
Naufraga en la blancura
De las aguas profundas
O si la hermosa y pálida
esfera y difusa
O el océano sin olas
Son espejismo de luz y color
Notturno Trágico
Opaca, uniforme tenébra
Ne l’etere fermo, che opprime;
Occulto mistero nell’ ime
Caverne di ignota latébra.
Lontano, un canto sinistro
Di Uccello notturno vagante,
Un gemere che dolorante
Si smorza in un querulo
sistro.
Sparuti fantasimi, erranti
Legioni che piú non han vita,
Discese da la scolorita
Dea manca dei pallidi amanti.
Sorpassa la densa barriera
Notturna un fantasma leggero
Che cerca in piú chiaro
emisfero
La luce di fluida Sfera.
Ricerca affannoso; ma invano.
Ovunque l’immensa oppressione;
Ovunque l’oscura visione
Mortale di cumulo umano…
Se luce piú intensa da un
astro
Dispensa piú viva corrente
E irradia un riflesso fulgente
Che brilla di acceso
alabastro;
Non esso raggiunge l aluce.
E tenta… qualcosa lo afferra.
E invano ritenta. Lo atterra
La spoglia che a sé lo reduce.
E l’agita e va brancicando
Per l’ultimo sogno d’ebbrezza,
Per l’irraggiungibile alteza…
Invano allá luce anelando.
Nocturno Trágico
En el quieto éter oprimente
Oculto está el misterio
En el himen
De ignotas cavernas
En la lejanía un canto
siniestro
De errante ave nocturna
Un doliente gemido
Se apaga
En el lamento de un sistro*
Débiles fantasmas errantes
De vida ya exentos
Se dice de la descolorida
Diosa Manca
De los amantes
Traspasa la densa barrera
nocturna
Un espectro ligero
Que busca en un más claro
hemisferio
La luz de la suave espera
Busca afanoso
Pero es en vano
Por doquier La inmensa
opresión
Por doquier la oscura visión
mortal
De la humana carga
Como la brillante luz de un
astro
La viva corriente irradia
El intenso reflejo que cual
Encendido alabastro refulge
Mas, al intentarlo algo lo
detiene
Y en vano lo vuelve a intentar
Pero a la tierra lo hace
regresar
Al despojo que a sí mismo
reduce
No alcanza este la luz
Se agita y mueve ciegamente
En su último sueño de ebriedad
Por alturas inalcanzables
Inútilmente anhelando la luz
El sistro es un instrumento
metálico de cuerdas; de origen antiguo, fue vinculado a las celebraciones en el
culto de Isis.
Il Viale
Nel deserto viale ove la
trista
Febbre della cittá piú non mi
turba,
M’indugio. E il vento
pianamente si muove
Fra le aiole odorate i lunghi
steli
Delle sparse corolla e blando
invade
Di freschezza e di calma i
cespi e i tronchi.
Mi par di riveder nella
penombra,
Rotta dai raggi del tramonto
d’oro,
Me, sulla soglia dell’etá
beata
Dai giocchi dilettosi e meco,
strana
Nel palpitar dell’inquiete
fibre,
La bionda amica di quei dí:
Natália,
Ella, ridente ai fervidi
bagliori
Dell’intenso meriggio, il
canto pieno
Secondar di quel tempo e
l’armonia;
Ed io piú mesto, dei pensier
seguendo
La lontana corrente a la
divina
Alba dei sogni ceruli. Mirare
Nell’iridi sue glauche,
rikucente,
L’onda fuggente di un eterno
mare.
La avenida
Me adentro
Por la avenida desierta
Donde la mezquina fiebre de la
ciudad
Ya no me turba
El viento lentamente se mece
Entre perfumados prados e
imponentes monumentos
Con suaves corolas esparcidas
Invade de frescura y calma
Cultivos y troncos
Una vez más
En la penumbra rasgada por los
dorados rayos
Del atardecer
Me parece
Verme a mí mismo
En el suelo de la bendita edad
De los juegos felices
Y dentro mío en el palpitar de
fibras inquietas
Extraña veo a Natalia
La rubia amiga de aquellos
días
Ella sonriendo ante los
ardientes fulgores
Del intenso mediodía
El canto pleno acompañante del
tiempo y la armonía
Y yo, más melancólico
persiguiendo a los pensamientos
La lejana corriente y el alba
divina
De los cerúleos sueños
Mirar en su blanco iris
Reluciente
La ola que huye de un mar
eterno
La Patinoire*
All’ombre del tácito vespro
soffuso di brume?
La luna, bianca nell’etere
azzurro sí come
Nel liquido azzurro del mare
le vergini spume?
Deserto é il viale; ma il
gracile fusto che ancora
Protendesi squallido, orante
l’inutile prece,
Al gellido soffio del vento
che all’ombra notturna
Prelude, ha il brivido
inconscio del fremere antico.
Oscuro é il viale; ma come
diamante purissimo,
Immobile il lago scintilla,
specchiando nel mesto
Tramonto il languor delle luci
nostalgiche brevi.
Le musiche arcane, le voci cui
l’ eco giá spenta
Rispose dai vaghi recessi del
cognito parco,
Son deboli e fioche;
vaniscono; e il sole regale
Nei manti di porpora e d’oro sfoggiando il
caduco
Splendore, a la tenera Dea
della fronte lucente
L’argentea tristeza, cedette
il dominio del mondo.
Tu sola, o fontana, col
limpido suon di cristallo,
Il duro silencio interrompi
che é fatto di gelo;
E il rivo, che un garrulo
impulso disgrana inquieto
Per quelle tue labbra di
marmo, riecheggia una voce
Ben nota che in cuor mi
serpeggia col censo profundo
Di qualche melode consunta dal
tempo inesausto.
Ti ascolto. Soltanto per
l’anima fresca che celi,
Il tempo é una música d’ acque
dal gioco perenne.
O amica fontana; per l’inestinguibile amore
Ch’io porto a codestodivino,
brevissimo tratto
Del vasto universo infinito;
lontan da l’ affano
Del mondo, m’ é caro nel gelo
il tuo memore canto;
Per te mi sivviene del mar
prima delle tempeste
E ancora m’ inebria la stella
ch’ é ormai naufragata
Nel fosco grigior delle nubi.
Cosí, ricercando
Le orme dei passi adorati che
il Verno rinchiude
Nel bianco sudario di neve, i
ovo rimembrando
Le acque dal murmure intenso,
increspate allá dolce,
Scherzosa carezza di Zefiro
primaverile.
Fraganza di rose, e placidi
cielo, e struggente
Dolcezza d’ idilli fantastici,
incnato dei vesperi,
Un tempo sognai sulle sponde
del lago d’argento.
Ed ora che intorno non scorgo
che I Fiori del gelo
E il bianco silenzio, mi
sembra che il giovane sogno
Discenda alle cose terrene,
alle cose deserte
Di palpiti, e pensó che forse
é piú dolce morire
Che stringer con gelide
braccia l’ esanime spoglia
Di quel Desiderio raggiunto
che esala, in un breve,
Estremo sorriso, l’ antico
tormento sublime.
Ma un debole raggio dell’
astro che veglia pensoso
Puó frangere i veli cadenti dell’ arida note?
Deserto é il viale… ravvolto
nl bianco sudario…
Ma guarda… sul lucido
specchio… laggiú…, tra le brume;
E¨ dunque la luna coi pattini
d’ oro che scivola?
La Patinoire*
¿Es acaso la luna que con
patines de oro se desliza
Entre las sombras del
Crepúsculo teñido de brumas?
La luna
¿Es tan blanca en el azul éter
Como lo son las
Vírgenes espumas
Del azul mar?
Desierto está el camino
Pero el tallo grácil
Que escuálido se extiende
Como en una inútil plegaria
Precede al gélido soplo del
viento
En la nocturna sombra
Posee la inconsciente
agitación
Del antiguo frenesí.
Oscuro está el camino;
Pero cual diamante purísimo
El lago inmóvil titila
Espejando en la tristeza del
Ocaso
La languidez de las breves y
nostálgicas luces
Las melodías arcanas
Voces cuyo eco ya se apagó
Con vagas y secretas ondas
responden
En el conocido parque
Son débiles y tenues
Desaparecen
Y el sol con su manto de
púrpura y oro
Ostenta un caduco esplendor
Cedió el dominio del mundo
A la tierna Diosa de la frente
luminosa
Y plateada tristeza
Tú sola, Oh fuente,
Con un límpido sonido
cristalino
Interrumpes el duro silencio
helado
Y el arroyo, que con alegre e
inquieto
Impulso desgrana
Esos labios tuyos de mármol
Una voz resuena tan clara
Recorre mi corazón
Con el sentir profundo
De alguna melodía consumida
Por tiempo incansable
Te escucho.
Solamente por el alma nueva
que guardas,
El tiempo es la música de
aguas en perenne juego
Oh fuente amiga, por el
inextinguible amor
Que yo traigo a este breve y
divino
Trazo del vasto universo
infinito
Lejos del afán del mundo
Me es querido tu memorable
canto en la escarcha
Por ti me asalta el mar antes
de la tempestad
Y aún me embriaga la estrella
Que tal vez ya naufragó
En el umbrío gris de las
nubes.
Así buscando las huellas
De adorados pasos
Que el invierno esconde
En el blanco sudario de nieve
Yo voy recordando
Las aguas de intenso murmullo
Encrespadas por la dulce y
Juguetona caricia primaveral
de Céfiro*.
Fragancia de rosas y plácidos
cielos
Ardorosa dulzura de idilios
fantásticos
Encantamiento de los
crepúsculos
Una vez yo soñé en las orillas
del lago de plata.
Y ahora que a mi alrededor
No distingo más que las flores
del hielo
Y el blanco silencio
Me parece que el joven sueño
Desciende sobre las cosas
terrenales
Las cosas desiertas de latido
Y pienso que quizás sea más
dulce morir
Que estrechar con gélido
abrazo
A los exánimes restos
De aquel deseo alcanzado
Que exhala en una breve y
extrema sonrisa
El antiguo y sublime tormento.
Sin embargo, un débil rayo del
astro
Que pensativo vigila
¿Puede rasgar los velos que
caen desde la noche árida?
Desierto está el camino…
Envuelto en un sudario…
Pero mira… Sobre el límpido
espejo…
Allá abajo, entre las brumas…
¿Es pue acaso la luna que con
patines de oro se desliza?
*Céfiro es el viento o brisa de la primavera
*Patinoire es la pista de
patinaje sobre hielo
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